martes, 9 de abril de 2013

Crónicas de ayer


En estos días se cumplen 16 años del Primer Congreso de la Lengua Española, aquel que fue en Zacatecas, maravillosa ciudad colonial Patrimonio de la Humanidad. En abril de 1997, Gabriel García Márquez desató tempestades y, como prestidigitador, hizo que otros se desgarraran las vestiduras. 


Resonancias de un Congreso

La lengua española entre dimes y diretes

El mundo del idioma y el mundo de las cosas, siguen separados, doble la patria de la palabra, doble la patria del hombre, doble el abismo de la esencialidad…

Hermann Broch
La muerte de Virgilio

Por LAURA O. CASTRO GOLARTE


Los efectos de las cosas importantes rara vez son inmediatos. Se cuecen a fuego lento como los buenos caldos, es preciso sazonarlos con cuidado y no desprenderse de la hoguera hasta no tener la certeza de que es el mejor guisado.
La lengua española es importante. Y tuvieron que pasar más de mil años para que los hombres de hoy, los que saben, se sentaran a la mesa a degustarla, a masticarla una y otra vez para hallarle sabor, para definir su consistencia, para diferenciar aromas, desmenuzar ingredientes y hacer un primer intento por encontrar y escribir la receta. Imposible. Enriquecida siglo tras siglo, la lengua española de ahora es el resultado de un sinfín de sazones que nadie tuvo la precaución de anotar, ni el cuidado de seguir, ni la paciencia de respetar... se ha dejado a la buena de Dios.
Viva como está, herencia como es, ha trascendido tiempo y espacio en una carrera evolutiva que está más allá  de cualquier esfuerzo humano por detenerla o contenerla, por acotarla o absorberla, por violentarla o someterla.
Siglo tras siglo, desde el X, de cuando se tiene la primera noticia del español por escrito, nuestra lengua es otra. De cien años en cien años las transformaciones han sido asombrosas. No sería posible que un hombre del siglo XI o del XIII se comunicara con alguno del siglo XX en este idioma.
Y ahora nos desgarramos las vestiduras.
El español es una lengua viva y como tal crece y se enferma y sana. La lengua es el gran instrumento para la trascendencia del hombre. Generaciones van y vienen, pero lo que el ser humano dice o escribe, se ha quedado, aquí está.

Cinco días de bla, bla, bla

Un buen día llegó la noticia de que en Zacatecas se celebraría un congreso de la lengua, así simplemente, pero más que eso, lo verdaderamente importante era que vendrían ¡los reyes de España! como si por ese simple hecho, lo que se hiciera o dejara de hacer o de decir en el Congreso, adquiriera una mayor dimensión.
El caso es que por primera vez en mil años (si contamos desde el siglo X) se reunirían estudiosos, periodistas, comunicadores, lingüistas, habladores --indispensables--, escritores, editores, intelectuales y todos los que de alguna u otra forma tienen que ver con el idioma español para perorar sobre él, para defenderlo y atacarlo y para analizarlo, deshacerlo y volverlo a componer.
Para Zacatecas fue una circunstancia sin precedente. Sus hermosas y coloniales calles de pronto se vieron invadidas por extraños seres con gafetes de distintos colores, elementos de seguridad --sobre todo el primer día (7 de abril)-- y la especie esa que ojalá estuviera en peligro de extinción: “el Estado Mayor Presidencial”, además de decenas de reporteros y fotógrafos que le dieron “sabor al caldo” con sus ires y venires y sus problemas para cubrir lo que de la lengua se dijera y difundirlo a todo el mundo, por lo menos el de habla hispana.
De principio a fin, el congreso de la lengua fue centralista: ponentes, invitados especiales y reporteros de ciudades capitales de los países participantes, no tuvieron mayores problemas. La “provincia” como se nos llama despectivamente, vio disminuidas seriamente sus posibilidades. Lo único no centralista fue la ciudad sede.

