miércoles, 18 de julio de 2012

Mexicanos a la calle...

Laura Castro Golarte

Primero fue la esperanza. Aunque el incremento no fue extraordinario, sí salimos muchos más mexicanos a la calle a votar el primero de julio pasado. Al inicio de la jornada había una especie de ambiente festivo, de alegría, de grandes expectativas…
Hacia la tarde ya no era lo mismo. Poco después de las 18 horas, varios ciudadanos dejamos nuestras casas y coincidimos afuera de las casillas en espera de que las mantas con los resultados fueran colgadas para fotografiarlas y subirlas a las redes. Pero el tiempo pasaba y en muchos casos… nada. En mi casilla, la manta se colgó después de las nueve de la noche, una casilla urbana, céntrica… El desaliento ya estaba en muchos de nosotros porque el presidente de un partido desde las seis y cuarto de la tarde, cuando cientos de casillas todavía ni terminaban de recibir la votación, ya salía a anunciar que su candidato había ganado la elección local en Jalisco. Mal augurio.
Ese simple hecho nos daba noticia de que vendrían tiempos oscuros y difíciles. Enojo, molestia, encono, división… El ambiente, otrora relajado, empezó a enrarecerse y los ánimos a crisparse. Se acentuaron las diferencias entre nosotros y se recrudecieron las ofensas en redes sociales y en la calle.
Poco a poco, conforme avanzaba el día y llegaban los anuncios programados, una pesada losa aplastaba los ánimos, hasta el aire se sentía denso al respirar. Pocos mexicanos salieron a la calle a festejar, ni siquiera la celebración duró tanto. Esos pocos que salieron a las calles pronto regresaron a sus casas, sentí algo así como si hubieran salido a celebrar a escondidas, con ganas de que nadie los viera.
Esto fue el primero de julio y desde entonces a la fecha, otros mexicanos han salido a las calles en un ejercicio auténtico y espontáneo, en muchos casos simultáneo, a lo largo y ancho de este enorme y maravilloso país.
Los mexicanos, mexicanos de a pie, mexicanos que por lo general no participan, que trabajan dos y tres turnos y pagan sus impuestos, mexicanos que aman a su Patria, mexicanos más allá de grupos y movimientos, mexicanos hartos, cansados de tolerar abusos, empezaron a salir, primero tímidamente y después con una fuerza descomunal.
Llegará un día en que el sábado 7 de julio de 2012 formará parte del calendario cívico, la fecha se incluirá en los días festivos de la nación; llegará el día en que se reconozca que cientos de miles de mexicanos, en más de 35 ciudades de todo el territorio nacional, y en una docena en el extranjero, por lo menos, tomaron las calles y las plazas para manifestarse pacíficamente contra la farsa de la democracia que nos ha dado la clase política, además como si fuera una concesión graciosa, y sólo para adulterarla, violarla, romperla, traicionarla…
El problema no es quién ganó, sino cómo ganó; y la exigencia no es quitar a uno para poner a otro, sino que se respeten las instituciones que ha costado tanto construir y mantener, que cese la manipulación, que se erradiquen todas las formas de fraude, que se acaba con la inequidad en los procesos, que se supriman prebendas y privilegios, que no se abuse de la pobreza de la gente, que se democraticen los medios de comunicación, que se limpie la elección, que haya transparencia y certeza y que quien sea que llegue a gobernar a todos los mexicanos, lo haga con legitimidad.
Nos han calificado de flojos y agachones, de transas y apáticos, se han escrito ensayos sobre la psicología y la idiosincrasia del mexicano y resulta que tenemos complejo de inferioridad porque siempre estamos añorando ser lo que no somos. No es cierto. Eso es lo que nos han querido hacer creer, pero no somos así. Somos un pueblo noble y maravilloso, trabajador, amante de la paz, ingenioso y creativo, festivo y solidario, generoso, responsable, participativo y consciente, con valores, con sentido común y sabiduría… Y hemos tomado la calle.
Finalmente, es la esperanza…

Publicado en Tere Notas del 18 de julio de 2012.