sábado, 19 de diciembre de 2015

Modelo para armar

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

De verdad que todavía me cuesta trabajo asimilar la cantidad de información, entrevistas, recomendaciones, anuncios, advertencias, cursos de capacitación y casi seminarios y diplomados que se ha estado difundiendo para “orientar” a la pobrecita gente que con el apagón analógico no sabe qué hacer y se está quedando sin televisión. Dios.
Y me imagino que esta avalancha “informativa” se debe a que diputados muy atentos y preocupados por el bienestar de los mexicanos, no lograron la prórroga que proponían inspirados en que la pobrecita gente no iba a saber cómo resolver lo del apagón y se iba a quedar sin tele.
Me duele el estómago y el alma ante una realidad así. Es cuestionable por donde se le vea y claro que me gustaría que hubiera “ilustrados” como los de antes, preocupados por educar a la gente y combatir el embrutecimiento (así, con esta palabra) al que había estado sometida la población de estas tierras antes de la independencia del dominio español, por obra y gracia del despotismo, del coloniaje.
Apenas en octubre pasado, a propósito de la pésima calidad educativa en México y de la insignificancia que para combatir eso representa la tan llevada y traída reforma educativa, escribí un artículo sobre La Estrella Polar, un periódico del siglo XIX que se publicó en Guadalajara, en donde los editores manifestaban desde el primer número sus intenciones de contribuir a la educación de la gente para que aprendiera a defender sus derechos.
Hoy regreso a este ejemplo y compartiré por lo menos otro, en donde queda en evidencia el interés de los escritores de entonces, por sacar de la ignorancia a las masas, sometidas a lo largo de siglos de dominación y manipulaciones de todo tipo. Y regreso, porque este asunto del apagón analógico me indigna sobremanera. No sólo la “información oficial” que se repite en medios de comunicación, particularmente los electrónicos claro, sino la abundancia y atiborramiento de entrevistas, notas y reportajes por iniciativa de los mismos medios con igual propósito.
No recuerdo, por ningún otro tema, una campaña tan persistente e insistente como esta. Quizá el asunto de la influenza en 2008 cuando se paralizó al país por una cuestión sobre la que se mantienen dudas y cierto sospechosismo todavía. Con todo, era un caso relacionado con la salud ¿pero el apagón analógico? ¿Qué se imaginarán los políticos y los directivos de las televisoras que puede pasar si la gente se queda sin tele? ¿Que piense? ¿Que despierte? ¿Que desarrolle un sentido crítico, profundo y participativo? ¿Qué se desamodorre de las décadas de embrutecimiento al que ha estado sujeta? Todo parece indicar que efectivamente estos son sus temores por el interés frenético en que la pobrecita gente no se quede sin tele.
Un dato, sólo uno de tantos que se han difundido últimamente: la SCT informó el jueves que para entregar los 9.7 millones de televisores a las personas de escasos recursos registradas en el padrón de la Sedesol (ah pero no hay fines políticos ni electorales en lo absoluto) han desarrollado una importante capacidad logística para entregar tres aparatos por segundo: “Durante nueve horas, un promedio de 80 mil televisores diarios, los siete días de la semana…”. Impresionante.
¿No será posible, acaso, desarrollar una importante capacidad logística para resolver otras necesidades, éstas sí reales y básicas, como una buena educación, servicios de salud eficientes y suficientes, alimentación, vivienda y oportunidades de empleo? Con una décima parte del nivel de preocupación porque la pobrecita gente no se quede sin tele, sería posible resolver gran cantidad de asuntos pendientes en nuestro país. El apagón analógico, específicamente lo relativo a que los mexicanos se quedarán sin tele, linda en lo espeluznante; definitivamente es una aberración y parece que muy pocos nos damos cuenta. Qué vergüenza.


El otro ejemplo es un fragmento del periódico La Fantasma que editó en Guadalajara a principios del XIX, Pedro Lissaute: “Es evidente que cuando los legisladores dan la libertad a un pueblo oprimido por el despotismo, se proponen con esto destruir a sus tiranos: el objeto de estos ha sido tener a los hombres sumidos en la ignorancia de sus derechos, para garantir (sic) con esta barbarie su execrable tiranía. Luego los Legisladores liberales tienen siempre que constituir hombres más o menos ignorantes, más o menos estúpidos: y si no ¿Cuál sería su mérito?”. Encaja, perfecto, como un modelo para armar.

Columna publicada en El Informador sábado 19 de diciembre de 2015.