7 de abril

Unas horas antes de escuchar lo que Gabriel García Márquez traía preparado para todos y que aún escandaliza, los reporteros de ciudades distintas al Distrito Federal, nos “peleábamos” con un tal Octavio Contreras que repartía gafetes “especiales” como si fueran volantes, pero sólo a los “nacionales”, es decir, a los reporteros que trabajan en medios de comunicación de la capital del país. Le sobraron. Éramos más los que llegamos de Guadalajara, Torreón, Hermosillo, Tuxtla Gutiérrez, Aguascalientes, Villahermosa y otras ciudades del resto de la República.
Algunos como nosotros --me acompañó el reportero gráfico Santiago Corona Barbosa-- estuvimos apostados desde las diez de la mañana, a escasos cincuenta metros de la entrada al Ex convento de San Agustín --donde sería la ceremonia inaugural en punto de las 12:00 horas--, del otro lado del cordón que sólo podían traspasar los privilegiados que portaban el “distintivo especial” (había unos grises pequeños, otros amarillos y verdes más grandes y gafetes sólo identificables por los elementos de seguridad).
Los que no teníamos semejante salvoconducto, a lo más que aspirábamos era a ver la ceremonia inaugural por “tele”, mediante un circuito cerrado. Los monitores estarían en el patio contiguo a la nave principal. Hasta para eso tuvimos problemas. Al final y como haciéndonos un gran favor, Octavio Contreras, omnipotente y omnipresente, franqueó el paso unos minutos antes de que el Rey de España y el Presidente de México hicieran su arribo al edificio patrimonial.
Para el reportero gráfico la situación estaba más difícil porque no podía tomar fotografías de imágenes de televisión y todos se hicieron para atrás en cuanto a la posibilidad de sí dejar entrar a fotógrafos y camarógrafos aun cuando su más grande pecado fuera ser de “provincia”. Había que resolverlo de alguna manera y rápido, porque en lo que son peras o son manzanas ya nos habían dado casi las 12:00.
Santiago Corona optó por “ganar la calle” y tomar fotografías del recorrido. La Av. Hidalgo, que es la principal de Zacatecas, estuvo acordonada desde temprana hora y ahí, los que estaban en primera fila eran niños. Eso estuvo muy bien, sobre todo para cuestiones de publicidad e imagen.
Conforme pasaba el convoy con los protagonistas que iban en un carro sin capota, los niños agitaban banderitas de México y España, gritaban vivas y desde las azoteas de los edificios manos invisibles lanzaban papeles tricolores cortados en cuadritos. No más faltó que alguien se adelantara y dijera al rey lo mismo que en Colombia alguien dijo, según relató en la clausura el ex presidente de ese país, Belisario Betancourt: “Qué milagro es verles (a los reyes). Dichosos los ojos. Los estábamos esperando desde hace quinientos años”.
Llegaron por fin al inmueble, el Rey de España y el Presidente de México, caminando y saludando --sin saludar-- a diestra y siniestra. La sonrisa congelada y el paso firme.
Los reporteros que ya esperábamos que iniciara la transmisión, nos perdimos de eso porque no podíamos ni siquiera asomarnos, bueno, hasta los elementos de seguridad recibieron la orden tajante de meterse y cerrar la puerta que da al patio para que los mandatarios no vieran a nadie en las calles vecinas.
Tomamos asiento, colocamos las grabadoras y nos dispusimos a escuchar los mensajes de Juan Carlos I y Ernesto Zedillo y de los tres premios Nóbel de Literatura invitados para la ocasión y que son los tres vivos que tiene la lengua hispana: el gran Gabo, Camilo José Cela y el mexicano Octavio Paz que por cuestiones de salud envió su mensaje en video.
