Ciudad Adentro
Después de una
solicitud de perdón inútil e incomprensible creí que no vería otra escena
presidencial extraña, mucho menos en la misma semana (normalmente las
representaciones están espaciadas). Lo
sorprendente ahora es que está involucrado nada menos y nada más que el
presidente Barack Obama. Se trata de la visita de Peña a Estados Unidos dizque
para motivar al voto hispano anti-Trump en las elecciones que próximamente se
celebrarán en el vecino país del norte.
No sé. Hay
analistas que opinan que con esta reunión simbólica en realidad arranca una
estrategia sólida de presión para que la importancia de México y su relación
con Estados Unidos sea valorada en su justa medida; para que los mexicanos y
descendientes de mexicanos en la Unión Americana cierren filas en torno a la
candidatura de Hillary Clinton, no tanto por la ex secretaria de Estado en sí,
sino porque es la opositora de Donald Trump, xenófobo millonario que ha hecho
del “odio” a México su principal estrategia electoral, como todos sabemos.
No sé. Los
millones de mexicanos y sus descendientes que viven en Estados Unidos, hasta
donde se conoce, no están precisamente orgullosos del Gobierno peñista. Y aun
cuando en la Unión Americana no se han registrado muestras de repudio como en
varias ciudades europeas contra el titular del Ejecutivo federal, es fácil
deducir los sentimientos de los compatriotas que viven del otro lado del río Bravo.
Sí creo que la cercanía y la información acrecientan la inconformidad y el
enojo que prevalece en territorio nacional.
No sé. Esta
nueva disposición de Barack Obama, al cuarto para las doce, cuando México ha
estado fuera de su discurso, cuando está a punto de abandonar la presidencia,
no me genera confianza. Siempre lo hacen. Si en el fondo están los fines
electorales, entonces sí, de otra manera, pasan cuatro y ocho años y nada
cambia ¿este acercamiento ofrece garantías de concreción de la reforma migratoria?
Claro que no.
No sé, porque
además no estoy segura de si el triunfo de Hillary Clinton represente para la
vecindad alguna ventaja en términos de relaciones comerciales, industriales y
migratorias. A la hora de la hora, así como Obama, guardan las promesas en un
cajón que abren, si acaso, cada cuatro o cada ocho años.
Ahora, si el
presidente estadounidense tomó la iniciativa de invitar a su homólogo mexicano
con la idea de incidir en el voto hispano, fundamentalmente mexicano, no estoy
segura si conoce la situación en México, más bien podría pensar que le falta
información de calidad.
No me parece
algo muy positivo que digamos; tampoco que, a estas alturas de la contienda
estadounidense, la incidencia sea definitiva y exitosa a favor de los demócratas.
Al contrario de analistas que celebran o destacan el encuentro Peña-Obama,
aunque sea tarde, hay otros que no olvidan (y es mi caso) el silencio del
Gobierno mexicano ante los insultos de Trump quien alimentó en el pueblo
estadounidense lo que el Dr. Jaime Tamayo define como racismo genético,
particularmente contra los mexicanos.
El electorado en
general, no se diga el estadounidense, es impredecible. Con frecuencia basta un
rumor, una información tergiversada aun cuando después se aclare o un hecho real
pero ficticio, para que se derrumbe el capital político de una o de otro. Todo
puede pasar. Sinceramente no creo que la visita y la reestructuración de la
estrategia mexicana-demócrata sirvan de mucho, sin embargo, nada es
descartable.
Aun así, no sé
qué pasará en las elecciones presidenciales de Estados Unidos el próximo
noviembre, pero las expectativas no son favorables en ningún sentido. Una opción
es peor que otra, pero ninguna alentadora como para pensar que las relaciones
entre los gobiernos de ambos países y entre los habitantes de uno y de otro
lado del Bravo, serán mejores. Es muy difícil aventurar un escenario así. Ni
Obama ni Peña han tomado medidas notables para resolver problemas y pendientes
añejos y, no sé, pero sí estoy segura de que un proceso electoral no es ni será
suficiente para enmendar conductas, iniciativas y actitudes que siempre,
siempre, nos han dejado en desventaja en esta vecindad.
Columna publicada en El Informador el sábado 23 de julio de 2016.