viernes, 2 de agosto de 2019

Respeto e integralidad


Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Cómo quisiera que hiciéramos un alto total y prolongado para darnos la oportunidad, como sociedad, como comunidad, de reflexionar en torno a conductas y actitudes que lejos de reportar beneficios generalizados, dividen, separa y dañan el de por sí maltrecho tejido social. El comentario de hoy se desprende de la ciclovía en Jardines del Bosque, aquí en Guadalajara, el rechazo vecinal, la terquedad oficial y la defensa a ultranza de los movimientos a favor de una movilidad sin autos en la zona metropolitana.
De entrada, la radicalización de las posturas apunta a que cual sea que prospere, será una imposición y, de hecho, la irreductibilidad está del lado de la autoridad y de los activistas. Los vecinos, que recurrieron al amparo, propusieron alternativas con el ánimo de que la ciclovía no causara problemas mayores como en otras vías (La Paz y Av. México, por mencionar dos casos) pero no han sido escuchados; estoy segura de que la oposición de los colonos de Jardines del Bosque se debe precisamente a la experiencia en esas otras rúas.
He dado seguimiento a los asuntos de movilidad desde hace años, especialmente desde aquella imposición también de Manuel Verdín Díaz, quien fuera secretario de Vialidad en la administración de Emilio González Márquez, de convertir López Mateos en un viaducto los fines de semana. La decisión despertó a buena parte de la ciudadanía que se agrupó en asociaciones como Ciudad para Todos para, de manera organizada, influir en mejores decisiones de movilidad, con el foco siempre en inhibir el uso del automóvil. Hasta aquí todo perfecto y alentador.
Vinieron cambios de gobierno y los activistas de la movilidad lograron ser escuchados por presidentes municipales y gobernadores, no sólo para la habilitación de ciclopistas, sino que varios de los jóvenes líderes de estos movimientos, fueron atraídos por los nuevos gobiernos:  perdimos activistas y ganamos funcionarios enfocados en una sola agenda y en sus intereses personales con altos niveles de intolerancia y desdén por posturas distintas a las suyas.
Lejos de contribuir a una convivencia armónica, instalados ya en el servicio público, llevaron adelante sus proyectos sin importar las necesidades de los demás y es así como tenemos esas ciclopistas impuestas y mal planeadas por toda la ciudad que contribuyen a que la vialidad y la movilidad sean verdaderamente caóticas casi todo el día, no nada más en horas pico.
Una vez intenté dialogar con uno de estos activistas y mi planteamiento era el siguiente: estoy de acuerdo con las ciclopistas y, en general, con las medidas para inhibir el uso del automóvil, sin embargo, creo que lo que se ha hecho hasta ahora son medidas desagregadas aplicadas sin haber resuelto de fondo los problemas originarios. Me explico: si voy a eliminar un carril de circulación para autos en cada sentido y destinarlo (segregarlo, dicen) exclusivamente para bicicletas, en La Paz por ejemplo o en Av. México, necesito una obra alterna que canalice el tráfico que será desplazado, de otra manera (como sucede, de hecho), estamos frente a embotellamientos y cuellos de botella a partir de los que se detonan muchos otros conflictos que, a su vez, repercuten en costos diversos, incluida la pérdida de un buen estado de ánimo.
La habilitación de una ciclovía, por sí misma, no inhibirá el uso del automóvil, se requieren medidas integrales en todos los sentidos y un estudio profundo de las dinámicas de movilidad en una ciudad tan compleja como esta. Se necesita, de entrada, un transporte masivo y eficiente (léase metro o tren ligero) para, ahí sí, dejar de usar autos; un transporte masivo y eficiente conectado a los otros tipos de transporte para que los traslados sean rápidos y seguros; se requieren vías alternas para el desplazamiento de los coches de las vías elegidas para las ciclovías y educación vial que repercuta en el respeto de todos los tipos de movilidad. Que los ciclistas viajen seguros y se reduzcan los riesgos, pero los automovilistas también. Hablé antes de que intenté dialogar con este activista convertido luego en funcionario público y a pesar de que lo primero que le planteé fue que estaba de acuerdo con las ciclovías, en cuanto hablé de la necesidad de otras medidas dejó de escuchar y me acusó de estar contra ellas. Fue, en verdad, una experiencia sumamente desagradable porque, además de todo, fui irremediablemente malinterpretada y juzgada como alguien adverso a las iniciativas por una mejor movilidad en la ciudad.
A estas actitudes me refiero y espero de verdad que en todos quepa la cordura para que las medidas se tomen desde la integralidad, considerando tendencias sí y hasta cálculos políticos si quieren, pero nunca por encima de las necesidades ciudadanas de todos los ciudadanos, de una postura y de otra. No se puede privilegiar a unos por encima de los otros, nada más porque es rentable políticamente hablando, todo se regresa.
Respeto e integralidad de todos y en todo para ir recuperando, retejiendo y reforzando el entramado social tan maltrecho.

Columna publicada en El Informador el sábado 6 de julio de 2019.

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