Por fin empezaron los cinco días de “bla, bla, bla” que de alguna manera determinó el autor de “Noticia de un secuestro”. Escandalizó, pero también tuvieron mucho que ver algunos de los discursos salpicados de “demagogia”.
A la salida, sin esperarlo por supuesto, dada la inaccesibilidad de que se ha cubierto, abandoné el patio central a un lado de García Márquez, hombro con hombro. Era impensable no hacerle por lo menos una pregunta. Tuve que posponer la reacción de sorpresa:
--La prensa... ¿qué puede hacer para defender la lengua?
--Escribir, escribir...
--¿Así nada más?
--Sí, la lengua se defiende sola.
Inmediatamente se fue. En cuanto otros reporteros vieron que Gabo respondía se acercaron con sus grabadoras por más, pero ya no hubo más. En varias ocasiones el autor de “El amor en los tiempos del cólera” ha dicho que las entrevistas no tienen fin, por eso prefiere no darlas.
Era un hervidero de gente y de pronto se apoderó de mí esa desesperación por hacer entrevistas. Sin embargo, me topé con otro obstáculo ¿Quién era quién? Imposible acercarse a leer lo que decía cada gafete o preguntar: “¿¿Y usted quién es?”
Aquí no quedó otra más que seguir el camino más corto y sencillo. Conocía a don Miguel León-Portilla que ha venido varias veces a Guadalajara y lo abordé, pero no se dejó entrevistar, que después. La tarde de ese mismo día participaría en la presentación del libro de Mexicanismos de don José Luis Martínez, jalisciense y director de la Academia Mexicana de la Lengua. ¡Él! claro, él era otra posibilidad de entrevista y sí lo fue. Breve, don José Luis dijo que no se podía hablar de defensa si no había nada que lo atacara, así que era incorrecto referirse a la defensa de la lengua española, si acaso, a su enriquecimiento y preservación, pero no a su defensa. No obstante, este término se utilizó durante los cinco días de bla, bla, bla, en exceso quizá, en todas y cada una de las seis mesas en que se organizó el congreso y dio la pauta, además, para la redacción de las conclusiones.
Por la tarde, después de que fuimos a la sala de prensa a escribir las notas de la mañana, en medio de una barahúnda que dificultaba la concentración, regresamos al centro de Zacatecas --Patrimonio de la Humanidad-- porque en Palacio de Gobierno se presentaría el libro ya anunciado de don José Luis Martínez. Lo mejor de esta presentación, fue, sin duda, la participación del doctor León-Portilla, indigenista a m s no poder, que no se tentó el corazón para decir una que otra cosilla en contra de los españoles, luego de pedir “por-favor, por-favor”, que no se le considerara chauvinista.
Con singular alegría dijo --y seseando-- que “tiza”, utilizada por los españoles para escribir en la “pizarra” (“los mexicanos escribimos con gis en el pizarrón”) es un nahuatlismo, tiztl que quiere decir greda y advirtiendo que no expondría una lista de americanismos, se regodeó enumerando algunas palabras de origen americano que se han incorporado al español universal: maraca, barbacoa, canoa, jacaranda, papa, jitomate, aguacate, tiburón, hamaca, cacique, colibrí, caníbal, caimán, macana, jícara, tocayo...
Miguel León-Portilla hizo un planteamiento que, en realidad, ha encontrado poco eco, pero que es fundamental: elevar a rango constitucional el hecho de que los países hispanos son plurilingües porque “la pluralidad de lenguas no es ya un castigo como en la Torre de Babel. Además de derecho inalienable de quienes las hablan, es riqueza invaluable del propio país y de la humanidad entera.”
Al día siguiente empezarían los trabajos en las seis mesas temáticas: Libro, Prensa, Radio, Televisión, Cine y Nuevas tecnologías.

