Ciudad adentro
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
Hay quienes dicen, sobre todo extranjeros, que en México
no hay cambios profundos y de largo aliento porque nos cansamos muy pronto de
las diferentes causas. Nos lanzamos a las calles, ahora inundamos las redes
sociales con manifestaciones de todo tipo, pero la falta de respuestas de la
autoridad, una cuestión sistemática, por lo demás, va logrando que la gente se
canse, se agote y termine doblando las manos.
Casi podría decir que a eso le apuestan los gobiernos,
sea el federal, los estatales o los municipales en los casos que les
corresponden: a que la gente se harte de la falta de respuestas sobre todo
cuando su insistencia implica un gran desgaste en todas las áreas: emocional,
económico, familiar… Llegará el día en que, dada la poca efectividad de sus
protestas, decidan mejor regresar a sus casas, llorar a sus muertos y, además
del dolor, cargar con la rabia y la impotencia por el desdén que hacia sus
causas mostró el gobierno, la autoridad.
¿Cuánto tiempo dura vigente un caso en México? Un ejemplo
es el movimiento #YoSoy132 que parecía que había surgido para no desaparecer,
sino para crecer, pero no fue así, prácticamente se perdió (no del todo y es
una buena noticia) y el activismo que prometía fue cooptado por el mismo
gobierno, por grupos advenedizos y por la misma falta de seguimiento de la
sociedad en su conjunto que al principio le otorgó un apoyo multitudinario y
esperanzador. Claro que esto ha sido producto de análisis más profundos pero se
puede concluir que sí, efectivamente es un ejemplo de cansancio.
Particularmente con relación a este asunto vinculado a las elecciones del año
2012 y a la demanda de democratización de los medios, no había un reclamo de
impunidad involucrado, bueno, no del tipo de la impunidad que hasta la fecha
campea por los hechos de Atenco, Aguas Blancas, Tlatelolco y tantos, sobre los
que, hasta el día de hoy persisten las cuentas pendientes.
Quisiera pensar que Ayotzinapa y la desaparición de los
43 normalistas es un caso diferente, es decir, que no desaparecerá por obra y
gracia del cansancio que la falta de atención de las autoridades provoca: falta
de atención más falta de justicia, de verdad, de honestidad, de claridad…
Nada de esto será suficiente para cansar a los padres y a
un amplio sector de la sociedad mexicana, porque, precisamente y de manera
lamentable, se suma a una larga lista de impunidades que se han ido acumulando
por la ineficiencia y omisión, por la corrupción del sistema político mexicano
que se reproduce, regenera y degenera cada trienio y cada sexenio desde hace
décadas, incluyendo los años de la dizque alternancia.
No será suficiente porque simboliza otras luchas, otros
asuntos pendientes sobre los que la sociedad mexicana exige la reparación del
daño en la medida de lo posible y, sobre todo, para que no se repitan casos
así.
No será suficiente —aunque ciertamente queda en el
terreno de los deseos y las esperanzas— porque en un mundo globalizado en el
que intervienen instancias internacionales para la defensa de los derechos
humanos, no será tan fácil. Y lo que ahora son claras evidencias de
negligencia, contubernio, complicidades, omisiones, errores y fallas
imperdonables, más tarde o más temprano se revertirán sobre quienes las han
cometido y/o permitido.
Todo esto es porque esta semana el Grupo
Interdisciplinario de Expertos Independientes, el GIEI, emitió un nuevo
dictamen: “no hubo incendio en el basurero de Cocula”.
Una mentira más, una pista falsa más, otra falla
imperdonable que seguramente, si es que había signos de cansancio en los
padres, eliminará cualquier intento de abandono de la causa. Es una inyección
de energía para mantener las demandas, las exigencias de justicia y contra la
impunidad. Si la estrategia es que los deudos se cansen, parece que ahora no
les está resultando.
Columna publicada en El Informador el sábado 12 de diciembre de 2015