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sábado, 4 de febrero de 2017

Más allá del Juicio de Amparo

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Justo el día de hoy se cumplen 200 años del natalicio de Mariano Otero Mesta, un personaje de la historia nacional, jalisciense para mayores señas, cuya vida y obra han trascendido gracias al el Juicio de Amparo, una herencia de México al mundo; no obstante, sus aportaciones van mucho más allá, aunque por lo general, se desconocen. Tristemente, para muchos, sólo es una referencia vial en la zona metropolitana de Guadalajara, y ya.
Sin restarle importancia claro está, en las actuales circunstancias (clase política mexicana egoísta, corrupta y dividida; y gobierno estadounidense agresivo, violento, irracional y beligerante) me parece más útil y ejemplar recordar a Mariano Otero, que los cien años de la Constitución del 17 (se cumplirán mañana); la Carta Magna que con casi 700 reformas sigue vigente y en medio de la polémica por dos posturas encontradas: una, mantenerla y reformarla todas las veces que sea necesario (como quieran los legisladores en turno dada la ausencia de un proyecto de nación que trascienda trienios y sexenios) y, dos, de plano convocar a un constituyente para actualizar el marco de derecho sobre el que se sostiene nuestra nación.
Mariano Otero, “el Legislador de su país”, fue un joven prodigio en cuya corta vida (falleció a los 33 años de edad víctima del cólera) hizo aportaciones notables además de en la materia legislativa, en la defensa y conformación de la nación mexicana.

Mariano Otero Mesta
Liberal, federalista y republicano, era sin embargo moderado y trató en todo momento, tanto en Jalisco como en la ciudad de México, de conciliar para que el país estuviera en condiciones de progresar.
Apenas con 20 años de edad, graduado ya como abogado, escribió las biografías de fray Antonio Alcalde, obispo de Guadalajara y Francisco Javier Gamboa. Se distinguió como orador y como escritor particularmente para la expresión de sus propias ideas, de su pensamiento político; publicó varias obras, trabajó como editor y redactor del periódico El Siglo XIX, catalogado como órgano de difusión de los liberales, esto ya en la ciudad de México. En 1842, a los 25 años, publicó Ensayo sobre el verdadero estado de la cuestión social y política que se agita en la República mexicana en el que expresaba sus preocupaciones por las posturas ideológicas que separaban a la sociedad y, específicamente, por la crisis que se desató a raíz del pronunciamiento de Jalisco.
En esa obra, prácticamente desconocida por el público en general (el Congreso del Estado anunció una reedición de 500 ejemplares a propósito de esta fecha), cuatro años antes de la invasión estadounidense, Mariano Otero advirtió sobre lo que ya era una amenaza.
Según la interpretación de la historiadora Adela Vázquez Trejo, con la que coincido: “El diputado jalisciense llegó a considerar que la nación vivía un largo periodo de inestabilidad política, iniciada desde 1824, por lo que hace notar que la diversidad de corrientes ideológicas que persisten han sido heredadas de la lucha por la Independencia; por lo tanto, reconoce que es necesaria la unión de los mexicanos, más allá de la posición política, para tomar el camino del progreso”. Más actualidad no podrían tener estas consideraciones y ni qué decir de su convicción férrea y para algunos temprana, de compromiso con México.
Mariano Otero —he aquí el ejemplo que quiero destacar— fue uno de los cuatro diputados que votó contra la capitulación de México ante el invasor estadounidense. Otero se pronunció por continuar la guerra en una muestra de dignidad y amor por la patria que urge hoy en la clase política que dice que nos representa. Manifestó que no quería una paz bajo la presión del enemigo estadounidense “pues era oprobioso que el pueblo mexicano entero no pudiera desbaratar a menos de diez mil invasores. Ramiro Villaseñor escribió a propósito: “Este grito de patriotismo de Otero, fue su canto del cisne pero dejó una marca muy honda en la historia de México”.

Personajes y momentos de nuestra historia como estos son los que debemos rescatar, recuperar para alimentar nuestra memoria colectiva, para avivar el fuego de la dignidad nacional, despertar el espíritu público que extrañaba tanto el legislador cuando apenas tenía 25 años y sobreponernos como sociedad a la mezquindad de nuestra clase política que en estos momentos no ayuda en nada a enfrentar el trace, al contrario. Los mexicanos no somos así y está en nosotros reencontrarnos con el espíritu auténticamente patriótico de mexicanos ilustres como Mariano Otero.