8 de abril

Nos levantamos temprano aun cuando nos habíamos acostamos tarde y agotados por el trajín del primer día. Nos esperaba una jornada con decenas de ponencias y miles de palabras. Por más que lo intentamos no logramos desarrollar el don de la ubicuidad.
Elegimos las mesas de Prensa y Libro. Esta última fue una de las mejores y del primer día de trabajos surgió una de las propuestas que el Congreso retomó para llevarla a la Reunión Cumbre Iberoamericana que será en noviembre de este año en Venezuela.
Belisario Betancourt, motivado por la exposición de Miguel de la Madrid, sobre todo en lo que se refiere a los problemas para la distribución de libros en los países del mundo hispano, propuso que se creara un Mercado Común del Libro en la región. Esto no fue sólo bla, bla, bla... es una idea con esperanza de que prospere.
Era ya el primer día de trabajos --quedaban dos-- y fue difícil encontrar el ritmo: ¿qué cubrir?, ¿cómo?, ¿qué escribir?, ¿qué mandar?, ¿cuánto?, ¿qué guardar?, ¿a quién entrevistar? No fue fácil y se hizo necesario jerarquizar y plantearse opciones: ¿qué ponencia cubrimos? ¿la de Chespirito o la de Miguel de la Madrid? En realidad, este fue uno de los casos menos complicados de resolver, pero hubo otros que sí planteaban serios problemas. El programa estaba atiborrado de nombres y temas que parecían todos interesantes. Los de Prensa, una de las mesas más desairadas, por cierto, presentaban trabajos verdaderamente atractivos, sobre todo para un periodista. Aquí el gran obstáculo fue que la mayoría de los ponentes eran españoles y no precisamente periodistas sino estudiosos o investigadores, no comunicadores, de tal suerte que si de por sí no se le entiende bien lo que dicen, mucho menos a quienes casi no hablan y mucho escriben.
Al principio creí que yo era la del problema, que si no les entendía a los españoles era por alguna falla en mi sentido del oído, pero no, al final, el coordinador de la mesa de Cine, durante la sesión de conclusiones y con un excelente humor (Reynaldo González, cubano), dijo que hubiera sido bueno poner subtítulos a los expositores españoles para no perder palabra de lo que decían.
Después de eso, puedo reconocer con toda franqueza, que si no se hubieran distribuido fotocopias de las ponencias de esa mesa, me habrían pasado de noche, como luego se dice.
Imposible siquiera pensar en ir a Radio o a Televisión o a la mesa de Nuevas tecnologías en la que, además, igual que en Prensa, la mayoría de los expositores eran españoles.

