sábado, 20 de junio de 2009

¿Democracia?

LAURA CASTRO GOLARTE

Usamos tanto algunas palabras que se van desgastando, luyendo, royendo… Y de pronto, casi sin darnos cuenta, tenemos sólo pedazos traslúcidos que nos llevan a malinterpretarlas o, lo que es peor, a olvidar su verdadero significado.
El uso intensivo e irracional de esas palabras, su inclusión cotidiana en peroratas demagógicas y la práctica perversa de lo que implican, por ejemplo, la democracia y la política, generan una actitud generalizada de molestia y rechazo. Es un no querer saber nada que “huela a política” a fuerza de presenciar el espectáculo –y malo— que nos ofrecen todos los días quienes la ejercen.
¿Y democracia? El sistema político en nuestro país es todo menos democrático, si nos apegamos al significado preciso y si estamos de acuerdo en que sus valores van más allá de la elección de nuestros gobernantes, con todo y que esa parte también es cuestionable porque son los partidos los que definen a los candidatos y con frecuencia no hay identificación con los electores.
Es complejo. Sin embargo, urge que reaprendamos el concepto de democracia, por lo pronto, y lo hagamos valer. Hay que volver a la etimología, demos: pueblo; krátos: gobierno. Tan simple como eso y tan sencillo como entender, considerando la evolución de la idea, que la soberanía popular delega su poder supremo a los representantes que el mismo pueblo define. Esto no pasa en México y, lo que es más, estamos muy lejos de encaminarnos hacia allá, si convenimos en que es la mejor forma de gobierno, con todo y sus imperfecciones.
No porque los ciudadanos mexicanos votemos, estamos decidiendo quiénes serán nuestros gobernantes en el Ejecutivo y en el Legislativo; antes, en los procesos de selección de candidatos, otros poderes ejercen influencia (líderes religiosos, caciques locales, televisoras, cúpulas empresariales). Y después, cuando los ganadores de las elecciones toman posesión de sus cargos, no representan al pueblo al que se deben. Este es, hoy por hoy, nuestro gran problema en México y por eso las voces que claman por una democracia participativa, es decir, aquella en donde los ciudadanos intervienen directamente en la toma de ciertas decisiones mediante consulta popular o plebiscito.
Aunque hay intentos, nada al respecto ha cuajado en nuestro país porque quienes se autonombran nuestros representantes no quieren hacerlo.
Y en este entorno, con esta realidad, los críticos de movimientos para anular el voto e incluso, para no votar, sobre la base de que son atentados contra la democracia, no hacen sino avivar la indignación y nos permiten comprobar que para ellos, casi todos miembros distinguidos de nuestra clase política, la democracia no existe.

Artículo publicado en El Informador el 20 de junio de 2009.