sábado, 30 de julio de 2016

No sé

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Después de una solicitud de perdón inútil e incomprensible creí que no vería otra escena presidencial extraña, mucho menos en la misma semana (normalmente las representaciones están  espaciadas). Lo sorprendente ahora es que está involucrado nada menos y nada más que el presidente Barack Obama. Se trata de la visita de Peña a Estados Unidos dizque para motivar al voto hispano anti-Trump en las elecciones que próximamente se celebrarán en el vecino país del norte.
No sé. Hay analistas que opinan que con esta reunión simbólica en realidad arranca una estrategia sólida de presión para que la importancia de México y su relación con Estados Unidos sea valorada en su justa medida; para que los mexicanos y descendientes de mexicanos en la Unión Americana cierren filas en torno a la candidatura de Hillary Clinton, no tanto por la ex secretaria de Estado en sí, sino porque es la opositora de Donald Trump, xenófobo millonario que ha hecho del “odio” a México su principal estrategia electoral, como todos sabemos.
No sé. Los millones de mexicanos y sus descendientes que viven en Estados Unidos, hasta donde se conoce, no están precisamente orgullosos del Gobierno peñista. Y aun cuando en la Unión Americana no se han registrado muestras de repudio como en varias ciudades europeas contra el titular del Ejecutivo federal, es fácil deducir los sentimientos de los compatriotas que viven del otro lado del río Bravo. Sí creo que la cercanía y la información acrecientan la inconformidad y el enojo que prevalece en territorio nacional.
No sé. Esta nueva disposición de Barack Obama, al cuarto para las doce, cuando México ha estado fuera de su discurso, cuando está a punto de abandonar la presidencia, no me genera confianza. Siempre lo hacen. Si en el fondo están los fines electorales, entonces sí, de otra manera, pasan cuatro y ocho años y nada cambia ¿este acercamiento ofrece garantías de concreción de la reforma migratoria? Claro que no.
No sé, porque además no estoy segura de si el triunfo de Hillary Clinton represente para la vecindad alguna ventaja en términos de relaciones comerciales, industriales y migratorias. A la hora de la hora, así como Obama, guardan las promesas en un cajón que abren, si acaso, cada cuatro o cada ocho años.
Ahora, si el presidente estadounidense tomó la iniciativa de invitar a su homólogo mexicano con la idea de incidir en el voto hispano, fundamentalmente mexicano, no estoy segura si conoce la situación en México, más bien podría pensar que le falta información de calidad.
No me parece algo muy positivo que digamos; tampoco que, a estas alturas de la contienda estadounidense, la incidencia sea definitiva y exitosa a favor de los demócratas. Al contrario de analistas que celebran o destacan el encuentro Peña-Obama, aunque sea tarde, hay otros que no olvidan (y es mi caso) el silencio del Gobierno mexicano ante los insultos de Trump quien alimentó en el pueblo estadounidense lo que el Dr. Jaime Tamayo define como racismo genético, particularmente contra los mexicanos.
El electorado en general, no se diga el estadounidense, es impredecible. Con frecuencia basta un rumor, una información tergiversada aun cuando después se aclare o un hecho real pero ficticio, para que se derrumbe el capital político de una o de otro. Todo puede pasar. Sinceramente no creo que la visita y la reestructuración de la estrategia mexicana-demócrata sirvan de mucho, sin embargo, nada es descartable.
Aun así, no sé qué pasará en las elecciones presidenciales de Estados Unidos el próximo noviembre, pero las expectativas no son favorables en ningún sentido. Una opción es peor que otra, pero ninguna alentadora como para pensar que las relaciones entre los gobiernos de ambos países y entre los habitantes de uno y de otro lado del Bravo, serán mejores. Es muy difícil aventurar un escenario así. Ni Obama ni Peña han tomado medidas notables para resolver problemas y pendientes añejos y, no sé, pero sí estoy segura de que un proceso electoral no es ni será suficiente para enmendar conductas, iniciativas y actitudes que siempre, siempre, nos han dejado en desventaja en esta vecindad.

Columna publicada en El Informador el sábado 23 de julio de 2016.