Ciudad adentro
Seguramente si los diputados federales trabajan más días
en estos meses en los que el Poder Legislativo está en receso (no sé por qué
razón; es una de las deficiencias legales que también tendrían que revisar para
corregir) se van a infartar o a estresar o a desfallecer, es mucho trabajo para
los pobrecitos, así que sólo autorizaron un periodo extraordinario de sesiones
(el segundo) por tres días para revisar un conjunto de leyes y disposiciones
relacionado con lo político-electoral.
Son asuntos urgentes que implicarían cambios
estructurales en la organización de las elecciones, pero los diputados sólo
definen tres días para su análisis y discusión. Los puntos principales son: la
elección del consejero electoral que falta y la posible creación de un
Instituto Nacional de Elecciones.
Tres días para una reforma de tal envergadura. No dudo
que ya tengan las cosas avanzadas, capaz de que hasta tres días son muchos para
una cuestión ya procesada, sin embargo, es a través del proceso legislativo que
la ciudadanía puede manifestarse de diversas formas de manera directa o a
través de organismos de la sociedad civil para aportar forma y fondo a los
marcos legales que están en discusión.
¿Tres días son suficientes? ¿Es el tiempo que una reforma
político-electoral en nuestro país, con todo lo que sabemos y considerando de
lo que son capaces los partidos políticos, merece? No.
¿Por qué le dedican tan poco? Porque para ellos no
amerita más. Y con “ellos” me refiero a los legisladores y a los dirigentes de
los partidos políticos. Y que no me digan que es uno de los logros del Pacto
por México porque quisiera saber, primero, cuándo convocaron y consideraron a
los ciudadanos mexicanos para este proceso.
¿Tres días para una reforma político-electoral? ¿Después
del uso de recursos públicos en las elecciones pasadas para favorecer a
candidatos de diferentes partidos en 14 entidades federativas? ¿Después de las malas
experiencias de 2012? ¿Ya se les olvidaron? ¿Qué ya nadie se acuerda de los
monederos electrónicos para la compra de votos; de los operativos para
organizar a señoras en las secciones electorales que recogían credenciales de
elector o tomaban los datos? ¿De la distracción de empleados de las
administraciones públicas para supervisar el trabajo sección por sección? ¿De
las listas en la UdG y en Pemex –por lo menos—para “garantizar” votos a favor
del PRI? ¿De los gastos estratosféricos de todos los partidos políticos en
elecciones federales y locales? ¿Tres días?
¿Serán suficientes para diseñar el marco legal de un instituto
que sustituya el IFE y se encargue de todos los procesos electorales del país?
¿Y para conciliar las diferentes posturas? Porque dentro de la clase política
hay quienes se manifiestan contra un Instituto Nacional de Elecciones (INE) y
prefieren un servicio electoral de carrera que aplique en todos los organismos
electorales del país (ya opera en el IFE pero no, en los institutos locales, al
menos de manera generalizada).
Me queda claro que el tiempo que le dedican a una reforma
político-electoral, cuando es evidente que aún hay desacuerdos, es un reflejo
de la escasa importancia que le conceden a este tópico que los mismos políticos
han venido desvirtuando y prostituyendo desde los grandes éxitos de aquel IFE
de Woldenberg.
Claro, una reforma profunda y de largo aliento en esta
materia no está en el nivel más alto de las prioridades de la clase política.
Sí, es eso, hay niveles. ¿Y para qué emprender una reforma con estas
características si de todas maneras todos los partidos políticos tienen equipos
de expertos para saltarse las trancas elección tras elección? Sí, bueno, ya
entendí por qué tres días.
Publicado en El Informador el sábado 3 de agosto de 2013.