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martes, 26 de septiembre de 2017

Desde lejos...

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Es difícil explicar por qué se siente y resiente más lo que pasa en y con México desde lejos. Cuando llegué a Madrid el 8 de septiembre, me recibió la noticia del sismo en Oaxaca. Me alarmé, sí, pero seguramente sufría los efectos anestésicos del famoso jet lag; establezco el parámetro y la diferencia con el segundo. Fue en una zona de pobreza extrema, marginada: Juchitán; se me aparecieron en un segundo las mujeres protagonistas de un matriarcado inimaginable, poderosas, guerreras, fuertes, decididas… Mujeres inconmensurables que conocí cuando cubría la Caravana zapatista a principios de 2001. No ha pasado tanto pero parece que es mucho y que se ha olvidado. Ojalá que ellas y sus familias estén bien.
Las muestras de solidaridad en cuanto conocían mi nacionalidad fueron inmediatas, cálidas. Me sorprendieron primero. Hay un amor especial por México y los mexicanos, aunque de pronto cueste trabajo creerlo. Es un interés y un conocimiento que emociona y pone la piel de gallina. Se siente por dentro la solidaridad y la pesadumbre por las desgracias en nuestro país, incluyendo los daños que causa a la gente la clase política que tenemos.
A doce días del sismo, cuando eran las ocho de la noche del otro lado del charco, volvió a temblar en México. Lo saben, no tengo que decirlo, lo sufren y lo viven; cuando me enteré dos horas después apenas se conocían generalidades de lo sucedido y se ignoraba aún la magnitud plena de los daños y los muertos… La información empezó a llegar y fue cuando sentí una combinación de emociones inéditas hasta ese momento: preocupación, dolor, miedo, compasión, incertidumbre. Me dormí muy tarde, no podía conciliar el sueño y quería saber más de lo que pasaba en mi país. Me dormí un poco mientras en México seguían trabajando ya, de inmediato, la gente, cientos de voluntarios, elementos de protección civil, en mover escombros para salvar a personas atrapadas.
Fotografía: Alejandro Velázquez.

A través de redes sociales me he enterado de cómo se organizan para la ayuda, la gente, reitero. La preocupación fue desplazada por una emoción profunda, parecía que llegaba desde la tierra, cualquier tierra: la certeza de nuestra fuerza. Solidaridad, entrega, fortaleza, aplomo, ingenio e inteligencia, compasión, generosidad. Las manos de los mexicanos unidas en una misma tarea, una misma causa. Nos necesitamos juntos, así funcionamos muy bien, que nadie se atreva a detener ni reprimir las iniciativas y las acciones que nacen de la gente, del México profundo, del México grande y poderoso que somos.
Desde lejos también me entero de la mezquindad de la clase política y de las marrullerías mediáticas. Qué vergüenza. Es evidente más que nunca la distancia entre la sociedad mexicana grande, fuerte, sólida… y la clase gobernante abusiva, huidiza, inservible e insensible. Las imágenes ridículas de un mandatario con la señora pasando paquetes, el silencio de los políticos, las noticias falsas para distraer…
Si me molesta siempre la conducta negligente y prepotente de la clase política en México, ahora me enerva: la pasada de paquetes, el manejo manipulador de Televisa del caso “Frida Sofía” (en general la “cobertura” de las dos grandes televisoras indigna); enterarme de cómo desde la autoridad se impide que llegue ayuda a los lugares más afectados con casi la obligación de entregar todo en centros de acopio para desde ahí controlar; enterarme también de los oídos sordos al clamor ciudadano de destinar el presupuesto de los partidos políticos para los damnificados…
Desde la comodidad de sus mansiones no se percatan de lo que pasa en las calles, con la gente; las repercusiones de los sismo las sufrirán sin duda alguna en 2018, el único asunto que les preocupa en estos momentos, las elecciones, por eso están callados. Si la clase política mexicana fuera otra, ya estaría trabajando en leyes y decretos para agilizar la ayuda, para garantizar los recursos, para facilitar, sin aspavientos, lo que les toca simplemente, ese trabajo que se hace por amor, sin concesiones, sin condiciones, sin mezquindad ni marrullerías. Es mucho pedir.
Desde lejos todo se siente más y confirmo y reconfirmo cuánto amo a mi país y vivo y recibo el amor que otros le tienen por su grandeza, su nobleza, su generosidad, su alegría, su fuerza, su trabajo. Cuando tembló el 19, me lo dijeron, la gente que ya me conocía aquí, pensó en mí, en la mexicana que acaban de conocer, en si mis familiares estaban bien y qué había pasado en mi ciudad. Ese dolor solidario conmueve y salva las distancias.


