Ciudad
Adentro
Cómo
quisiera que hiciéramos un alto total y prolongado para darnos la oportunidad,
como sociedad, como comunidad, de reflexionar en torno a conductas y actitudes
que lejos de reportar beneficios generalizados, dividen, separa y dañan el de
por sí maltrecho tejido social. El comentario de hoy se desprende de la
ciclovía en Jardines del Bosque, aquí en Guadalajara, el rechazo vecinal, la
terquedad oficial y la defensa a ultranza de los movimientos a favor de una
movilidad sin autos en la zona metropolitana.
De
entrada, la radicalización de las posturas apunta a que cual sea que prospere,
será una imposición y, de hecho, la irreductibilidad está del lado de la
autoridad y de los activistas. Los vecinos, que recurrieron al amparo,
propusieron alternativas con el ánimo de que la ciclovía no causara problemas
mayores como en otras vías (La Paz y Av. México, por mencionar dos casos) pero
no han sido escuchados; estoy segura de que la oposición de los colonos de
Jardines del Bosque se debe precisamente a la experiencia en esas otras rúas.
He
dado seguimiento a los asuntos de movilidad desde hace años, especialmente
desde aquella imposición también de Manuel Verdín Díaz, quien fuera secretario
de Vialidad en la administración de Emilio González Márquez, de convertir López
Mateos en un viaducto los fines de semana. La decisión despertó a buena parte
de la ciudadanía que se agrupó en asociaciones como Ciudad para Todos para, de
manera organizada, influir en mejores decisiones de movilidad, con el foco
siempre en inhibir el uso del automóvil. Hasta aquí todo perfecto y alentador.
Vinieron
cambios de gobierno y los activistas de la movilidad lograron ser escuchados
por presidentes municipales y gobernadores, no sólo para la habilitación de
ciclopistas, sino que varios de los jóvenes líderes de estos movimientos,
fueron atraídos por los nuevos gobiernos: perdimos activistas y ganamos funcionarios
enfocados en una sola agenda y en sus intereses personales con altos niveles de
intolerancia y desdén por posturas distintas a las suyas.
Lejos
de contribuir a una convivencia armónica, instalados ya en el servicio público,
llevaron adelante sus proyectos sin importar las necesidades de los demás y es
así como tenemos esas ciclopistas impuestas y mal planeadas por toda la ciudad
que contribuyen a que la vialidad y la movilidad sean verdaderamente caóticas
casi todo el día, no nada más en horas pico.
Una
vez intenté dialogar con uno de estos activistas y mi planteamiento era el
siguiente: estoy de acuerdo con las ciclopistas y, en general, con las medidas
para inhibir el uso del automóvil, sin embargo, creo que lo que se ha hecho
hasta ahora son medidas desagregadas aplicadas sin haber resuelto de fondo los
problemas originarios. Me explico: si voy a eliminar un carril de circulación
para autos en cada sentido y destinarlo (segregarlo, dicen) exclusivamente para
bicicletas, en La Paz por ejemplo o en Av. México, necesito una obra alterna
que canalice el tráfico que será desplazado, de otra manera (como sucede, de
hecho), estamos frente a embotellamientos y cuellos de botella a partir de los
que se detonan muchos otros conflictos que, a su vez, repercuten en costos
diversos, incluida la pérdida de un buen estado de ánimo.
La
habilitación de una ciclovía, por sí misma, no inhibirá el uso del automóvil,
se requieren medidas integrales en todos los sentidos y un estudio profundo de
las dinámicas de movilidad en una ciudad tan compleja como esta. Se necesita,
de entrada, un transporte masivo y eficiente (léase metro o tren ligero) para,
ahí sí, dejar de usar autos; un transporte masivo y eficiente conectado a los
otros tipos de transporte para que los traslados sean rápidos y seguros; se
requieren vías alternas para el desplazamiento de los coches de las vías
elegidas para las ciclovías y educación vial que repercuta en el respeto de
todos los tipos de movilidad. Que los ciclistas viajen seguros y se reduzcan
los riesgos, pero los automovilistas también. Hablé antes de que intenté dialogar
con este activista convertido luego en funcionario público y a pesar de que lo
primero que le planteé fue que estaba de acuerdo con las ciclovías, en cuanto
hablé de la necesidad de otras medidas dejó de escuchar y me acusó de estar
contra ellas. Fue, en verdad, una experiencia sumamente desagradable porque,
además de todo, fui irremediablemente malinterpretada y juzgada como alguien
adverso a las iniciativas por una mejor movilidad en la ciudad.
A
estas actitudes me refiero y espero de verdad que en todos quepa la cordura
para que las medidas se tomen desde la integralidad, considerando tendencias sí
y hasta cálculos políticos si quieren, pero nunca por encima de las necesidades
ciudadanas de todos los ciudadanos, de una postura y de otra. No se puede privilegiar
a unos por encima de los otros, nada más porque es rentable políticamente
hablando, todo se regresa.
Respeto
e integralidad de todos y en todo para ir recuperando, retejiendo y reforzando
el entramado social tan maltrecho.
Columna publicada en El Informador el sábado 6 de julio de 2019.