Ciudad adentro
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
De verdad que todavía me cuesta trabajo asimilar la
cantidad de información, entrevistas, recomendaciones, anuncios, advertencias,
cursos de capacitación y casi seminarios y diplomados que se ha estado
difundiendo para “orientar” a la pobrecita
gente que con el apagón analógico no sabe qué hacer y se está quedando sin
televisión. Dios.
Y me imagino que esta avalancha “informativa” se debe a
que diputados muy atentos y preocupados por el bienestar de los mexicanos, no
lograron la prórroga que proponían inspirados en que la pobrecita gente no iba a saber cómo resolver lo del apagón y se iba
a quedar sin tele.
Me duele el estómago y el alma ante una realidad así. Es
cuestionable por donde se le vea y claro que me gustaría que hubiera
“ilustrados” como los de antes, preocupados por educar a la gente y combatir el
embrutecimiento (así, con esta palabra) al que había estado sometida la
población de estas tierras antes de la independencia del dominio español, por
obra y gracia del despotismo, del coloniaje.
Apenas en octubre pasado, a propósito de la pésima
calidad educativa en México y de la insignificancia que para combatir eso
representa la tan llevada y traída reforma educativa, escribí un artículo sobre
La Estrella Polar, un periódico del
siglo XIX que se publicó en Guadalajara, en donde los editores manifestaban
desde el primer número sus intenciones de contribuir a la educación de la gente
para que aprendiera a defender sus derechos.
Hoy regreso a este ejemplo y compartiré por lo menos
otro, en donde queda en evidencia el interés de los escritores de entonces, por
sacar de la ignorancia a las masas, sometidas a lo largo de siglos de
dominación y manipulaciones de todo tipo. Y regreso, porque este asunto del
apagón analógico me indigna sobremanera. No sólo la “información oficial” que
se repite en medios de comunicación, particularmente los electrónicos claro,
sino la abundancia y atiborramiento de entrevistas, notas y reportajes por
iniciativa de los mismos medios con igual propósito.
No recuerdo, por ningún otro tema, una campaña tan
persistente e insistente como esta. Quizá el asunto de la influenza en 2008
cuando se paralizó al país por una cuestión sobre la que se mantienen dudas y
cierto sospechosismo todavía. Con
todo, era un caso relacionado con la salud ¿pero el apagón analógico? ¿Qué se
imaginarán los políticos y los directivos de las televisoras que puede pasar si
la gente se queda sin tele? ¿Que piense? ¿Que despierte? ¿Que desarrolle un
sentido crítico, profundo y participativo? ¿Qué se desamodorre de las décadas
de embrutecimiento al que ha estado sujeta? Todo parece indicar que
efectivamente estos son sus temores por el interés frenético en que la pobrecita gente no se quede sin tele.
Un dato, sólo uno de tantos que se han difundido
últimamente: la SCT informó el jueves que para entregar los 9.7 millones de
televisores a las personas de escasos recursos registradas en el padrón de la
Sedesol (ah pero no hay fines políticos ni electorales en lo absoluto) han desarrollado una importante capacidad
logística para entregar tres aparatos por segundo: “Durante nueve horas, un
promedio de 80 mil televisores diarios, los siete días de la semana…”.
Impresionante.
¿No será posible, acaso, desarrollar una importante capacidad logística para resolver otras
necesidades, éstas sí reales y básicas, como una buena educación, servicios de
salud eficientes y suficientes, alimentación, vivienda y oportunidades de
empleo? Con una décima parte del nivel de preocupación porque la pobrecita gente no se quede sin tele, sería
posible resolver gran cantidad de asuntos pendientes en nuestro país. El apagón
analógico, específicamente lo relativo a que los mexicanos se quedarán sin tele, linda en lo espeluznante; definitivamente es
una aberración y parece que muy pocos nos damos cuenta. Qué vergüenza.
El otro ejemplo es un fragmento del periódico La Fantasma que editó en Guadalajara a
principios del XIX, Pedro Lissaute: “Es evidente que cuando los legisladores
dan la libertad a un pueblo oprimido por el despotismo, se proponen con esto
destruir a sus tiranos: el objeto de estos ha sido tener a los hombres sumidos
en la ignorancia de sus derechos, para garantir (sic) con esta barbarie su
execrable tiranía. Luego los Legisladores liberales tienen siempre que
constituir hombres más o menos ignorantes, más o menos estúpidos: y si no ¿Cuál
sería su mérito?”. Encaja, perfecto, como un modelo para armar.
Columna publicada en El Informador sábado 19 de diciembre de 2015.