Ciudad Adentro
Sobre la
corrupción, el Presidente Peña Nieto dijo primero, hace tiempo, que era una
cuestión cultural, a manera de justificación; y apenas esta semana, el
miércoles, salió con que nadie puede aventar la primera piedra y “todos somos
parte de un modelo que hoy estamos desterrando y desando cambiar, para
beneficio de una sociedad que es más exigente y que se impone nuevos paradigmas”.
Perdón pero ¿qué
dijo? Bueno, primero que todo, se incluyó y segundo, quién sabe, hablar de
“paradigmas” suena muy moderno e innovador aunque ni siquiera se tenga idea de
qué significa (es muy común de hecho). Y pregunto porque antes del beneficio y los paradigmas había expresado lo siguiente: “Porque este tema que tanto lacera, la corrupción, está en todos los
órdenes de la sociedad y en todos los ámbitos”. No puedo más que lamentar
profundamente este discurso del Presidente de México, una vez más suena a
justificación y no realmente para combatir la corrupción, sino para mantenerla,
como para seguir practicándola, al cabo
en este país nadie puede tirar la primera piedra.
Hay análisis serios y profundos sobre la corrupción en México; está documentada
la corrupción durante el dominio español por ejemplo y antes, en los reinos
prehispánicos, el mexica a la cabeza. Hay quienes apuntan que se trata de una
combinación de dos modelos y los mexicanos somos los herederos, por eso, desde
cuándo, se afirma “la corrupción somos todos”.
Por un lado, el león cree que todos son de su condición, es cierto. Este
refrán no hace sino reflejar los niveles inconmensurables de ceguera, de
debilidad, de soberbia y de estulticia. No es así y no somos así. No todos y,
ciertamente, entre 120 millones de habitantes, no la mayoría.
El discurso de Peña esta semana, accesible en internet para quien desee
consultarlo (discurso),
deja ese sabor de boca, de justificación y falta de voluntad, de derrota y de
resignación. Terrible. Y por otro ¿no debería ser la clase política, empezando
por el primer mandatario, la que ponga el ejemplo de probidad y no de
corrupción?
Dicho sea de paso, desde hace varios días, desde el informe de hecho, hay
un componente pertinaz en las diversas intervenciones del mandatario: “lo bueno
casi no cuenta, pero cuenta mucho”. Es el lema o slogan principal de los spots del último informe de gobierno.
Memes, bromas y caricaturas no se han hecho esperar. En lo personal creí que no
pasaría de ahí, pero cuando habló con los deportistas paralímpicos, se refirió
a quienes hubieran querido que la delegación mexicana fracasara nada más
criticar (fue su lectura, dijo); y justo en la semana de la transparencia, en
donde pasó a cortarnos con las mismas tijeras a todos los mexicanos, remarcó
que no se regateara lo que sí se ha logrado en la materia durante su
administración. Al ras de la obsesión.
Sus asesores no le están haciendo ningún favor. Y con tales niveles de
impopularidad; con la demanda reiterada de que renuncie; con la molestia por
los gasolinazos, la inflación manipulada, el desempleo y el empleo precario; la
invitación a Trump, la información sobre la deuda que crece, la relativa al
paquete económico que parece elaborado por nuestros enemigos según varias
referencias y opiniones de expertos y la amenaza de una crisis de fin de
sexenio que parece la impronta de los priistas; la renuencia a promover un
incremento salarial que verdaderamente incentive el mercado interno y abata la profunda,
endémica y sistemática desigualdad que padecemos en México; la reforma
educativa que no es y la represión a diversos grupos inconformes con políticas
y decisiones, con “lecturas” erróneas y un desdén mayúsculo por todo lo
ciudadano, con todo esto, ese discurso justificador no sirve de nada, es más,
sirve pero para profundizar la cavernosa brecha entre los mexicanos y su máximo
representante, porque al remarcar que se regatea, que lo bueno no se cuenta y
que hasta se hubiera deseado que los deportistas mexicanos perdieran, el
reclamo reiterado a la sociedad, a los mexicanos, es tácito pero expreso.
No hay el más leve asomo de reconciliación, de aceptación mucho menos de
rectificación. Y claro, todos estamos mal. Es un desastre y una desgracia. El
sentimiento de impotencia cunde y hasta parece que puedo ver miles de manos
preparando el primer lanzamiento.
Columna publicada en El Informador el sábado 1 de octubre de 2016.