viernes, 2 de diciembre de 2016

La debacle que se avecina

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Ya nada más falta que desde la Presidencia se nos convoque a todos los mexicanos a leer los horóscopos todos los días para tomar mejores decisiones. Digo, no es nuevo que los poderosos recurran a fórmulas esotéricas y mágicas para orientar sus acciones; desde siempre y en todas las culturas los “asesores políticos” o el verdadero poder detrás del trono como hace siglos lo detentaron Merlín, Rasputín y Tlacaelel, entre muchos otros, fueron brujos, magos, sacerdotes o chamanes que destacaban por sus poderes adivinatorios, premonitorios y supersticiosos.
Se sabe, por ejemplo, que Francisco I. Madero era espiritista en una época en la que tal práctica estaba de moda y no importaba si la creencia religiosa personal la prohibía. Aquí mismo en Guadalajara, en la misma época, en las sesiones espiritistas que tenían lugar en lo que hoy conocemos como Museo Regional participaban intelectuales, gente culta y católica de prosapia. Pero de eso a achacar todos nuestros males, por extensión claro, a la mala vibra, no hay comparación. Antes por lo menos había un fundamento filosófico de por medio y no una vaga idea sustentada en la “felizología”, en la “onda” de decretar y atraer lo mejor (¿invocar dijo?) (anexo la liga del video: https://www.youtube.com/watch?v=DqEpQ0RguBk).
Es una desgracia y me avergüenza. Malo si ese es el código de valores para tomar las decisiones que afectan a 120 millones de mexicanos; y malo si simplemente fue retórica en un intento fallido por tratar de ser simpático y hablar en los términos en los que mucha gente se expresa. Él no es cualquiera. Es el presidente de los mexicanos y se debe conducir respetando su propia investidura.
Que el primer hombre de un país amenazado y en crisis banalice de tal manera su discurso no es admisible, no es cosa menor. Somos un país en crisis por donde se le vea: económica, educativa, social, cultural, política, de relaciones exteriores, de libertad de expresión y además somos una nación a punto de enfrentar las peores amenazas y tormentas (claro que Donald Trump ya se echó para atrás en muchas cuestiones y ha suavizado sus declaraciones en comparación con todo lo que despotricó durante la campaña); dadas las circunstancias, el entorno internacional y las realidades que nos aplastan día con día, lo que urge es estar preparados. ¿No que iba a velar por todos nosotros? ¿Será suficiente con buena vibra, con contar lo bueno, con invocar lo que queremos, lo que deseamos?
Energía positiva para atraer lo mejor para México… No bueno. Ahora sí que ni cómo ayudar. Seguramente algún acomedido recomendó el documental “El Secreto” y se aprendió las fórmulas del “ya me vi”, “ya lo decreté”, “lo voy a generar”, “lo atraeré” y así por el estilo, pura energía positiva.
Cada quien sus costumbres y debilidades, y está bien, pero no un primer mandatario, no el jefe de los destinos de una nación compleja y en crisis como la nuestra en la que, por cierto, los niveles de pobreza de hoy son los mismos desde 1992 (¿y Progresa y Prospera y Oportunidades?).
Con mayor razón entiendo la columna de ayer de Raymundo Riva Palacio (“Regreso al PRI… que no lo quiere”), a ver cómo le va mañana; lo que ha hecho y lo que no, deja muy mal parado al instituto político de cara a las próximas elecciones presidenciales; ha dilapidado el poco capital político del arranque, hay enojo y preocupación. Afirma Riva Palacio que si el PRI pierde las elecciones del 18 las dizque (esto lo digo yo) reformas estructurales serán desmanteladas de inmediato y todo el desgaste y descrédito de su administración habrán sido en vano.
No creo que en esto se funden las inquietudes de los priistas que no quieren a su presidente;  no creo ni siquiera que les importe si las desmantelan o no (no creo que crean una línea de la farsa sexenal). La cuestión es que el mandatario ha sido acusado de abandonar al partido y de excluir a la militancia pese a la lealtad demostrada por los legisladores (no tanto los gobernadores) del PRI en las cámaras; esto por un lado, y por otro, el desastre sexenal tendrá que reflejarse en las próximas elecciones de alguna manera y los priistas ya ven venir la debacle, tan grande e inevitable, que ni con ceremonias chamánicas ni peregrinaciones a Chichén Itzá o al Ixtépete, ni cerrando los ojos e invocando el triunfo (om om) podrán conjurarla.


Columna publicada en El Informador el sábado 26 de noviembre de 2016.