lunes, 7 de febrero de 2011

Seguridad II

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

La semana pasada me refería en este mismo espacio a la urgencia de que el Estado mexicano nos proporcione seguridad en todos los ámbitos: salud, educación, vivienda… Y le toca al Estado porque pagamos impuestos y porque con nuestro voto transferimos poder y autoridad a los gobernantes para que cumplan con los mandatos populares y constitucionales.
Esto dicho así, de una manera tan simple, no se cumple con la eficiencia ni la suficiencia que se requiere, que se demanda. Y, en general, tenemos problemas y graves: hay inseguridad y violencia en niveles que alcanzan el rango de históricos; la pobreza va en aumento; el desempleo es una realidad creciente y un riesgo cotidiano; los servicios de salud pública y social todos los días son noticias en un punto u otro del país por la baja calidad, la falta de capacidad, la negligencia, la corrupción; la pésima educación es una queja cotidiana que genera impotencia y repercute en muchos otros ámbitos de la vida nacional; la realidad de los jóvenes que no estudian ni trabajan no porque no quieran, sino porque no hay políticas públicas que generen oportunidades para ellos; persisten las quejas por la violación persistente de derechos humanos y un día sí y otro también nos enteramos de atropellos, abuso de autoridad, despojos e imposiciones con la justificación del “bien mayor” o la “utilidad pública”.
Puedo seguir con el recuento y seguramente el amable lector podrá agregar decenas de asuntos más que de manera regular afectan los quehaceres cotidianos: obras públicas, recolección de basura, vialidades, transporte, energía eléctrica, agua, alimentos y sus precios, gasolina…
Con base en el concepto de seguridad, lo que los mexicanos necesitamos, habitantes de cada Estado y de cada ciudad, es certeza, confianza, tranquilidad, la sensación clara de que no corremos ningún riesgo. Por supuesto cada quien trabaja –hablando de la sociedad en general— para alcanzar este objetivo que es fin, y hacemos lo que nos toca en mayor o menor medida.
Hay voces que dirigen los cañones hacia la ciudadanía y la califican de apática, negligente, ignorante, mal educada, egoísta, poco participativa, pero yo no estoy de acuerdo. No cuando desde hace décadas un sindicato controla a los maestros y los ofrece como carne de urna a cambio de que en el magisterio las cosas sigan igual, que no les quiten su modus vivendi, y me refiero a los dirigentes, no al ejército de mentores que simplemente es utilizado y manipulado por quienes se dicen sus representantes; maestros que reciben menos dinero cada quincena por la cuota sindical.
No, cuando alguien se atreve a denunciar y la demanda no prospera; o cuando alguien manda una carta a la Presidencia para dar cuenta de alguna inconformidad y al cabo de unas semanas es requerido por Hacienda. Sostenemos este país, los gobernantes están obligados a darnos seguridades.

Artículo publicado en El Informador el sábado 5 de febrero de 2011.