Ciudad
Adentro
La
historia se repite casi íntegra pero el incremento en la tarifa del transporte
público no tiene parangón, es un golpazo para la economía familiar de las
mayorías en esta zona metropolitana. Es un “ajuste” histórico, lo mismo que la
represión a los manifestantes contra la medida, el viernes 26 de julio.
Por
lo menos desde 1994, estamos hablando de 25 años, los aumentos, siempre
polémicos, siempre manipulados y manipuladores, siempre injustificados, habían
sido de 50 centavos o de un peso, cuando mucho, no de tres pesos como el que
entró en vigor el 27 de julio pasado para Tren Ligero y Macrobús con el anuncio
de que se aplicará por lo menos en diez rutas más en mes y medio; y en todas a
partir de 2020.
El
impacto en el bolsillo de los usuarios es demoledor, porque el “apoyo” de los
empresarios, el que dijo el gobernador Enrique Alfaro de 10 pesos diarios para
compensar el incremento de 2.50 por cuatro viajes, ya explicó Diego Monraz (el
mismo Diego Monraz que en 2007 dijo que el “pulpo camionero” era un mito y
entonces habló de los transportistas como un gremio “responsable, preocupado
por cambiar”) que se otorgará de manera voluntaria, es decir, no es una
obligación y, por lo tanto, no significa que todos los trabajadores lo
recibirán. Sí en cambio, los burócratas. En otras palabras, como usuarios y
contribuyentes, también nos toca pagar el “apoyo” para los trabajadores al
servicio del Estado.
El
aumento —agradezco las cuentas de Luis Ignacio Román Morales— de 7 a 9.50
pesos, es de 37 % y si consideramos, con base en los argumentos del gobernador,
que se trata de cubrir por lo menos seis años de rezago en ajuste tarifario, el
nivel inflacionario del periodo es de 23 por ciento. O sea, el golpe para la
economía familiar es, en principio, de 14 %, porcentaje equivalente a la suma
de la inflación anual entre 2012 y 2015, de hecho, superior.
La
cuestión no se queda aquí: resulta que casi nadie trae monedas de 50 centavos y
menos de las amarillas, las grandecitas, que se han ido sustituyendo por las
plateadas minúsculas. Las máquinas donde los usuarios depositan el importe del
servicio no aceptan las moneditas plateadas, las regresan; y si lo que se
deposita son 10 pesos, las máquinas no dan cambio. En pocas palabras, el
incremento real fue de tres pesos, es decir, de 42 por ciento, lo cual confirma
el golpazo para las familias cuyos ingresos no se han incrementado ni soñando, en
la misma proporción, ni siquiera cercana.
Y
que el gobernador Enrique Alfaro venga a decir, casi a la semana del anuncio y
a dos días de que entrara en vigor, que si no se hubiera tomado la decisión se
habría sometido al sistema a un colapso financiero y dejaría de operar, me
parece injusto y totalmente abusivo.
Resulta
que los jaliscienses, a quienes dice servir y poner en primer lugar, seremos
los paganos de una serie de malas decisiones tomadas puntual y cíclicamente por
sucesivos gobiernos y políticos, incluyéndolo, porque hace seis años tramitó un
amparo contra un aumento que si bien no se justificaba por los precios de diésel,
gasolina y energía eléctrica, es decir, por los costos de los insumos, sí se
necesitaba para mejorar la calidad del servicio, son dos aspectos diferentes y
se presentan engañosamente como uno. Así como dice que da la cara y habla de
frente, debería reconocer que en su momento tomó la mala decisión, con fines
electorales por supuesto, de ampararse contra el ajuste. De haberse concretado
entonces, el incremento se habría dado de manera gradual y no de un solo golpe
como ahora. Él tiene responsabilidad en eso y serviría por lo menos que lo
reconociera.
Me
adhiero a la propuesta del académico y economista Luis Ignacio Román en el
sentido de diseñar estrategias alternativas para modificar la lógica de costos.
