jueves, 17 de octubre de 2013

Todos somos refugiados



No habrá paraíso en Chipre, ni en la India, ni en Brasil, ni en México, ni en Siria. Tampoco en Kenia ni en Tailandia, ni en los barrios africanos de París ni en el territorio chicano de Los Ángeles.
Todos somos refugiados, los de a pie, los que pagamos tributo y nos tenemos que callar. Los que trabajamos en silencio con los brazos cruzados y la conciencia embriagada. Todos los que perdimos nuestros sueños o nos los robaron, junto con la cosecha de uvas y naranjas chipriotas.
Era el paraíso y no lo será más. Ryszard Kapuscinski fue a un campo de refugiados griegos en Chipre. En 1974 fueron invadidos por los turcos. A los griegos les va bien. Excelentes comerciantes. A los turcos lo que se les da es la guerra.
Y su guerra era (¿es?) la misma: muertos, desplazados, refugiados, desaparecidos, niñas violadas, jóvenes echados al mar; huertos abandonados, frutas podridas; tierras secas, cosechas malogradas… Se quedaron esperando la mano del campesino, para el riego, el abono y la cosecha.
Es la misma guerra de Siria; los niños que sufren estas guerras siempre tienen los ojos muy grandes. Parece que quieren penetrar las conciencias.
Es la misma guerra de México. En Michoacán los campos están solos, los negocios cerrados, las casas colapsadas. ¿Cuántos desplazados? ¿Cuántos refugiados? ¿Cuántos muertos? No importan los motivos de la guerra, no habrá paraíso ¿lo hubo alguna vez? Los campos de refugiados en Chipre están llenos de griegos que lograron sobrevivir; los que no se murieron en el camino. Los campesinos que fueron expulsados de sus labores y las mujeres viejas que no lo son y perdieron sus casas, sus huertos; mujeres        que extrañan sus cocinas y sus trastes; y las fiestas y los cumpleaños.
Ahora están en un campo sin nada qué hacer, como los ni-nis del mundo, los mexicanos con ese bono poblacional que se nos va por el caño.
¿Hasta cuándo? Les han dado la tierra, nos han dado la tierra, es nuestra; era nuestra y nos la han quitado. Las descripciones de Kapuscinski me remitieron a Juan Rulfo. El despojo, el sol, el desierto. La pobreza, las costumbres, las tradiciones que matan, que envejecen, que “enlutecen”. