sábado, 27 de junio de 2009

Reinventar la democracia

LAURA CASTRO GOLARTE

Acabo de leer dos textos de José Saramago, premio Nobel de Literatura, sobre la formación de los jóvenes en donde llama la atención a las universidades, a ver si quieren, a ver si pueden, contribuir a la reinvención de la democracia.
Los textos se pueden leer completos en su blog “El cuaderno de Saramago” (“Formación 1 y 2”) pero me impactó sobre todo una frase que aquí presento: “Lo que llamamos democracia comienza a parecerse tristemente al paño solemne que cubre el féretro donde ya está descomponiéndose el cadáver. Reinventemos, pues, la democracia, antes de que sea demasiado tarde”.
El escritor portugués, como en “Ensayo sobre la lucidez”, no se refiere a una ciudad o a un país. Queda claro que la descomposición de la democracia es mundial, y apela a las universidades para que cumplan su papel de frente a las nuevas generaciones; quizá a esta generación, a la nuestra, la da por perdida… pero no la esperanza.
Pero al escribir “reinventemos” se incluye como responsable y de manera tácita le concede lo que es para muchos un consenso: la forma de gobierno más viable.
Y dijo reinventar, no resucitar. Habría que agregar la ceremonia del entierro de lo que concebimos hasta hoy como democracia, por obra y gracia de una clase política que no ha hecho otra cosa que acabar con ella, desconocerla, adulterarla, prostituirla, manosearla, manipularla, desgastarla, carcomerla.
Sí, nos toca como sociedad emprender esa gran tarea de reinvención. Tenemos que ser capaces. Y por supuesto no tiene nada que ver con el ejercicio de votar elección tras elección. Es mucho más profundo y de más largo alcance.
Implica conciencia, pensamiento crítico, participación, actuación; implica no cerrar la boca ni cruzar los brazos. Responsabilidad, por supuesto.
En México estamos a una semana de las elecciones intermedias locales y federales; y el nivel de organización, discusión, interés, dudas, preguntas e inquietudes de la sociedad con respecto al hecho de votar, es una realidad alentadora que sí podría ser el origen de una transformación que, iniciada desde abajo, escale hasta permear al sistema.
En un principio, la iniciativa ciudadana para anular el voto fue ignorada, después vilipendiada, más tarde calificada de “respetable” y ahora (hasta ahora, pero no importa) reconocida.
Me atrevo a decir que, independientemente de las universidades como propone Saramago, la sociedad mexicana camina a pasos agigantados y trabaja afanosa en la reinvención de la democracia. Como siempre (y en gran medida gracias a la sordera y a la ceguera crónicas de la clase política) los habitantes de este maravilloso país recién reencontramos la ruta y ahí vamos.

Artículo publicado en El Informador el 27 de junio de 2009.