9 de abril

Levantarse temprano era cada vez más difícil, pero lo logramos. Y la situación era que como unas mesas empezaban puntuales y ya no dejaban entrar, y otras no, no podíamos correr el riesgo.
Este día en particular, de acuerdo al programa y sólo con él como base para desarrollar la intuición, tanto en la mesa de Libro como de Prensa, habría cosas importantes. Sí fue así y logramos cubrir un poco más porque decidimos que yo iría a la del Libro y Santiago Corona a la de Prensa, además de como fotógrafo, como reportero.
En la del libro estuvo Sergio Ramírez, escritor desde siempre pero más que por eso, famoso entre muchos reporteros por haber sido combatiente en contra del gobierno de Somoza y después vicepresidente con Daniel Ortega en Nicaragua.
Su exposición fue magistral y de ella ya dimos cuenta detallada (El Informador, 10 de abril), pero vale la pena recordar que él habló del poder de la palabra y de su supervivencia: “La literatura se quedará en la escritura. El acto mágico de escribir, de transformar la imaginación en palabras, no tiene sustitutos mecánicos ni electrónicos. Ese acto de transferencia de la imaginación de una mente a otra, de la mente de quien escribe a la mente de quien lee, depende de la cifra única de la palabra. Sus variables son infinitas”.
A él fue fácil entrevistarlo. Es de esas personas que se dejan preguntar y que gustan de responder. A lo que no le quiso entrar, por más que insistimos varios reporteros, fue a dar su opinión sobre el discurso de Gabriel García Márquez el día de la inauguración.
De hecho, en el marco del Congreso fue poco lo que se dijo públicamente acerca del discurso que todavía da de que hablar. Las reacciones fueron posteriores y de varias partes del mundo. La mayoría adversas, las menos, realistas. Lo cierto es que García Márquez, al parecer ávido de una publicidad que no necesita, confeccionó un discurso ideal para eso y para despertar polémica. Lo logró. Y si bien se empieza a entender que fue una de las “famosas salidas de Gabo”, sí motiva a la reflexión, que no al desgarramiento de vestiduras. Lo que pasa es que la memoria del ser humano es muy limitada y no todas las personas saben a ciencia cierta cómo ha sido la evolución del español a lo largo de un milenio, pero es como decía al principio. Lo escrito entonces, salvo los especialistas, nadie lo entendería hoy y una lengua viva está sujeta a cambios, a interpretaciones y reinterpretaciones, a costumbres y culturas, mucho más el español que se ha alimentado de cientos de dialectos, sujetos a cambios también, en todo ese tiempo. El sustrato lingüístico del español es casi infinito.
Como un ejemplo, y de manera por demás simpática (aunque la mayor parte del público reprimió risas y sonrisas), la coordinadora de la mesa de Radio, Elsy Manzanares, de Venezuela, hizo un llamado para que se respetaran los regionalismos, porque, de otra manera, habría que definir “lo que significa el verbo coger para los españoles y qué para los mexicanos”.
La sesión plenaria de este día fue muy buena. Empezó tarde, pero, por ejemplo, fue posible abordar a don Belisario Betancourt para solicitarle una entrevista y la concedió con gran amabilidad --además de que los colombianos, y es una apreciación personal, tienen un modo para hablar muy cálido, sabroso--.
Esta sesión fue “violentada” por Jacobo Zabludovsky, quien estaba programado para hablar al final y lo hizo al principio, por cuestiones de trabajo. Álvaro Mutis no abandonó una sonrisa de difícil interpretación, aunque algo se pudo deducir cuando dijo, coincidente con García Márquez de alguna manera, que había otras cosas de qué preocuparse, no del español, sino de la sociedad de jueces implacables en la que vivimos, y de la desorientación que priva en los jóvenes y del Apocalipsis que viene y ya deja escuchar los primeros trompetazos.
Oír y atender al Prof. Odón Betanzos fue también una gran experiencia. Hasta antes de esta sesión no tenía noticia de él y resulta que es un ser humano extraordinario. Nació en España y vive en Estados Unidos, en donde se dedica a defender no sólo la lengua desde la presidencia de la Academia que tiene su sede allá, sino a la comunidad hispana en general. Habló por ejemplo, sin que tuviera que ver directamente con nuestro idioma y fuera de su texto, de que algo se tiene que hacer en contra de esa gran muestra de antihumanismo de la Unión Americana, que abre y cierra la puerta a las corrientes migratorias a conveniencia, cuando se necesita mano de obra o cuando se necesitan votos.
Para este día, después de la sesión plenaria, estaba programada la presentación de Pilar Rioja, la bailarina, en un homenaje a Ramón López Velarde, el poeta zacatecano. Primero sería en el Teatro Calderón pero luego se cambió a otro sitio. Eso dificultó las cosas y el motivo de tal cambio fue que, uno o dos días antes de que iniciara el Congreso, el Teatro Calderón todavía estaba tomado por los estudiantes que continúan en huelga de hambre como señal de protesta por la actuación del rector de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Finalmente se desalojó y los manifestantes se trasladaron al callejón que está enfrente del Ex convento de San Agustín. (Fueron una compañía asidua y muy activa. El día de la clausura le causaron serios problemas al gobernador Arturo Romo. Le regalaron un Pinocho de oro que, por supuesto, el funcionario no quiso recibir). Aún así, no se reanudaron las actividades originalmente programadas en ese lugar, sólo se instaló una exposición de libros antiguos.
Este día, después de que todos los reporteros y fotógrafos concluimos la labor cotidiana, aceptamos una invitación del gobierno del Estado para participar en una callejoneada con la burra Hortensia y todo, cargada con ollitas y mezcal. Una tradición de las más gustadas y socorridas en la ciudad. Las calles de Zacatecas adquirieron otra dimensión y en las paredes de cantera rosada retumbaba la música de la tambora. Algunos “la siguieron” hasta las cinco o seis de la mañana luego de cenar el “itacate minero”, un platillo típico que consiste en un envoltorio con tacos de chiles jalapeños rellenos y capeados, de frijoles con huevo y de chicharrón, que las mujeres de los mineros les preparaban antes de que se fueran a trabajar. Nosotros no seguimos. Al día siguiente, a las 8:30 de la madrugada, era la cita con don Belisario Betancourt para la entrevista.

