domingo, 18 de septiembre de 2011

México profundo

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Aunque desde el discurso oficial por lo general se tratan de exaltar “logros” y difundir datos “positivos”, lo cierto es que vivimos una de las épocas con mayor desesperanza e incertidumbre en nuestro bello y maravilloso país.
Es doloroso, preocupante. A veces, más de las que quisiéramos, nos atrapan la impotencia y la indignación. Y, cada vez con mayor frecuencia, el miedo. La situación se enfrenta de diferentes maneras, casi tantas como los millones de mexicanos que somos; y también se evade o se trata de cubrir o de minimizar; se adoptan actitudes de cinismo o de amargura.
Sin embargo, en el fondo, todos estamos conscientes de la realidad que nos circunda y la mayoría tratamos de sobreponernos para seguir con nuestras vidas en la mayor normalidad posible mientras muchos otros tratan de hacer algo por México desde diferentes frentes.
Escuché íntegro el discurso de Alonso Lujambio, secretario de Educación Pública, en la ceremonia del CCI Aniversario del inicio de la Guerra de Independencia y, más allá de la defensa que hizo del Presidente Felipe Calderón (“la nota” en medios de comunicación masiva) pronunció frases para tomar en cuenta, como esa poco atendida en las reseñas periodísticas: “…dejar atrás la mezquindad de quien cree que tiene toda la razón y es dueño de la verdad” (ojalá se ponga el saco quien se lo tiene que poner) y la recurrente en la que “explicó” qué es “dar todo por México”.
No se trata de hacer lo que Lujambio dijo, en lo absoluto, seguramente muchos de sus dichos generarán inconformidad y desacuerdo, pero rescato simplemente la expresión que se presta para hacer todas las lecturas e interpretaciones.
Lo damos. Somos mayoría los que cumplimos con nuestras obligaciones y responsabilidades en todos los ámbitos; siempre se requerirá más e inevitablemente habrá quienes no lo hagan, pero no se detendrá el país por eso, ni siquiera por los obstáculos cotidianos generados por una clase gobernante egoísta, corrupta e inepta.
El país no se detiene ni se detendrá por eso porque estoy convencida de que una fuerza invisible e incuantificable empieza a surgir de las raíces, de ese centro terrestre que retiembla y se remueve para dar paso al México profundo que somos, una nación noble y poderosa, creativa, ingeniosa, valiente, alegre, única, generosa, solidaria, digna, trabajadora, activa e inteligente, honesta, espiritual, fuerte y decidida.
Lo somos, no aceptemos nunca, de nadie ni de nosotros mismos, conceptos contrarios e ideas añejas que han intentado sobajarnos y hacernos sentir inferiores y acomplejados.
Concebirnos como realmente somos, aceptar nuestra grandeza nos llevará a ella, más pronto de lo que nos imaginamos.

Así como Lujambio dijo al referirse a los hechos de 1810 pero que aplica perfecto ahora: “El anhelo de libertad tenía el sostén incontrastable de un descontento popular generalizado, que al grito de libertad, se movilizó al impulso de su indignación con los mejores ejemplos de grandeza y heroísmo”.

Artículo publicado en El Informador el sábado 17 de septiembre de 2011.