El incremento en la tarifa es desproporcionado totalmente con respecto a los
ingresos de los usuarios, entonces se podrían implementar mecanismos
cooperativos entre transportistas pequeños y medianos, no los gigantes del
pulpo camionero (que no es un mito), para abatir costos en los gastos de
mantenimiento y mejorar la calidad. Claro que se puede, y no castigar, como
siempre, a los usuarios.
Este
incremento de 37 o de 42 % en el servicio de transporte público, depende de si
tiene monedas de cincuenta centavos o no, de las amarillas, es violencia pura,
es un golpazo a la economía familiar que no tiene precedente ni justificación.
Porque además, mientras Alfaro señala al gobierno anterior de corrupto e
irresponsable insiste en que fue antes de su gobierno que se autorizó ajustar a
9.50 pesos el pasaje; y porque no reconoce, insisto, que el amparo que
interpuso influyó en las decisiones de entonces y en las de ahora.
Columna publicada en El Informador el sábado 3 de agosto de 2019.
Hace algunos años...
Recuerdo, como si hubiera sido ayer, aquella decisión del Gobierno de Jalisco de modificar en un solo día las rutas del transporte público en Guadalajara. Fue en 1985 y el artífice de la medida, el Ing. Jorge Matute Remus. El ingeniero, reconocido y recordado por haber movido el edificio de la Telefónica, propuso un sistema ortogonal que convirtió a la ciudad en un caos. Fue necesario suspender tal operación, pero desde entonces, las decisiones, malas y buenas (más de las primeras que de las segundas), en materia de transporte, se han sucedido afectando siempre, por supuesto a los usuarios.
Y ha sido así porque se trata de un pendiente grande y vigente. El crecimiento de la ciudad agarró dormidos a los gobernantes y no han sabido como resolverlo, superados además, por los intereses económicos y electorales asociados y estrechamente vinculados al manejo del transporte en la zona metropolitana: léase sindicatos, pulpo camionero y corporativismo.
Es cíclico, como en temporada de serie o teatro, el espectáculo de la solicitud de aumento, la dizque resistencia del gobierno, las manifestaciones inocuas, la aplicación del "ajuste" y la manutención de la pésima calidad en el servicio. Qué les digo, todos los habitantes de esta ciudad lo sabemos.
Dejo aquí, nada más como muestra y para recordar, tres columnas de hace 13 y menos años, sobre el mismo punto. A ver qué lo hace ahora diferente o quién nos puede dar garantías ciertas y confiables de que será diferente.
El Informador, 8 de diciembre de 2006
Regalo navideño
LAURA CASTRO GOLARTE
Ya perdí la cuenta de las veces que en
diciembre se monta el escenario y se llega hasta la tercera llamada y
empezamos, para la función del transporte público, ya tradicional como las
pastorelas y otras representaciones decembrinas y, de hecho, como las
pastorelas, ya sabemos (o deberíamos), el final.
Sigue en "estudio" el
incremento a la tarifa del transporte público urbano que solicitan los
transportistas de un peso, ya no de cincuenta centavos y mientras el secretario
General de Gobierno lo da por hecho, el gobernador interino dice que todavía no
hay una decisión, que los expertos en este momento analizan la propuesta.
¿Por qué les gustará diciembre? Ya en
alguna ocasión escribí que a lo mejor es porque la gente anda entretenida en
las compras navideñas, tratando de que el aguinaldo alcance, preparándose para
el 2007, las vacaciones y todo eso; el asunto del diésel sólo es el pretexto
porque desde hace varios años diciembre es la fecha para la escenificación de
todo el teatro.
Y si se apegan al guión, ya verán
ustedes amables lectores, que no se tomará la decisión sino hasta febrero,
cuando se supone que ya remontamos la cuesta de enero y el aumento será de
cincuenta centavos y no de un peso porque resulta de que (por si no lo sabían
ustedes) tenemos gobernantes muy conscientes que siempre, pero siempre,
siempre, están pensando en el bienestar de la sociedad a la que sirven
(deberían).