10 de abril

Desde un día antes, Santiago y yo nos repartimos otra vez las mesas de trabajo. A duras penas pero logré puntualidad, a diferencia de don Belisario que llegó quince minutos tarde y en esa misma proporción se acortó el tiempo para las preguntas y las respuestas. Pero fue buena de cualquier modo (El Informador, 11 de abril) y se trata de una persona muy amable que quién sabe cómo le ha hecho para ser ex presidente y vivir en Colombia.
La cobertura del Congreso, a estas alturas, ya era una gran rutina. Mesas de trabajo, ponencias, entrevistas, traslado a la sala de prensa, escribir, mandar, comer ¿comer?, regresar a la sesión plenaria, volver a escribir, volver a mandar, dormir ¿dormir?..
Era el último día de ponencias. Al siguiente sería la clausura y nada más.
La sesión plenaria fue de conclusiones que dieron a conocer los coordinadores de cada una de las mesas. Que Estados Unidos sea considerado como un país de habla hispana, por ejemplo; que se respeten los regionalismos; que dizque la televisión utiliza el idioma “muy apegado a la norma”; que se corre el riesgo de una norteamericanización y no una globalización a través de la televisión; que los periódicos de referencia deben poner el ejemplo en cuanto al uso del idioma; que no hay que tenerle miedo a las nuevas tecnologías; que la supervivencia del libro está  garantizada y cuestiones por el estilo. Se acabó.
Por primera vez terminamos temprano, logramos comprar algunos dulces deliciosos (rollos de ate de guayaba rellenos de cajeta y nuez) y ya. A la salida, y como un regalo, avistamos en un cielo limpísimo después de un día nublado y lluvioso, al cometa “Hale-bop”, surcando la bóveda zacatecana, como una señal de buen augurio.

11 de abril

La ceremonia de clausura fue muy larga y ya todos estábamos muy cansados. Duró ¡dos horas! pero se dijeron cosas interesantes. Aquí fue cuando se dieron a conocer las conclusiones que le prometen vida al Congreso. Se habló ya de continuar y de, por qué no, que el próximo sea en Cartagena de Indias.
Lo que se dijo en la clausura ya es viejo, pero muchas cosas se quedaron en el tintero por falta de espacio sobre todo.
De alguna manera la introducción de esta crónica tiene una referencia culinaria, inspirada en una fábula que leyó, otra vez, Belisario Betancourt (una de las presencias más activas a lo largo de todo el Congreso), sin lugar a dudas y que ahora transcribo:
“... En alguna de sus fábulas cuenta Esopo que en cierta ocasión un señor de pro que deseaba agasajar a sus huéspedes, envió a su mayordomo a comprar lo mejor a fin de preparar una cena suculenta. El mayordomo va al mercado y engalana la mesa con lengua exquisita. La elección del plato merece los elogios de la concurrencia. Intrigado, el señor de casa pregunta al mayordomo el motivo de la elección: he escogido la lengua --le responde-- porque con ella se venera a las divinidades, con ella se construyen la familia y la patria, con ella se exaltan el honor y la virtud: por tales razones, la lengua es el más importante producto del mercado. Se repite la oportunidad de la cena pero en esta ocasión el amo se encuentra enojado con sus huéspedes, por lo cual instruye al mayordomo para que consiga el peor producto del mercado. Con sorpresa, el amo encuentra que el plato principal es el mismo. Asombrado, pregunta al mayordomo el motivo del escogimiento: he seleccionado las lengua --explica con sabiduría el mayordomo-- porque con ella se maldice a las divinidades, con ella se destruye a la familia y a la patria, con ella se denigra el honor y la virtud”.
Los efectos de este Primer Congreso de la Lengua Española no serán inmediatos. Muchas palabras quedaron en el aire. Pero lo que no estuvo ni está  a discusión, es que el español es una lengua viva, poderosa, penetrante, rica, fuerte, sólida, que es el instrumento por el que nos comunicamos, con el que pedimos perdón y con el que damos razón de que amamos. Es el instrumento para exigir acciones contra la falta de humanidad, es una esperanza de paz, un grito, una palabra.
No es necesario encontrar ninguna receta. Como en la cocina, cada quien tiene la suya y cada quien cuida el caldero como quiere y puede cuidarlo, por encima de todo está “el dios maya de las palabras”. Alguien dijo por ahí que el español es hoy lo que sus hablantes queremos que sea y seguramente ahí radica su gran poder que según Gabriel García Márquez --porque eso también lo dijo aunque pocos lo hayan atendido-- hoy es más fuerte que nunca: “La humanidad entrará al tercer milenio bajo el imperio de las palabras... la lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión...”

“Permaneceremos. La escritura nos habla, el texto nos reproduce, el libro nos expresa, la lengua española está  viva. El antiguo poeta mesoamericano, Nezahualcóyotl, dice que dejaremos al menos flores, al menos cantos
Jaime Labastida

Publicado en  El Informador en abril de 1997.