Ciudad Adentro
¿Quién podría
estar enojado porque en este año se ha creado un millón de empleos? Nadie. Cómo
enojarse por un anuncio que revela ¡por fin! que se alcanzó la meta de
generación de empleos que necesita México desde la década de los noventa del
siglo pasado, por lo menos. Imposible.
¿Quién puede
reclamarle al Presidente algo, ante tales cifras extraordinarias? Y no sólo se
trata de un millón de empleos este año, sino que la mayoría, dijo el mandatario,
alrededor de 65 % de estos trabajos, están inscritos en el Instituto Mexicano
del Seguro Social, es decir, se consideran empleos permanentes ¿y qué creen?
Claro que no todo queda ahí: ¡ganan más de dos salarios mínimos! ¡Wow! ¿Cómo
enojarse o emitir cualquier desacuerdo?
Por si de pronto
no queda claro —los malos entendidos y las sub interpretaciones están a la
orden del día— estoy siendo sarcástica. Quisiera creerlo y no cuestionar ni una
coma de lo dicho por Peña Nieto esta semana, pero resulta imposible.
El desaliento
ante tales datos manipulados y manipuladores (mucha gente se lo cree) se
profundiza, primero, porque una vez más queda en evidencia que mientras el país
se desmorona en la Presidencia de la República no quieren darse cuenta. Se
despedaza entre la violencia, la corrupción rampante, la ineficiencia de los
servicios burocráticos (educación, salud, vivienda, tramitología, recaudación),
el recrudecimiento de la desigualdad (el inequitativo reparto de la riqueza),
la pobreza extrema, los miles de desaparecidos, la impunidad y la simulación. Todo
esto pasa en México, es nuestro día a día, pero en Los Pinos no quieren escuchar,
ver ni saber.
Segundo, porque
para el Presidente es la gran cosa la creación de un millón de empleos este
año, para un total de dos millones 500 mil en lo que va del sexenio, es decir,
si la meta es de un millón anual, el rezago es de un millón y medio sin contar
el acumulado de sexenios anteriores y sin considerar los matices de tal
cantidad. ¿Cuáles matices? Resulta que no necesariamente se trata de empleos
nuevos sino de formalización de trabajos ya existentes, no estaban inscritos
ante el IMSS. El secretario del Trabajo lo explicó días antes del discurso
presidencial de esta semana.
Tercero, porque
del total que maneja el mandatario, es preciso tomar en cuenta que alrededor de
70 % de los empleos dizque generados en el sexenio son precarios, es decir, los
mexicanos que se desempeñan en ellos ganan entre uno y dos salarios mínimos, en
otras palabras, sus ingresos no superan los cinco mil pesos mensuales, ni
siquiera llegan a los seis que aquel secretario Cordero decía que eran
suficientes para vivir bien.
Cuarto, porque
dijo el Presidente que al ganar más de dos salarios mínimos (ese “más” es
relativo, no son dos y medio, ni tres, o sea, a penas) y con el incremento a 80
pesos diarios a partir de enero de 2017, textual: “es la primera vez en 40 años
que los trabajadores recuperarán cerca de 15 por ciento de su poder
adquisitivo”. No bueno. Seguramente nos volveremos locos con tantísimo dinero.
Y quinto, porque
se omitieron datos que influyen en ese frágil y vulnerable poder adquisitivo
como el índice inflacionario, los abusos, la paridad peso-dólar e incluso las
expectativas de crecimiento económico al cierre de 2016.
Seguramente eso
no cuenta, porque si contara, entonces sí se caería todo el tinglado que tienen
armado en donde cada día (ya van para las mil 500 representaciones) todo es
perfecto. Lo único malo viene de afuera: todo es culpa de Trump y de la
globalización; y también de los mexicanos criticones e inconformes que nos
enojamos por la “creación” de un millón de empleos este año. Somos de lo peor.
El desaliento es
pues, cada día más grande alcanzando ya la calidad de descomunal, porque no hay
para dónde voltear. Aferrados al poder y a una realidad ficticia cómodamente
sentados en sus sueldos, sus aguinaldos, sus bonos, sus prebendas y
privilegios, no pueden ni quieran darse cuenta de lo que sucede en el México
profundo.
Antes de
terminar quiero recomendar un artículo que se publicó en The New York Times apenas ayer sobre la corrupción, de hecho, sobre
“el lado positivo de la corrupción” (artículo) (corrijo: el lado positivo de los últimos escándalos de corrupción). La pregunta es: ¿y aquí cuándo?
Columna publicada en El Informador el sábado 17 de diciembre de 2016.