Ciudad Adentro
Ya nada más
falta que desde la Presidencia se nos convoque a todos los mexicanos a leer los
horóscopos todos los días para tomar mejores decisiones. Digo, no es nuevo que
los poderosos recurran a fórmulas esotéricas y mágicas para orientar sus
acciones; desde siempre y en todas las culturas los “asesores políticos” o el verdadero
poder detrás del trono como hace siglos lo detentaron Merlín, Rasputín y
Tlacaelel, entre muchos otros, fueron brujos, magos, sacerdotes o chamanes que
destacaban por sus poderes adivinatorios, premonitorios y supersticiosos.
Se sabe, por
ejemplo, que Francisco I. Madero era espiritista en una época en la que tal
práctica estaba de moda y no importaba si la creencia religiosa personal la
prohibía. Aquí mismo en Guadalajara, en la misma época, en las sesiones
espiritistas que tenían lugar en lo que hoy conocemos como Museo Regional
participaban intelectuales, gente culta y católica de prosapia. Pero de eso a
achacar todos nuestros males, por extensión claro, a la mala vibra, no hay comparación. Antes por lo menos había un fundamento
filosófico de por medio y no una vaga idea sustentada en la “felizología”, en
la “onda” de decretar y atraer lo mejor (¿invocar dijo?) (anexo la liga del
video: https://www.youtube.com/watch?v=DqEpQ0RguBk).
Es una desgracia
y me avergüenza. Malo si ese es el código de valores para tomar las decisiones
que afectan a 120 millones de mexicanos; y malo si simplemente fue retórica en
un intento fallido por tratar de ser simpático y hablar en los términos en los
que mucha gente se expresa. Él no es cualquiera. Es el presidente de los
mexicanos y se debe conducir respetando su propia investidura.
Que el primer
hombre de un país amenazado y en crisis banalice de tal manera su discurso no
es admisible, no es cosa menor. Somos un país en crisis por donde se le vea:
económica, educativa, social, cultural, política, de relaciones exteriores, de
libertad de expresión y además somos una nación a punto de enfrentar las peores
amenazas y tormentas (claro que Donald Trump ya se echó para atrás en muchas
cuestiones y ha suavizado sus declaraciones en comparación con todo lo que
despotricó durante la campaña); dadas las circunstancias, el entorno
internacional y las realidades que nos aplastan día con día, lo que urge es
estar preparados. ¿No que iba a velar por todos nosotros? ¿Será suficiente con
buena vibra, con contar lo bueno, con invocar lo que queremos, lo que deseamos?
Energía positiva
para atraer lo mejor para México… No bueno. Ahora sí que ni cómo ayudar.
Seguramente algún acomedido recomendó el documental “El Secreto” y se aprendió
las fórmulas del “ya me vi”, “ya lo decreté”, “lo voy a generar”, “lo atraeré”
y así por el estilo, pura energía positiva.
Cada quien sus costumbres
y debilidades, y está bien, pero no un primer mandatario, no el jefe de los
destinos de una nación compleja y en crisis como la nuestra en la que, por
cierto, los niveles de pobreza de hoy son los mismos desde 1992 (¿y Progresa y
Prospera y Oportunidades?).
Con mayor razón
entiendo la columna de ayer de Raymundo Riva Palacio (“Regreso al PRI… que no
lo quiere”), a ver cómo le va mañana; lo que ha hecho y lo que no, deja muy mal
parado al instituto político de cara a las próximas elecciones presidenciales;
ha dilapidado el poco capital político del arranque, hay enojo y preocupación.
Afirma Riva Palacio que si el PRI pierde las elecciones del 18 las dizque (esto
lo digo yo) reformas estructurales serán desmanteladas de inmediato y todo el
desgaste y descrédito de su administración habrán sido en vano.
No creo que en
esto se funden las inquietudes de los priistas que no quieren a su
presidente; no creo ni siquiera que les
importe si las desmantelan o no (no creo que crean una línea de la farsa
sexenal). La cuestión es que el mandatario ha sido acusado de abandonar al
partido y de excluir a la militancia pese a la lealtad demostrada por los
legisladores (no tanto los gobernadores) del PRI en las cámaras; esto por un
lado, y por otro, el desastre sexenal tendrá que reflejarse en las próximas
elecciones de alguna manera y los priistas ya ven venir la debacle, tan grande
e inevitable, que ni con ceremonias chamánicas ni peregrinaciones a Chichén
Itzá o al Ixtépete, ni cerrando los ojos e invocando el triunfo (om om) podrán conjurarla.
Columna publicada en El Informador el sábado 26 de noviembre de 2016.