Ciudad Adentro
Falta de
autenticidad
Además de la
corrupción, que no es poca cosa, la clase política adolece (*) de autenticidad.
Ninguna decisión se toma con base en las necesidades de la población a la que
se deben. Digo, no estoy descubriendo el hilo negro, pero si seguimos el rastro
o la pista de sus manifiestos, informes, declaraciones y acciones varias,
confirmaremos que nada, pero nada, se hace sin interés electorero. Dicho de
otras formas: no dan paso sin huarache o se dedican a llevar agua a sus
molinos.
Los ciudadanos
estamos a expensas de que estas decisiones interesadas representen algún
beneficio, pero también se corre el riesgo de que no y pasen a convertirse en
claras y absolutas imposiciones dignas de gobiernos autoritarios, así,
autoritarios, sin filtros ni disfraces.
Me veo en la
necesidad de curarme en salud: estoy a favor del uso de las bicicletas y de
todas las medidas que se tomen para inhibir el uso del automóvil y mejorar la
movilidad en esta ciudad tan compleja. Mejorar la movilidad para mí significa
agilidad, fluidez, menos contaminación, menos costos en todos los sentidos,
menos desperdicio de tiempo, productividad… en suma, armonía social y urbana.
Hasta aquí bien.
Lo que no me parece y lo he expresado desde hace años, es que se habiliten
ciclopistas o ciclovías como si fuera lo único que se necesita, precisamente,
para mejorar la vialidad. Lo peor de todo es que a pesar de las malas experiencias
por las ciclovías en otros puntos de la ciudad como en Av. La Paz por ejemplo,
se cometen los mismos o peores errores en la de Av. México.
Ambas vías eran
fluidas y de las pocas que cubren amplios sectores de la urbe de oriente a
poniente y viceversa. Av. México, entre Juan Palomar y López Mateos, funcionaba
(tiempo pasado) como vía alterna en caso de accidente, obra pública, tormenta o
cierre de la Minerva. Efectivamente, ya no. En la confluencia de las avenidas
México y Terranova (poniente) se hace un mazacote con los semáforos y flechas
que mínimo (y eso si no está lloviendo o hubo algún percance vial) hay que invertir
media hora en un tramo de dos cuadras. ¿Y la ciclovía? Vacía.
Hace tiempo
conversé con un promotor del uso de la bici y cuando le manifesté los problemas
que generaba la ciclopista en Av. La Paz (ya saben, la supresión de un carril
de cada lado del camellón, los bolardos y el estacionamiento a media vía), de
inmediato me dijo que le quedaba claro que yo era una opositora. Ah, porque
esta es otra cuestión: no se puede expresar un desacuerdo, con argumentos y con
el ánimo de que la medida se mejore, porque del otro lado hay un cierre total
de entendimiento y lo único que puede surgir de una actitud así es un juicio
demoledor. Casi fui juzgada de antiprogresista y sólo faltó que me colgara
alguna etiqueta partidista, bueno, de seguro lo hizo pero no me lo dijo. El
individuo se enojó y prácticamente me retiró el habla. Así se las gastan en una
reacción que lamentablemente cunde y que lejos de aportar limita… A ver cuándo
aprenderemos.
Estas decisiones
responden a una tendencia electorera a favor de la movilidad, pero se ha
malentendido y se han desdeñado, reitero, los señalamientos que apuntan a
hacerlo de una mejor manera. ¿Los resultados? Caos vial, pérdida de tiempo,
costos, costos y más costos, más humor y lo que se acumule. Algo que podría ser
bueno lo están haciendo mal. Ese tramo de Av. México, lo echaron a perder ya y
con él, toda la zona de influencia que es transitada y extensa.
Otro ejemplo de
la falta de autenticidad (son apenas dos botoncitos), es el tema de la
escultura de José Fors. Me recuerda aquel mural que Alejandro Colunga no pintó
en la Capilla Loreto porque en esta casa editorial se dio a conocer la
imposición que se pretendía. Retomo las consideraciones del Dr. Roberto
Castelán: es de celebrar que los gobiernos incluyan en sus políticas públicas
el impulso del arte y los artistas, sobre todo en Jalisco con tanto talento y
más, agrego, si la cuestión presupuestal está resuelta… Pero ¿por qué José
Fors? ¿Por qué no otro? Es algo que ampliamente se podría someter a consulta.
Se está manejando el asunto como una total y absoluta imposiciones, es decir,
como emanada de un gobierno autoritario. La ciudad es de todos y el arte
público pasas a formar parte del patrimonio de todos. Si Enrique Alfaro tuviera
esto en cuenta, sus decisiones serían más auténticas y no nos recordarían tanto
a los gobiernos que dice criticar y con respecto a los cuales quiere pintar una
raya o poner distancia. Está a tiempo de rectificar. La carrera pretende ser
larga.
Columna publicada en El Informador el sábado 29 de julio de 2017.