sábado, 9 de enero de 2021

El vecino del Norte

Ciudad Adentro 

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

 

Durante todo el proceso electoral y después de las elecciones hasta hace unos días, el todavía presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dedicado buena parte de su discurso incendiario a descalificar a la autoridad electoral de su país, a insinuar, primero, y luego a acusar, de plano, la consumación de un fraude.

Lamentablemente, en el vecino país del Norte, la radicalización de las posturas y el fanatismo de siempre, ahora azuzado por el mismísimo presidente, adquieren una dimensión de consecuencias inciertas y, definitivamente, muy peligrosas. Sabemos cómo se las gastan, tenemos noticia de los niveles de violencia que pueden alcanzar las multitudes enardecidas y de los niveles de represión de los cuerpos policiales y militares.

Bueno, baste saber que ayer Nancy Pelosi pidió a los militares que le quiten a Trump el control sobre las armas nucleares. De hecho, a pesar del cambio de tono de Trump, un día después de la toma violenta del Capitolio y del anuncio del viernes de que no estará presente en la “Inauguración” del 20 de enero, como le llaman en Estados Unidos al cambio de presidente, la Cámara de Representantes está exigiendo la renuncia inmediata del mandatario, acción prevista en el marco constitucional de la Unión Americana.

Es muy preocupante lo que pasa. Y no es tan simple como decir que después del reconocimiento en el Poder Legislativo del resultado electoral del 3 de noviembre, es decir, del triunfo de Joe Biden, luego de que se reanudara la sesión mientras en la ciudad había toque de queda, ya volvió todo a la calma y las instituciones lograron una vez más mantener la estabilidad política y social de las propias instituciones y de la nación.


Foto: AFP/A.Edelman. El Informador.

No es así con todo y que, por ejemplo, los equipos de Joe Biden y de Andrés Manuel López Obrador ya han celebrado las primeras conversaciones. La explosión del 6 de enero es sólo la representación de un proceso que se ha estado fraguando y alimentando, organizado o no (eso ya se sabrá, espero), desde hace meses; no será posible aplacar a los seguidores de Trump de un plumazo, ni siquiera con los más grandes acciones represivas de las que sus fuerzas armadas son capaces. Resulta que fueron 74 millones 200 mil votos a favor de Trump, poco más de una cuarta parte de la población total; y por Biden votaron 81 millones 200 mil ciudadanos estadounidenses, así, en números cerrados. En términos porcentuales la diferencia fue apenas de 4.5 puntos, es decir, una nada en el contexto de las “sospechas” y acusaciones de Trump desde el primer día.

No es la primera vez que se habla de fraude en Estados Unidos. Seguramente el lector o lectora recordará que cuando ganó George W. Bush siempre se dudó de los resultados de Florida; bueno, hasta se decía que habían estado asesorados por los ejecutores de fraudes electorales en México.

Y luego, en la elección en la que justo ganó Donald Trump y perdió Hillary Clinton, quedó en evidencia una vez que el sistema electoral de Estados Unidos, además de barroco, puede arrojar un resultado que no necesariamente refleja la voluntad de la mayoría sino de los integrantes del Colegio electoral.

En cualquier caso, independientemente del curso que tomen los acontecimientos en el vecino país del Norte los próximos días, sí creo que su sistema electoral amerita una reforma profunda, significativa, radical incluso, que no deje a los estadounidenses con dudas, incertidumbre, desconfianza y, sobre todo, miedo, que se siembra y cosecha mucho allá.

En estos días han cundido las opiniones a favor y en contra, entre los que creen que efectivamente hubo fraude y los que no; los que avalan las acciones de Trump (los menos) y los que las reprueban (los más), digo, porque es un hecho evidente para todo el mundo que el presidente, con ese discurso incendiario ha estado azuzando a sus seguidores. Luego está la discusión del manejo de los dueños de las redes sociales como Facebook, Twitter y YouTube entre las principales; y los medios de comunicación catalogados como de ultraderecha.

La actuación de los republicanos y los demócratas en todo este proceso, no de todos claro está, siempre hay excepciones, igual están en tela de juicio y estarán bajo la lupa, pero hay algo que leí que realmente pinta parte del modus operandi de la clase política estadounidense, particularmente, en este caso, de los republicanos: “Es un cinismo de una dimensión increíble. Es posible que la turba que irrumpió en el Capitolio creyera sinceramente que hubo fraude, pero los políticos que les habían animado desde dentro saben que no lo hubo”. Lo escribió Alexander Stille, director del programa de Periodismo Político de la Universidad de Columbia, Nueva York, allá, en el vecino país del Norte (Alexander Stille en El País).  


Columna publicada en El Informador el sábado 9 de enero de 2021.

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