Ciudad Adentro
Los sindicatos
ya no son como antes, cuando con el pretexto de proteger los derechos de los
trabajadores amenazaban con huelga o paro e inmediatamente sus demandas eran
atendidas. Esto estaba tan bien calculado que llegó a ser una obra de teatro
con miles y miles de representaciones, pero por lo menos alguna ganancia para
la clase trabajadora había: algún incremento salarial, alguna prestación
recuperada, nueva o renovada, algo, lo que fuera que hiciera sentir que
aquellos líderes sí se preocupaban por sus representados. Pero ya no.
Esta semana
asistí a la presentación de una obra en dos tomos, una gran empresa en verdad,
del Dr. Francisco Javier Aguilar García: El Estado mexicano, crecimiento
económico y agrupaciones sindicales: del Porfirismo al periodo neoliberal en el
siglo XXI editado por la UNAM. De entrada, la obra es útil y valiosa por el
recuento de sexenios y administraciones del último siglo, poquito más, porque
nos puede auxiliar en la ubicación de fechas, momentos y decisiones que aún
ahora nos afectan, como la creación del IMSS o del Infonavit o de la
introducción de los modelos de outsourcing…
por ejemplo. Nos puede ayudar a identificar quién hizo qué, es decir, qué
decisiones, leyes y medidas en materia laboral aprobó Cárdenas del Río o Miguel
Alemán o Salinas o Peña Nieto incluso, a quien el autor le dedica el epílogo.
Mil 460 páginas
en las que Aguilar se metió a fondo a investigar la situación laboral en
México, cómo ha evolucionado o retrocedido; si ha mutado y la realidad de los
sindicatos. En la presentación que fue en el CUCSH Belenes, participaron cinco
académicos de la Universidad de Guadalajara con comentarios a las diferentes
partes del trabajo.
Uno de los
presentadores, el Dr. Jaime Tamayo, sociólogo especialista en temas políticos y
de movimientos sociales, resumió en cuatro palabras lo que ha sucedido con los
sindicatos en México en el periodo que se aborda en el libro: confrontación-cooptación-integración-sometimiento.
Es fuerte, pero así es o ¿qué sindicato hoy en día, ya sea de trabajadores hijos de vecino o de empleados al
servicio del Estado, burócratas pues, defiende los intereses correspondientes?
¿Qué sindicato ha negociado mejores condiciones laborales para los trabajadores
mexicanos, los más trabajadores del mundo y que ni así les alcanza para vivir
con holgura, con las necesidades básicas totalmente resueltas incluyendo la
recreación, el vestido, la vivienda y la educación todo de calidad? ¿Cuál,
quién? Desde hace algunos años, del periodo cuando en la presentación se dijo
que los sindicatos “habían sido atacados” (léase gobiernos panistas) a la
fecha, no ha pasado nada extraordinario con relación a las condiciones
laborales de los trabajadores mexicanos, a su favor claro está, porque en
contra, baste mencionar el gasolinazo que diluyó ipso facto el aumento “histórico” y “sin precedente” que había sido
autorizado para el salario mínimo.
No, ya no es
como antes. En la presentación del libro que comento se habló de
conservadurismo, liberalismo, capitalismo y neoliberalismo, una sucesión de
modelos económicos a los que México se ha sumado sin chistar y que en esencia,
como han señalado algunos, nos han llevado a una especie de neoporfirismo que
privilegia hoy en día a los más poderosos y a los más ricos, en detrimento de
los que menos tienen y pagan porque pagan impuestos y todo lo que hay que
pagar, es decir, una realidad muy parecida a la de finales del siglo XIX y
principios del XX marcada por una desigualdad cada vez más profunda y criminal.
Y al decir ya no es como antes me refiero a los
inicios del sindicalismo en México, quizá podríamos llegar, forzando un poco, a
la mitad del siglo XX, pero una vez que se encumbraron y enriquecieron los
líderes sindicales, pues ya no. Y de eso tenemos varios ejemplos contemporáneos
porque además resulta que son longevos: Fidel Velázquez (y ahora vemos que no
era de los peores), Jongitud Barrios, Elba Esther Gordillo, Napoleón Gómez
Urrutia y Carlos Romero Deschamps por mencionar a los de infausta memoria,
vivos o fallecidos, fugados, asilados o encarcelados, pero sí, súper
millonarios ellos y sus descendencias.
Al final de la
presentación me quedó un saborcito amargo en la boca, muy desagradable: en
realidad, salvo contadísimas y honrosas excepciones, los líderes sindicales y
los gobiernos a los que se alían, han usado a los trabajadores como han
querido, como carne de urna y/o como amenaza para obtener poder y privilegios
personales.
Ya no es como
antes… y eso que antes no era lo mejor.
Columna publicada en El Informador el sábado 6 de mayo de 2017.