Ciudad Adentro
Esta semana se
publicó en The Guardian, periódico
británico, un reportaje en donde se asegura que la esposa del Presidente de
México, Angélica Rivera, utiliza un departamento en Miami que pertenece al
Grupo Pierdant, compañía que concursa para construir puertos marítimos aquí en
el país.
Esto fue apenas
el día 9 de agosto y de inmediato la Presidencia de la República, a través de
la Vocería, salió a desmentir y a lamentar el texto en The Guardian. Se afirma por supuesto que nada es cierto y que
además los reporteros del diario no buscaron la versión oficial antes de sacar
a la luz el trabajo periodístico.
Si mal no
recuerdo y creo que varios el lector lo tendrá en mente también, apenas el 18
de julio el Presidente Peña pidió perdón por el asunto de la Casa Blanca. Cito:
“Si queremos recuperar la confianza ciudadana todos tenemos que ser
autocríticos, tenemos que vernos en el espejo, empezando por el propio
Presidente de la República. En noviembre de 2014, la información difundida
sobre la llamada Casa Blanca causó gran indignación. Este asunto me reafirmó
que los servidores públicos además de ser responsables de actuar conforme a
derecho y con total integridad también somos responsables de la percepción que
generamos con lo que hacemos, y en esto reconozco que cometí un error. No
obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia,
lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno. En
carne propia sentí la irritación de los mexicanos, la entiendo perfectamente,
por eso, con toda humildad, les pido perdón; reitero mi sincera y profunda
disculpa por el agravio u la indignación que les causé”.
Este mea culpa se dio en el marco de la
promulgación del Sistema Nacional Anticorrupción (peor es nada) sin embargo, a
tres semanas de entonces una vez más la integridad de la primera dama se somete
a juicio de la opinión pública porque, a estas alturas, aunque se haya negado,
la credibilidad, escasa a estas alturas de la administración, muy escasa,
esmirriadita, terminó por precipitarse casi hasta la extinción o evaporación o
la figura que mejor le plazca para ilustrar que, lejos de trata de recuperar la
“confianza en el gobierno”, al parecer se dedican a lo contrario. ¿O qué
pensaban? ¿Qué una vez solicitado el perdón —no me di cuenta de que nadie se lo
otorgara— ya tenían como permiso para hacer cualquier cosa?
El 18 de julio
pasado el titular del Ejecutivo federal hizo hincapié en que se condujo dentro
de la ley, aun así solicitó perdón porque no se había percatado de la
responsabilidad que también tienen los servidores públicos en cuanto a la
percepción de los gobernados. Bueno, pues en menos de un mes estas afirmaciones
se cayeron aparatosamente. De por sí, el nivel de aceptación del mandatario va
en picada: entre 15 y 34 % si se consideran, en el primer caso, líderes de
opinión y en el segundo, población en general. Igual la calificación, con las
mismas acotaciones va de 3.3 a 4.7 en ambos casos en una escala de diez, es
decir, reprobadísimo.
¿Volverá a pedir
perdón o nos tocará regañada de la primera dama? El asunto es cuestionable por
donde se le vea. Y no es moral, ni sano, ni considerado con los mexicanos, con un pueblo cuya mayoría
vive en pobreza y pobreza extrema (con todo y que quieran cambiar las fórmulas
de conteo y evaluación). Es cínico, es descuidado, desaseado y todos los
calificativos que pasen por la mente.
Y después de
esto, atenta a reacciones en medios de comunicación, me llevo una sorpresa
mayúscula cuando escucho a “presuntos” radioescuchas llamar a las estaciones y
decir que “ya chole” con el asunto del departamento en Miami, que para qué se
aborda el tema, que para qué se informa, que no sirve de nada, que mejor los
dejemos gobernar y expresiones por el estilo.
Si el gobierno
no se conduce sobre bases de honestidad y transparencia, de integridad y apego
a la ley según el discurso de Peña Nieto ¿entonces qué? ¿Ya? ¿Nos resignamos a
que cunda la corrupción? ¿A que la familia presidencial haga de las suyas?
¿Aguantaremos estoicamente, mientras todo sube menos los salarios, que nos
vuelvan a regañar por malpensados y criticones o que nos pidan perdón pero no
en un auténtico acto de contrición y arrepentimiento con penitencia?
Nada de que “ya
chole”, urge una rendición de cuentas auténtica. Los mexicanos no merecemos
menos.
Columna publicada en El Informador el sábado 13 de agosto de 2016.