Ciudad Adentro
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
En el
marco del segundo año de gestión del Presidente Andrés Manuel López Obrador me
ha llamado la atención que las reacciones a las encuestas sobre su
administración, favorables incluso en la prensa que el mismo mandatario señala
como “adversaria”, coincidan en que son inusitadas o sorprendentes o
desconcertantes o increíbles o cualquier otro concepto similar o parecido.
Debo
decir que no me refiero a todas las reacciones claro está, sino a las que se
conocen como las del círculo rojo o las que se expresan, casi siempre
polarizadas, en las redes sociales, particularmente Twitter; así como en
programas y mesas de análisis que se difunden a través de variadas plataformas.
Aunque parezca un contrasentido, me parece normal que las reacciones hayan sido
así en estos espacios que describo, es decir, no podía ser de otra manera,
salvo una que otra excepción. Aquí lo extraordinario hubiese sido que no se
manifestara la más mínima sorpresa ni contrariedad al conocer los resultados de
todas las encuestas que han circulado estos días, desde este ámbito de la opinología
o la influencerología.
Así que,
por ese lado, todo en orden. Por otro lado, los datos que arrojan los
abundantes estudios demoscópicos, desde el que sitúa al Presidente de México
con 58 % hasta el que refirió el mismo López Obrador con 71 %, no son
conclusiones inusitadas si pensamos en que, primero, como se dice sobre las
encuestas, y así es, son fotografías del momento; segundo, estamos hablando de
percepciones, ahora sí que cada quien habla de cómo le va en la feria; aunque, tercero,
no todo mundo contesta la verdad en estos ejercicios y, cuarto, siempre,
siempre, son muestras que tienen su márgenes de confiabilidad y de error,
dependiendo de la casa encuestadora. A estas alturas y desde que las encuestas
llegaron para quedarse en el sistema político-electoral mexicano, las hemos ido
conociendo y hemos aprendido cómo tomarlas desde la ciudadanía de a pie, de la
que formamos parte usted y yo; para el círculo en el poder y el círculo rojo,
los resultados, aun cuando no los crean o les parezcan inusitados, los dan por
buenos, algo hay, algo está pasando que la gente encuestada así contesta.
Aparte de
estos cuatro aspectos, prácticamente inherentes a cualquier consulta de este
tipo, quiero decir que a mí no me parece inusitado el nivel de aceptación del
Presidente; es real en la medida, no de que 30 millones de electores votaron
por él en 2018, sino de que hay millones de mexicanos que están notando las
acciones de este gobierno en su beneficio. Los programas sociales de esta
administración prácticamente abarcan a todos los grupos que viven y sufren
circunstancias desventajosas con respecto a otros grupos: adultos mayores,
jóvenes, mujeres, niños. Estos programas han sido fundamentales para que los
beneficiarios tengan liquidez. Se está reflejando en el mercado interno, con todo
y pandemia. Las ventas minoristas según el INEGI, registraron crecimiento en
septiembre; lo mismo que el nivel de ingresos del sector servicios que hiló
tres meses a la alza.
La estrategia de enfocarse en el mercado interno me parece muy acertada porque implica calidad de vida para los que menos tienen y movimiento económico para el sector empresarial, particularmente micros, pequeños y medianos, los más afectados. En la parte del sector servicios me llamó poderosamente la atención que los servicios inmobiliarios también reportaron aumento en sus ingresos. Muchas veces las estrategias o medidas que se toman en un gobierno no tienen repercusiones inmediatas, mucho menos si se atraviesa por una pandemia que nos ha afectado a todos en el mundo. No han aumentado impuestos y no se ha incrementado el precio de la gasolina.
No les ha
faltado dinero a los adultos mayores, ni a los jóvenes ni a muchos mexicanos
inscritos en estos programas sociales, el de las mujeres jefas de familia es
fundamental; y con esto también ha sido posible que mucha gente se quede en sus
casas. Y el salario mínimo se ha incrementado, en dos años, 30 % en términos
reales.
Hay
programas y acciones específicas para el campo mexicano, no ha habido desabasto
en todos estos meses de pandemia en ningún punto de la geografía nacional, se
dice fácil, pero implica acciones muy concretas.
Por esto
y otros temas creo que los resultados de la popularidad del Presidente no me
parecen inusitados. No es perfecto de ninguna manera, al contrario, es perfectible,
por ejemplo, en materia de inclusión, bien podría cambiar su propia perspectiva
con respecto a la agenda feminista; podría erradicar ya, por favor —he estado
insistiendo— el tema de los adversario en su discurso; y, algo urgente, reforzar
las estrategias para combatir la inseguridad y el crimen organizado en México.
Falta
mucho, dos años no son suficientes, no creo que alcancen para todo lo que se
necesita hacer en este país para corregir el rumbo, pero sí creo que hay un
esfuerzo, este sí, inusitado, por erradicar la corrupción; por romper los
patrones con los que actuó la clase política durante las administraciones
priistas y panistas y por luchar contra las inercias que jalan fuerte desde
adentro de la administración pública y en círculos que perdieron sus
privilegios desde el 1 de diciembre de 2018, justo, los que reaccionaron con
sorpresa.
Columna publicada en El Informador el sábado 5 de diciembre de 2020.