Ciudad Adentro
El Presidente de
México desea el regreso a la “normalidad democrática” en Venezuela como si en
nuestro país fuera una realidad. No lo es. Ojalá en México la normalidad
democrática estuviera consolidada. No es así ni disponemos de elementos para
considerar que por lo menos algo de democracia es cierto o es real, pero
tampoco.
Luego de los
comicios del 4 de junio, específicamente los del Estado de México, la certeza
generalizada es que fue una elección de Estado y se ha dado cuenta puntual en
diferentes medios y plataformas, desde el análisis periodístico y desde los
damnificados electorales, de la gran variedad de trampas y de las formas, ni
siquiera nuevas, con las que es posible consumar un fraude.
A dos semanas de
la jornada, lo que parece que se reviste de normalidad es eso: las
irregularidades, la compra de votos, los votos mal contados, las estrategias de
división mediante la cooptación de candidatos y la profusión de partidos que se
alían con el mejor postor; la pobreza y la mala educación deliberadas y, en
suma, el tinglado que tiene montado el sistema en el país cuyo principal
exponente o referente es, nada menos y nada más que el Estado de México, la
sede de Atlacomulco, la entidad de donde son originarias varias familias de
encumbrados políticos que han perfeccionado las formas del fraude al grado de
que ahí, en el Edomex, hoy por hoy, la alternancia es desconocida.
Aunque no se
trata de un proceso cerrado, todo indica que se confirmarán los resultados y
dentro de unas semanas Alfredo del Mazo recibirá su constancia de mayoría. La
legislación electoral del Estado de México varía un poco en comparación otras
leyes, incluso la federal, porque no se entrega la constancia de mayoría al
candidato ganador sino hasta que se agotan los recursos judiciales interpuestos
por la oposición.
Uno de los
partidos a los que le fue peor, sino es al que más, el PAN, con Josefina
Vázquez Mota, anunció que impugnará la elección, a pesar de que ni con eso
lograría un cambio significativo en los resultados; pero también la principal
afectada, la candidata de Morena, Delfina Gómez, en segundo lugar por un dos
por ciento escaso de diferencia con respecto al priista. En otros tiempos, un
resultado así se conocía como empate técnico, y si las impugnaciones proceden,
al hacer recuentos y/o anulaciones, se podrían tener sorpresas, pero es
difícil, muy difícil tratándose del Estado de México. Ya veremos qué pasa.
El caso es y no
puedo dejar de comentarlo, es que la realidad electoral en esa entidad todos la
veíamos venir, se documentó puntualmente en redes sociales y fue comentario de
opinólogos y analistas, sin embargo, a la hora que sucede lo que todos
esperábamos, las reacciones son de resignación, de “sí, ya lo sabía”, “sí, se
veía venir”, “sí, el PRI no iba a permitir lo contrario”… Y expresiones por el
estilo.
La normalidad
democrática, el concepto real, sin tergiversaciones, debería ser una aspiración
de todos los ciudadanos, independientemente de los defectos y perversidades
asociadas a los regímenes democráticos; pero en México, y esto es lo que no
debemos ni podemos permitir, se está convirtiendo en la aceptación del fraude,
como antes, mucho antes del IFE de Woldenberg y de la alternancia, cuando los
mexicanos decían que el PRI ganaría sí o sí y por eso los niveles de abstención
eran altísimos, cuando no existía incertidumbre sobre los resultados.
El partido en el
poder es persistente. Evitará perderlo a costa de lo que sea siempre que pueda,
pero los mexicanos no debemos tolerarlo, ni resignarnos, ni olvidar cómo violan
las leyes y se manipula a las masas, reitero, convenientemente en la pobreza y
sin acceso a una buena educación.
La que se ha
dado en llamar elección de Estado como si nada, nos debería indignar, son
hechos para reclamar, para impedir que se repitan, para exigir que se corrijan.
No es normal que se compren votos y conciencias, es la mejor forma de anular la
voluntad ciudadana.
La normalidad
democrática quiere decir otra cosa: elecciones libres, competitivas y
equitativas; incertidumbre electoral; independencia de los tres poderes y las
mismas reglas para todos. Las elecciones del 4 de junio, las del Edomex sobre
todo, no fueron así.
Columna publicada en El Informador el sábado 17 de junio de 2017.