El único factor distinto al de otros
años, es que las elecciones acaban de pasar y, lo peor de esto es que en lugar
de cincuenta centavos y de todas maneras recetarnos el incremento, autorizar
sí, el peso que piden los transportistas, al cabo falta mucho para que la gente
vote y ya para entonces se habrá olvidado.
Mientras tanto, como ya lo habíamos
dicho también hace un año, la propuesta para una reforma integral del
transporte público en Jalisco, presentada por Juvenal Esparza, presidente de la Comisión de Vialidad y
Transporte en el Congreso del Estado, sigue durmiendo el sueño de los justos y
yo me sigo preguntando ¿por qué en Guadalajara no? ¿por qué no hay alguien con
voluntad y, esa sí, mano firme, para reestructurar el servicio de camiones y
convertirlo en un verdadero sistema de transporte? ¿Será de plano imposible e
impensable que los servidores públicos que nos gobiernan pongan orden y dejen a
todo mundo contento: usuarios y transportistas? ¿Por qué no le entran de una
buena vez, ya, por favor?
Yo, la verdad, ya no quiero ese regalo
navideño que siempre huele a manipulación. A ver si Emilio.
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El Informador, 22 de diciembre de 2006
Camiones
LAURA CASTRO GOLARTE
Escribo este artículo antes de que se anuncie el fin del
paro camionero y espero, que para cuando usted esté leyendo este comentario, se
haya regularizado ya el servicio, aunque sea, el mal servicio.
Los camioneros escogieron la fecha precisa, en la que se
hiciera más daño a los usuarios: el último día hábil antes de Navidad, muy bien
por ellos, excelente estrategia ¿no? y la gente, que se amuele, para decirlo
suavecito.
Además de soportar un pésimo servicio (esperar horas en la
esquina para que después de tanto, ya con la presión de llegar tarde a
cualquier destino, el chofer tenga a bien detenerse, pedir por favor y dar las
gracias porque quién sabe de qué humor esté el conductor, llevar cambio porque
si no quién sabe cómo le vaya, y, si se corre con suerte, sentarse para un
trayecto de más horas o, como casi todos los días, viajar parado y apretujado,
pensando ya todo lo que se habrá que caminar para llegar al trabajo o a la
casa, porque además no se sabe si el chofer se detendrá en donde se pide la
parada o tres o cuatro cuadras más adelante) hay que sumar por supuesto, el
desastre por el paro y, encima, prácticamente la certeza de que, en cuanto se
levante, habrá una nueva tarifa, cincuenta centavos o un peso más para un servicio
que no por eso va a mejorar, aunque los camioneros se comprometan a ello.
Es... indignante. El paro fue sorpresivo, claro, para impedir
que la gente tomara providencias y se organizara para resolver la falta de
camiones en la ciudad pero ¿la autoridad no lo supo antes? ¿no tienen
informantes? ¿qué hace la Secretaría General
de Gobierno? ¿Y la de Vialidad que sí se enteró, por ejemplo, y alertó a los
camioneros contra quienes estaban pidiendo dinero quién sabe para qué?
El teatro camionero de todos los años llegó, ahora sí, a
extremos que no se habían dado desde hace mucho tiempo.
Ya basta.
Sería verdaderamente un acierto que en el Congreso del
Estado, en esta o en la próxima legislatura, los diputados se lucieran
revisando y aprobando la ley para reordenar el transporte público, sobre todo
la parte de la estructura empresarial; y además, que el próximo titular del
Ejecutivo estatal, le entrara con decisión y sentido social al asunto del
transporte en Guadalajara para, de una vez por todas, darle a todos los
habitantes de esta metrópoli, el servicio que se merecen.
