sábado, 23 de enero de 2016

Daniel Bell

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

El próximo 25 de enero se cumplen cinco años del fallecimiento de Daniel Bell, y la coincidencia es afortunada porque hace apenas una semana escasa, tuve la primera noticia de este intelectual estadounidense, de izquierda, pensador y feroz crítico del capitalismo. Durante la conferencia inaugural del Doctorado en Historia de la UdG, el orador, Héctor Raúl Solís Gadea, rector del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, de formación sociólogo, preparó un trabajo con base en tres académicos del más alto nivel y su relación con la historia.
Max Weber, Isaiah Berlin y Daniel Bell. De los tres, este último llamó particularmente mi atención, primero porque desconocía su vida y su obra y, segundo, por las referencias que de él hizo el Dr. Solís y que operaron como una invitación abierta e inmediata a conocer un poco más de quien fuera sociólogo y profesor emérito de Harvard.

Daniel Bell (1919-2011). Fuente: Sociología contemporánea.

Como decía, murió hace apenas cinco años y su obra es de una actualidad aplastante. Me preguntaba cómo es que alguien así de notable, en estos tiempos, no sea tan conocido, fuera del ámbito académico que incluye la revisión de su pensamiento y de los círculos de eruditos. Encontré una respuesta, aunque sin duda habrá más, y es que pensadores que critican con fundamentos incuestionables el capitalismo en el que estamos inmersos, no tienen mucha difusión; para qué dar espacio desde medios capitalistas a pensadores que podrían influir en un cambio de conciencia entre la población, pensando en masas, más allá de espacios universitarios y académicos.
Sí lo creo, pero bueno, he tenido noticia de este intelectual y la quiero compartir aunque sea brevemente a ver si esto sirve también como invitación para leerlo, releerlo quienes ya lo conocían y, sobre todo, para reflexionar en torno a sus ideas.
Dos de sus obras,  El fin de la ideología (1960) y Las contradicciones culturales del capitalismo (1978) forman parte de la lista de los cien libros más importantes de la segunda mitad del siglo XX según el suplemento literario de The Times en Londres. De hecho, él está catalogado como un pensador clave de este mismo periodo y casi debería convertirse en lectura imprescindible para entender mejor el mundo en que vivimos.
Bell señaló claramente las contradicciones del capitalismo. Es difícil no estar de acuerdo. Él escribió que el capitalismo occidental había llegado a depender del consumismo, la codicia y el endeudamiento generalizado, tres conductas opuestas a “la vieja ética protestante de la frugalidad y la modestia”, destacada tanto por Weber como por Tawney como la principal razón del éxito del capitalismo. No más, ya no es así. Según la referencia del Dr. Solís Gadea, Bell criticaba las tarjetas de crédito (endeudamiento) porque estaban terminando con la cultura del esfuerzo. Los logros dejaron de ser el resultado lógico de una vida de trabajo porque ahora, en muchos casos y pensando en cuestiones materiales, se obtienen y disfrutan mientras se pagan en cómodas mensualidades.
En El fin de la ideología, Bell sostenía, 30 años de la caída del comunismo, que las ideologías que habían impulsado una política global estaban perdiendo fuerza. Decía que la sociedad de masas se caracterizaba (caracteriza) por la homogeneidad, el conformismo, la mediocridad y la enajenación, entre otros epítetos que aplican en las consideraciones sobre el capitalismo.
El fin de las ideologías incluye una discusión y polémica no sólo sobre el marxismo como “protesta romántica” según el propio Bell, sino la cada vez más diluida diferencia entre izquierda y derecha, un asunto que podemos constatar en México fácilmente: el fin de las ideologías en aras del pragmatismo electoral.
La actualidad aplastante de Bell está expresada apenas en este esbozo superficial de su obra, el espacio no alcanza para más, pero así como el ejemplo electoral relativo al pragmatismo de la clase política mexicana, hay otro reciente e indignante que remite de inmediato a las contradicciones culturales del capitalismo: la devastación subrepticia de 57 hectáreas de manglar en Tajamar, Cancún.
Las acciones están suspendidas y sólo que no se continúe con las obras será posible salvar el espacio natural, de lo contrario, será una pérdida más que nos deja sumidos en la impotencia, todo en aras del desarrollo turístico que, por cierto, para muchos es inaccesible y para muchos otros, sólo en cómodas mensualidades sin intereses, por no hablar del gran capital, reflejo de las profundas desigualdades que ha propiciado en el mundo, el capitalismo que criticó Daniel Bell.

Columna publicada en El Informador el sábado 23 de enero de 2016.