Ciudad Adentro
Aun cuando se trata
de un principio del Derecho romano, aquí en Guadalajara es una máxima que
conocemos muy bien gracias a fray Antonio Alcalde y Barriga, quien se rigió por
ella hasta su último aliento, literalmente, al dedicar su vida a trabajar por
la salud del pueblo (y por la educación también, pero ese es otro tema) y
dedicar una de sus grandes obras, el Hospital Civil, “A la humanidad doliente”.
La salud del pueblo
es la suprema ley no es una afirmación que haya caducado, prescrito o pasado
de moda, ha sobrevivido más de dos mil años porque su vigencia y respeto
deberían ser cotidianos y una regla de conducta para cualquier gobierno ahora
en estos tiempos. Alcalde lo hizo, sin embargo, en las últimas décadas, el
mandato se ha desdibujado.
En octubre del año
pasado se publicó en estas páginas un reportaje que celebré por el contenido:
una investigación que arrojó datos sobre los robos de equipo, medicamentos y
materiales en el Seguro Social y, además, sobre las medidas que se están
tomando al respecto. Destaqué entonces en este espacio, que se hubiera dado a
conocer un sistema de corrupción que no es nuevo, pero permanecía por la
simulación, el contubernio y el miedo.
Algo similar está
pasando ahora con la información que recién se generó esta semana y tiene que
ver con la manipulación de datos, en primer lugar; con las reacciones ante la
aplicación de “purgas” indeseables y las resistencias, justamente, a dejar ir
un modus operandi y vivendi que representaba para todos los
involucrados ganancias multimillonarias en detrimento del erario y, sobre todo,
de los derechohabientes en los diferentes servicios públicos de salud: entre
otros, IMSS, ISSSTE e instituciones para población conocida como abierta, es
decir, que no tenían protección de ningún tipo, garantizada, hasta el
surgimiento del Seguro Popular ahora Insabi.
¿Cómo dejar ir, así
como así, tal nivel de ganancias? Y debo decir que, en el ámbito de los
médicos, con honrosísimas excepciones, el asunto del dinero se les da muy bien
para cobrar altas consultas, ordenar estudios costosísimos y recibir comisiones
por todo; las redes de intereses en el mundo de la medicina son fuertes e
intrincadas también. Ese mundo de la medicina incluye, por mencionar a cuatro
grandes actores, a los profesionales de la salud y todo el escenario
hospitalario, los laboratorios, las farmacéuticas y los fabricantes de equipos
de los más diversos, desde los más simples hasta los más sofisticados.
Hace años, varios
años ya, entrevisté para estas páginas a un ilustre médico jalisciense, que en
paz descanse, quien me abrió los ojos sobre la realidad del mundo de la
medicina; entonces me decía que el cáncer tenía cura, al igual que otras
enfermedades, pero el negocio era muy grande y estaba en plena expansión.
Estamos hablando de finales de los años ochenta principios de los noventa del
siglo pasado.
En estos últimos
lustros los avances tecnológicos han sido notables en la materia; sin duda
alguna en muchos casos, en muchos, se han salvado vidas, pero en otros no, en
otros sólo es negocio en cuyo bienestar sí que piensan los integrantes del
sistema, como cuando desde el Poder Legislativo se ponen trabas para el
reconocimiento de medicinas alternativas, por ejemplo, con todo y que en México
se reconocen más que en otros países.
Me queda claro que
destrabar este nudo gigantesco y enredado no está resultando nada fácil; las
repercusiones negativas ya se están experimentando en la calidad y oportunidad
de la atención de cientos de miles de mexicanos que a diario demandan servicios
en clínicas y hospitales, y las reacciones no se hacen esperar.
Desde el Gobierno
federal creo que esto se tiene que implementar con mayor celeridad y eficiencia
de manera que, en el ínterin, o sea, mientras se barren, sacuden y desinfectan
los cimientos, no se afecte la atención; equilibrio, decisiones sensatas,
sentido común... para atender primero con sentido de urgencia y no tener que
estar apagando fuegos porque además cierta información escasea y deja el campo
propicio para la especulación y las malas interpretaciones.
Y a los médicos, al
gremio en general, una exhortación (no quiero pecar de ingenua, pero...) a
dejar de lado el interés económico como el principal interés; una invitación a
recordar la esencia de la profesión, a honrarla, a ejercerla con integridad y
ética; a no ocultar la medicina, ni venderla a terceros; a revisar las
relaciones y lealtades; a cumplir con el mandato: la salud del pueblo es la
suprema ley.
Columna publicada en El Informador el sábado 25 de enero de 2020.