Por lo pronto y a pesar de esta lamentable circunstancia, les
deseo que pasen una muy feliz Navidad.
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El Informador, 21 de diciembre de 2013
Ciudad Adentro
Siempre en diciembre
¿Alguien ha notado que casi siempre se dirimen o discuten asuntos
relacionados con incrementos en la tarifa del transporte público en diciembre?
¿Y por lo general cuando ya se pagaron los aguinaldos y que todo mundo, bueno,
que predomina cierta euforia por la efímera liquidez y andamos distraídos con
todo lo que implica la Nochebuena?
Claro que no en todos los casos es así, y me refiero a la distracción y a
la euforia; porque si hablamos de la decisión de aumentar la tarifa, ya es un
patrón que se haga en estas fechas y luego, los camioneros piden un determinado
aumento, normalmente exagerado, para que quede en una cantidad menor, pero ya
fríamente calculada por todos los actores (literal). ¿Qué pasará en esta época
navideña?
¿Se saldrán los camioneros con la suya? ¿Logrará el gobierno negociar para
que los bolsillos de los usuarios no resulten afectados? ¿Cómo podrá la
autoridad conciliar su máximo interés que es el bienestar de los jaliscienses,
con las justas, que digo justas, justísimas
demandas de los transportistas? ¿Triunfará una vez más –como siempre—el pulpo
camionero?
Cada diciembre me sorprendo escribiendo sobre lo mismo y a pesar de que es
el mismo guion, con ligeros ajustes, el gobierno y los camioneros terminan
aplicando lo que les da la gana al de por sí pagano pueblo que no sé qué más,
cuánto más aguantará. Quizá para cuando le lector se encuentre leyendo esta
columna, el incremento a la tarifa se habrá consumado.
Se anuncian manifestaciones y protestas, se exige a funcionarios y
servidores públicos que no apoyen el incremento, pero la verdad, no veo en el
horizonte una decisión a favor de la gente y mucho menos en estos tiempos en
los que desde el Gobierno federal se han estado aprobando reformas tras
reformas sin considerar, en lo absoluto, la voluntad ciudadana. Es decir, el modus operandi que llegó para quedarse
desde diciembre del año pasado es el del autoritarismo que se reproduce en cada
entidad dizque libre y soberana. Digo, y que nadie se escandalice; nada más hay
que ver la forma en que hace una semana se aprobó la reforma energética en el
Congreso de Jalisco… Y en todos los demás. Así, sin demora, cambio ni dilación
alguna.
Ayer hubo una manifestación en la Ciudad de México contra la reforma
energética que fue promulgada por el Presidente Enrique Peña Nieto al mediodía,
en Palacio Nacional. Las escenas y las fotografías me remiten a una especie de
cinta de terror o de ficción o de otro planeta porque todos los que aparecen
como protagonistas sonríen y aplauden como si no hubiera gente desgañitándose
en las calles contra modificaciones que han sido calificadas de “atraco” y
“robo del siglo”. Ellos ahí en Palacio Nacional… como si nada.
Y seguirán como si nada hoy, cuando los manifestantes de ayer ahora lo
hagan contra el incremento en la tarifa del metro en la Ciudad de México. Es
desesperante. Las manifestaciones, las marchas, las consignas, los videos (en
los que, por cierto, están participando actores del más alto nivel que desde
hace varios años se han sumado a las demandas más sentidas de los mexicanos y
han logrado muchísimos seguidores… Bien por eso) son acciones que desde abajo
tendrán que ser tomadas en cuenta más temprano que tarde, porque cada vez son
más, y la indignación y las inconformidades crecen.
El panorama no se avizora alentador, ni para lo que resta de este año ni
para el que entra, pero desde este espacio quiero extender mis mejores deseos
hoy y siempre con el ánimo de que nuestra calidad de vida mejore, incrementemos
nuestros niveles de conciencia social y estemos en condiciones de progresar en
lo individual y como nación.