Ciudad Adentro
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
De las
primeras reflexiones del Papa Francisco en la Encíclica Fratelli tutti
que firmó en la tumba de San Francisco el 3 de octubre pasado, hay una serie de
puntos bajo el título “Sin un proyecto para todos” cuyo contenido, estoy
segura, resultará familiar para muchos; sólo espero que no sea pretexto para
reafirmar lo que se plantea, sino para romper con el patrón desde lo que nos
toca como seres humanos, como ciudadanos, como hombres y mujeres habitantes de
este planeta en estos tiempos.
Antes de
entrar a esa parte, quiero referir otra que es, en realidad, la que ha sido más
difundida del documento papal, aun cuando lo nombra sin metáforas una sola vez
en la carta: el neoliberalismo (y en el mismo párrafo, neoliberal). La crítica
a ese sistema, desde los señalamientos por el manejo de la pandemia en el
mundo, por ejemplo, hasta sus consideraciones sobre los “descartables” que
abordaré enseguida, está implícita prácticamente en toda la carta y, como
escribí la semana pasada, para el Papa Francisco no es un tema nuevo, ha venido
insistiendo en lo pernicioso que es y ha sido, desde antes de que llegara a
ocupar la Silla de San Pedro.
En el apartado Valores y límites de las visiones liberales, el Papa escribió, luego de sus reflexiones, conocidas de hecho, sobre la caridad, lo siguiente: “El mercado no solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico “derrame” o “goteo” —sin nombrarlo— como único camino para resolver los problemas sociales”. En este punto también afirma que la especulación financiera que implica ganancias fáciles sigue causando estragos y, antes, sostiene que es “imperiosa una política económica activa orientada a promover una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial, para que sea posible acrecentar los puestos de trabajo en lugar de reducirlos”.
Estas
reflexiones, posteriores a lo que citaré a continuación, no son sino la
continuación de un hilo conductor que muestra las preocupaciones del Pontífice
sobre la forma en la que estamos organizados en el mundo, los perjuicios del
capitalismo, el individualismo que alienta, la deshumanización y otros fenómenos
que impiden que seamos Hermanos todos. La encíclica no sólo es un
diagnóstico demoledor, sino que incluye acciones y propuestas en las que
podemos participar todos desde distintos frentes.
En “Sin
un proyecto para todos” el papa afirma que la desesperanza y la desconfianza
que se siembran constantemente en la sociedad, son la mejor manera de dominar y
avanzar sin límites y sin transición, agrega: “Hoy en muchos países se utiliza
el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos
se niega otros el derecho a existir y a opinar, y por ello se acude a la
estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su
parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se
reduce a la prepotencia del más fuerte”. Lo que sigue me resulta especialmente
pertinente para reflexionar en torno al contexto político mexicano: “La
política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el
desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de
marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En
este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el
estado permanente de cuestionamiento y confrontación”.
Cualquier
parecido con la realidad... Las reflexiones nos alcanzan a todos, ojalá lleguen
a todos y encuentren oídos atentos y conciencias dispuestas a comprender, a
rectificar, de un lado y del otro. No vamos por buen camino. Las divisiones
profundizan y empeoran la situación. Las mezquindades cotidianas, la ceguera
producto del odio, todo eso hace mucho daño.
Cierro
con un último párrafo que, si bien el Papa Francisco dirige al mundo y hasta se
incluye, podría ser un tema para reflexionar a título personal: “En esta pugna
de intereses que nos enfrenta a todos contra todos, donde vencer pasa a ser
sinónimo de destruir, ¿cómo es posible levantar la cabeza para reconocer al
vecino o para ponerse al lado del que está caído en el camino? Un proyecto con
grandes objetivos para el desarrollo de toda la humanidad hoy suena a delirio.
Aumentan las distancias entre nosotros, y la marcha dura y lenta hacia un mundo
unido y más justo sufre un nuevo y drástico retroceso”. #NosNecesitamosJuntos.
(Por si caso, dejo aquí otra vez la liga para acceder al documento completo: Fratelli tutti).
Columna publicada en El Informador el sábado 17 de octubre de 2020.