Columna publicada en El Informador el sábado 23 de septiembre de 2017.

sábado, 25 de junio de 2016

Ni con la sacudida

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Los hechos criminales registrados en Nochixtlán, Oaxaca, la semana pasada son una sacudida, un terremoto, un sismo de la más alta intensidad  y ni así reacciona el Gobierno mexicano. Ocho o nueve personas muertas y más de 40 heridos son el saldo de un enfrentamiento que no debió tener lugar y que desde la autoridad se ha tergiversado y manipulado de manera burda y desaseada por decir lo menos, y además fácilmente, gracias a los servicios de las grandes televisoras y de estaciones de radio que a lo largo y ancho del país, sin el más mínimo rigor periodístico acusan sin ambages y sin verificar ni contrastar se posicionan del lado “oficial”.
Desde el domingo pasado he estado atenta a las reacciones y hechos derivados de la violencia del Estado contra sus ciudadanos y sólo en algunos medios, los menos y la mayoría alternativos e independientes, se ha profundizado en lo sucedido y se ha intentado por lo menos presentar las dos versiones, la gubernamental y la de la disidencia.
Ocho o nueve mexicanos, según las diversas fuentes, perdieron la vida y desde la autoridad, apenas, atinan a convocar a mesas de diálogo cuyos resultados, deliberadamente no dados a conocer por la Secretaría de Gobernación, es evidente que no responden a las demandas del magisterio inconforme porque las marchas y los plantones continúan.
¿Es que no se dan cuenta que están actuando mal? ¿Qué las fórmulas a las que recurren, escudados en los medios, no están dando resultados? ¿Qué no hay alguien en el gobierno que informe al Presidente y a su gabinete de la reacción que los hechos violentos en Nochixtlán han despertado en el mundo?
¿Qué se necesita entonces más que una sacudida de esta magnitud para que el gobierno asuma su responsabilidad y con voluntad y apertura, y no con autoritarismo y represión, resuelva el conflicto?
La sensación de impotencia es tanta que duele porque la clase política persiste en mantener una conducta errónea, equivocada a todas luces o cómo se puede calificar la declaración del vocero de la Segob cuando terminó la reunión el miércoles pasado: “…el diálogo es sano, fluido, no hay gritos ni sombrerazos. Hay disposición”.  Mientras las marchas y manifestaciones se repetían en diferentes puntos del país de norte a sur y de este a oeste. Ya no sólo contra la reforma educativa sino exigiendo justicia por los mexicanos asesinados y los desaparecidos en Nochixtlán.
Y luego se dice que en México somos apáticos. Las expresiones de apoyo a los maestros y de demanda de solución sin violencia de parte del Estado se repiten, pero curiosamente es información que no se difunde suficientemente. Sólo en algunos medios y si acaso, no se repite como sí, el discurso de que los maestros son los culpables de todo. Este asunto lo he tratado en columnas anteriores, de hecho, hace unas semanas titulé el comentario como "Amenaza tormenta" y pues aquí la tenemos.
La actitud autoritaria y de represión del secretario de Educación, más la disposición de fuerzas contra los manifestantes fueron el caldo de cultivo, reitero, desde el Estado. Podríamos pensar que los maestros están equivocados, hay mucha gente que está convencida ¿matarlos es la solución?
Las expresiones de repudio en el extranjero se suman al sismo interno, pero el gobierno sigue sin percatarse, no se da por aludido aun cuando de manera expresa se exige la renuncia del presidentes, del secretario de Gobernación, del de Educación y del gobernador de Oaxaca; desde el poder siguen creyendo que tienen razón, que todos los demás estamos mal, amparados en los juicios y prejuicios que han alimentado de la mano de los grandes medios de comunicación para mantenernos a los mexicanos divididos. Aun así, tantos no podemos estar mal, ni pensadores críticos como Noam Chomsky ni asociaciones civiles nacionales e internacionales como las organizaciones que integran el consejo consultivo de la OCDE ni los colectivos de Oceanía y de Europa que también se manifestaron a favor de que se finquen responsabilidad y se esclarezcan los hechos, insisto, manejados informativamente hasta hoy con una ambigüedad que pasma y que favorece las dudas, la desconfianza, el temor y, claro, la manipulación y tergiversación de lo que realmente sucedió.

La sacudida es grande, pero el gobierno está como pasmado, como ido, porque con esto era para que, ahora sí, lo bueno pasara, lo bueno para los mexicanos todos, lo bueno que implique y signifique rendición de cuentas y justicia particularmente en este caso.

Columna publicada en El Informador el sábado 25 de junio de 2016.

viernes, 28 de mayo de 2010

Asuntos pendientes:

Colaboración del Dr. David Velasco Yáñez, sj, académico del ITESO sobre asuntos pendientes en materia de justicia y de derechos humanos: la situación de los habitantes de Temacapulín, Acasico y Palmarejo por la presa de El Zapotillo; los activistas asesinados en Oaxaca y la represión del 28 de mayo de 2004.
http://www.notisistema.net/h09/052609.html
Forma y Fondo
Jorge Octavio Navarro (Jonás) y Laura Castro Golarte

Crónica sincrónica

México: un tiempo nuevo     Laura Castro Golarte     El aguacero estaba a punto. Amenazó todo el día y los charcos en las esqu...