Ciudad Adentro
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
En 1995,
cuando en México era incipiente la alternancia en el poder, aquí en Jalisco el
PAN, que ya había ganado elecciones municipales, se alzó con el triunfo para el
Gobierno del Estado, lo recuerdan seguramente, con Alberto Cárdenas Jiménez. En
general y pese a cuestiones que se le señalaron después, Cárdenas Jiménez fue
un buen gobernador.
Celebro,
por un lado, que acabara con los “pasquineros” que vivían del presupuesto del
Estado y desprestigiaban el oficio periodísticos. Para quien no conozca el término,
eran personajes que publicaban periodiquitos de dos pliegos cuando mucho,
tabloides, con información oficial exclusivamente siempre a favor del
gobernante en turno y plagados de anuncios del Gobierno estatal. Se distribuían
en oficinas de gobierno y ahí quedaba el asunto. Cárdenas Jiménez terminó con
eso y fue muy bueno.
Y, por
otro (sin que signifique que sea lo único ni que no hubiese asuntos
cuestionables), su papel como gestor de recursos y obras para Jalisco. Recuerdo
que un priista de Jalisco que estaba en la Secretaría de Desarrollo Social
reconocía con todas sus letras al gobernador del Estado porque desde que era
alcalde de Ciudad Guzmán, nunca delegó en nadie ir a tocar la puerta de
secretarios de diferentes áreas, para conseguir, reitero, recursos y obras para
Jalisco. Gestionó, hizo una labor política como debía ser y consiguió no sólo
simpatías sino resultados concretos a favor de los jaliscienses aun cuando en
la Presidencia de la República estuviera un priista. Que yo sepa, nunca se peleó
con nadie.
La
estrategia de pelearse o atacar me parece contraproducente por donde se le vea
y los afectados son los gobernados. Otro ejemplo: en las conferencias de prensa
que los periodistas llamamos “banqueteras” era frecuente que algún colega más
que preguntar agrediera con señalamientos al entrevistado, fuera gobernador,
alcalde o empresario; y lo que casi siempre sucedía, era que el entrevistado
optaba por callarse, por contestar con sarcasmo o de plano, se iba y a todos
los demás nos deja con la batería de preguntas.
Algo así
está haciendo Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco, pero se está equivocando,
desde hace tiempo, y se ha señalado y cuestionado, pero él sigue con los
altísimos niveles de rijosidad y bravuconería que hasta ahora no han representado
más dinero o más obras para Jalisco, ni causas sociales satisfechas.
Fuente: Qucho/El Informador
Le dio
resultado cuestionar a Raúl Padilla hace varios años y desde ahí agarró el
patrón, pero, lamento decirlo, está agotado. Reconocí en su momento su valentía
para exponer lo que eran secretos a voces con respecto al conocido como
“cacique” de la Universidad de Guadalajara, el famosísimo “licenciado”, sin
embargo, a partir de ahí, se ha peleado con la prensa. Lo hizo como primer edil
de Guadalajara y al iniciar como gobernador, entre otros, con esta casa
editorial. No hay una crítica, por justificada y sustentada que se haga, que
tenga el ánimo de contribuir que Alfaro tome en cuenta. Signos claros de
soberbia y desdén por todo lo que no sea lo que él dice o hace o cree o impone.
Le ha
echado bronca a Andrés Manuel López desde que ambos eran candidatos y no se
diga ahora como Presidente el primero y él como gobernador de Jalisco; pero en
el primer encuentro, todo son loas y zalamerías, pañuelo en mano. Así consiguió
el compromiso de la Línea 4 de Tren Ligero, vamos a ver qué pasa ahora con esa
obra luego de las bravuconadas de los últimos días y las amenazas de salirse
del pacto fiscal ¿o del federal? (qué explique y precise, le toca).
Y no sólo
con relación al Presidente actúa así (también están los “sótanos del poder”).
Bueno, además de los múltiples ejemplos de rijosidad en el contexto de la
pandemia con críticas desinformadas sobre el manejo a nivel federal,
específicamente los señalamientos contra el Dr. Hugo López Gatell, también está
la sociedad civil a la que no atiende y desdeña y descalifica en cuanto puede.
Esta semana rindió un informe sobre las personas desaparecidas en Jalisco y
resulta que se trata de cifras maquilladas.
Por
fortuna, las asociaciones solidarias con esta causa y de familiares y víctimas
no lo dejaron pasar y presentaron un contrainforme el jueves pasado. Por
supuesto, hasta este momento, el gobernador no ha reaccionado, ni para bien ni
para mal, aunque, la verdad, temo que si lo hace será para descalificar a la
sociedad civil, es su patrón de conducta, ya muy desgastado y con el que, en
realidad, está logrando que cada vez menos gente lo tome en cuenta. Todo es
pleito, todos están contra él, todo es maltrato y él es perfecto.
No es la
manera. Cómo quisiera un gobernador que, por la vía del oficio político, del
buen oficio político, consiguiera obras y recursos para Jalisco, sin
marrullerías ni incongruencias ni cálculos electorales, sin echar bronca.
Tendría mejores resultados, pero no, prefiere que los destinatarios se cierren
o se vayan porque ¿quién quiere estar aguantando agresiones?
Columna publicada en El Informador el sábado 31 de octubre de 2020.