Columna publicada en El Informador el sábado 4 de febrero de 2017.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Ojo

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Dicen que en política no hay coincidencias... Mañana, se cumplen 10 años de que Felipe Calderón, entonces Presidente de la República, iniciara una guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado. Y lo novedoso no era el anuncio de que serían combatidos, sino de que el Ejército saldría a las calles a hacerlo.
En su momento hubo voces, dentro y fuera de las Fuerzas Armadas que se manifestaron contra esta “estrategia” y bueno, al paso de los años el tiempo les ha dado la razón por múltiples razones, baste mencionar los asuntos relacionados con la defensa y protección de los derechos humanos; hechos polémicos y dolorosos, aún oscuros como el de Tlatlaya y el revelado recientemente por la periodista Anabel Hernández en su libro La verdadera noche de Iguala en donde, afirma: el Ejército “ordenó, orquestó y organizó” la noche en la que desaparecieron los jóvenes normalistas. Sostiene Anabel que los estudiantes se dieron cuenta de un cargamento de droga, más allá de si era decomiso o qué era. Las decisiones con respecto a los normalistas que presuntamente se tomaron esa noche, fueron con base en la premisa, aun cuando suene a melodrama, de que “sabían demasiado”.
Son cuestiones, reitero, dolorosas; pendientes no resueltos que enfocan todas las recriminaciones y reclamos hacia el Estado. “Fue el Estado” se repite siempre en manifestaciones, entrevistas y escritos. Son hechos que han deteriorado el de por sí luido tejido social, la confianza en las instituciones y valores implícitos que se han ido perdiendo gradualmente.
Desde el inicio se advirtió que se pervertirían las facultades del Ejército y que la institución dejaría de ser una de las más queridas y respetadas por todos los mexicanos. Se advirtió además que esto causaría mucho enojo hacia el interior de las Fuerzas Armadas y que eso no era lo deseable.
Pues bien, en esta semana el titular de la Secretaría de la Defensa Nacional habló y no fue precisamente en buenos términos. Los mensajes han estado presentes en cuanto discurso y entrevista, de manera tácita y expresa, en un tono y en otro. Lo que dijo el Gral. Salvador Cienfuegos no es la primera vez que lo plantea. Y ante la omisión de parte de los legisladores es normal que el tono se intensifique.
¿Cuál es el punto? Desde hace mucho tiempo, en diversos momentos en los diez años de “guerra” contra el narcotráfico, miembros del Ejército y expertos en materia de seguridad han manifestado la urgencia de que se respalden legalmente las acciones de las Fuerzas Armadas en estas órdenes que se dictan desde la Presidencia de la República.
En esta ocasión, el Gral. Cienfuegos dijo que ninguno de los soldados que integran la institución había estudiado para perseguir delincuentes y que no se había hecho el ajuste necesario y urgente en las atribuciones constitucionales. Ahora, si no pretende hacer tal cambio realmente (es el mensaje) pues entonces que se les permita volver a los cuarteles y enfocarse, de nuevo, en las actividades enmarcadas en la Constitución.
Esto ha sido señalado una y otra vez desde las Fuerzas Armadas, empezando por el secretario, pero el reclamo no ha sido atendido. Es lo menos que pueden hacer los legisladores. La falta de un marco legal para que el Ejército actúe apegado a derecho, lo deja en una situación de vulnerabilidad y desgaste que ya se ha manifestado en diversas ocasiones y en varios hechos cuestionados y cuestionables, que no han causado sino daños en todos los sentidos.
Urge poner atención en este asunto, atención que implica corrección y orden. Mañana se cumple una década de omisiones en la materia, en una actitud que predominó en el sexenio de Calderón y se mantiene en el de Peña. Ojo.

Columna publicada en El Informador el sábado 10 de diciembre de 2016.


Crónica sincrónica

México: un tiempo nuevo     Laura Castro Golarte     El aguacero estaba a punto. Amenazó todo el día y los charcos en las esqu...