Ciudad Adentro
El estiaje es
real, parte de los ciclos de la naturaleza y año con año hay que lidiar con
eso, pero precisamente porque se sabe desde siempre, las autoridades y la
sociedad tendríamos que actuar de otro modo con respecto a esa realidad que
hasta se reconoce como “temporada de incendios forestales”, sí, temporada, como
la de lluvias o huracanes.
Todo está seco
después del invierno y con el cambio climático que también es real, es peor
cada vez, más extremoso, más radical. Circula en redes sociales y en internet
una fotografía satelital de México donde se marcan los incendios al día lunes
de esta semana: la mitad del país en llamas, de la región Pacífico-Centro al
sureste y del lado del Atlántico, la península de Yucatán.
Bien, entonces
están las cuestiones propias de la naturaleza pero también los accidentes y la
falta de conciencia de paseantes diversos que no apagan bien las fogatas, que
usan asadores irresponsablemente, que fuman y dejan basura inflamable. Contra
estos riesgos hay campañas recurrentes que hay que reforzar siempre, esto no
puede obviarse de ningún modo.
Estos dos
aspectos son permanentes y es cuando se deberían aplicar políticas públicas
pertinentes y oportunas que nos recuerden que estamos en pleno estiaje y hay
que ser especialmente cuidadosos si queremos seguir disfrutando de la
naturaleza.
Hay un tercer
aspecto, el más complicado y sin duda criminal, que reclama acciones urgentes
de las autoridades: los incendios provocados con fines inmobiliarios y
agropecuarios más otras acciones que dañan al bosque como sobrepastoreo, tala
clandestina y siembra en terrenos que no tienen esa vocación. Desconozco
exactamente cuántos de los incendios en el país son resultado de esto, pero
sabemos, y es un secreto a voces, que es el caso del Bosque de La Primavera, un
espacio natural sobre el que deberíamos sentirnos verdaderamente privilegiados.
Fotografía: El Informador. |
Los incendios
este año suman 47 y la cantidad de zonas afectadas supera las mil 500
hectáreas. Más o menos desde hace 15 años el incremento en los incendios en La
Primavera ha sido notable, contrasta con los incidentes de años anteriores y,
paralelamente, los desarrollos inmobiliarios han ido en aumento.
La Primavera es
una caldera volcánica y, por lo mismo, es un espacio muy frágil. Los suelos y
la masa forestal son delicados, por decirlo de alguna manera y fue por eso y
por la riqueza natural del espacio, la biodiversidad, las especies de flora y
fauna y los beneficios ambientes para la Zona Metropolitana de Guadalajara y
otros municipios, que desde 1980 se decretó Área Natural Protegida, no
obstante, no hemos avanzado gran cosa en su protección, al contrario.
Me encontré en
mi archivo los textos de un reportaje colectivo que se publicó en esta casa
editorial en mayo de 1998, hace 21 años, porque entonces se registraron varios
incendios. Hemos avanzado tan poco o nada, de plano, que empecé a leer aquella
información de hace dos décadas y salvo por los personajes, parecía que eran
datos generados hace unos días y próximos a publicarse (se publicó en dos
entregas, 22 y 23 de mayo de 1998).
No se ha
trabajado bien y no se ha hecho lo suficiente a pesar de los esfuerzos de
asociaciones de la sociedad civil o de la sociedad en general, por su activa
participación en la generación de conciencia y en trabajos de voluntariado
cuando se ofrece, ya sea para combatir incendios o en labores de reforestación
y recolección de basura. Las autoridades no han actuado en la misma medida por
décadas, siempre reactivas, con paliativos, con decisiones cosméticas y para
salir del paso.
Cómo quisiera que
por una vez se emprendiera un programa diseñado para surtir efectos de muy
largo plazo, que nos garantizara la supervivencia del bosque en excelentes
condiciones; que cada quien hiciera su parte empezando por los gobiernos
federal, estatal y municipales, que bien podrían servir de ejemplo para
despertar y fortalecer conciencias y motivar una mayor participación.
Urgen medidas
radicales para combatir los incendios provocados, más allá de cerrar uno de los
accesos públicos. No puede ser que el bosque esté a merced de los intereses
inmobiliarios, miopes, inmediatistas, egoístas y avaros; y que superen el
sentido y el bien común, la conveniencia de un medio ambiente sano y sin duda
alguna benéfico para cinco millones de habitantes de la zona conurbada y
municipios como Tala y Ameca. Mejora la calidad del aire, hay agua, flora y
fauna abundantes.
Urge romper el
patrón de lo que ha sido la atención del Bosque de La Primavera y cambiar hacia
decisiones inteligentes, con efectos duraderos, que reflejen un verdadero
interés por proteger ese espacio para beneficio de todos.
Columna publicada en El Informador el sábado 18 de mayo de 2019.