Ciudad Adentro
No sé si es una
maldición o qué, mañas, mala suerte, corrupción, aires de grandeza, soberbia,
terquedad, negligencia, capricho ¿qué será? O todo combinado en un coctel
pernicioso y pervertido.
Guadalajara y el
agua tienen una historia infortunada, y no por obra y gracia de la naturaleza,
en ese sentido, al contrario, porque la abundancia con la que por lo general es
regada y dotada la ciudad es un privilegio desde tiempos inmemoriales, mucho
antes de que la Virgen de Zapopan fuera nombrada patrona contra rayos,
tormentas y tempestades para proteger a los tapatíos de los temporales.
Es infortunada
porque, ante el crecimiento poblacional constante, y en diferentes momentos de
su historia, incontrolable y desordenado, la demanda de agua ha aumentado a
niveles tales que se ha convertido en uno de los puntos prioritarios de la
agenda pública aunque mal atendido por decisiones equivocadas y por la lista de
conductas de la clase política que acabo de escribir en el primer párrafo.
Infortunada,
porque han prevalecido modas, caprichos, intereses y preconcepciones miopes que
contrastan con una visión moderna, sustentable y protectora del medio ambiente;
esa visión que garantizaría la dotación de agua por décadas al convertirla en
un recurso renovable vía el manejo adecuado de la naturaleza; hay métodos,
técnicas, estrategias probadas, confirmadas y emuladas en distintas partes del
planeta. Con una decisión que ponderara esta postura, sin duda el líder que lo
hiciera pasaría a la historia del lado de quienes enfrentaron grandes retos a
favor de la sociedad; de alguien que rompió con un patrón de conducta que,
reitero, ha sido mezquino y pernicioso; y optó por la responsabilidad y
soluciones de larga duración y largo alcance.
Han dicho hasta
el cansancio (y no hay dobleces ni intereses perversos) los activistas que no
se cansan de alzar la voz, quizá algún día sean escuchados, que no es necesario
construir presas para disponer del agua que necesitamos los sedientos citadinos
y los campos y las industrias, bastaría con reforestar, supervisar y
administrar caudales superficiales y subterráneos. Captación, carga y recarga,
conducción, ahorro, manejo responsable, cuidado… ¿Es tan complicado?
Seguramente costaría menos que los ¡90 millones de pesos! del estudio para
determinar que sí, que la presa va con una cortina de 105 metros y la
inundación de Temacapulín, Acasico y Palmarejo.
¿Por qué traigo
todo esto a cuento? Precisamente porque la decisión de construir la presa El
Zapotillo, retomada ahora después de pagar ese carísimo estudio, es una muestra
clara de la falta de visión (miopía pues) y de compromiso con el manejo del
agua y los habitantes de este Estado. Dos ejemplos que me conducen directo a la
idea de los infortunios.
¿Qué se podría
hacer con 90 millones de pesos? ¿Cuál sería nuestra realidad ahora si los
millones y millones de pesos que se han destinado a estudios para construir
presas se hubieran invertido en acciones más inteligentes, racionales,
sustentables e innovadoras en el manejo de los recursos?
No debería
extrañarnos el anuncio que hizo el gobernador Aristóteles Sandoval el jueves;
de hecho, ni siquiera era necesario que se gastaran los 90 millones de pesos.
Estaba claro que de todos modos lo haría. Es su modus operandi ¿se acuerdan de Arcediano? A mí no se me olvida
aquella cortina de humo de los agentes infiltrados, entre el fin de la
administración de Ramírez Acuña y el inicio de la de González Márquez, cuando
Aristóteles Sandoval, como presidente de la Comisión de Hacienda en el Congreso
del Estado —29 de enero de año 2007— permitió la aprobación del crédito para
Arcediano. Permanece en internet una nota de entonces: “Sin contar con un
estudio de impacto ambiental y a horas de que concluya su gestión, la Comisión
de Hacienda del Congreso de Jalisco aprobó un crédito de mil 920 millones de
pesos al Gobierno estatal para la construcción de una presa en Arcediano” (La Jornada).
Ahora, en un
tono condescendiente, afirma que no se construirá nada hasta que no concluya la
mudanza y las indemnizaciones; y se justifica: que el asunto quedó fuera de su
alcance, que tenía las manos amarradas y expresiones así. Otra más.
La lista de
infortunios de Guadalajara y el agua es larga. De un lado está lo que se ha
hecho mal y del otro, lo que se ha omitido o suspendido como la negociación del
crédito japonés que hoy nos tendría en otra realidad, menos infortunada, con
respecto al agua.
Y eso que no he
hablado del Lago de Chapala, el vaso lacustre protagonista de esta historia de
infortunios. Chapala y los acuerdos de la Cuenca, los transvases, la
contaminación, el lirio, el nivel, las plantas de tratamiento, agua para
Guadalajara, el canal de Atequiza, la desforestación, el azolve, el pescado
blanco…
Columna publicada en El Informador el sábado 1 de julio de 2017.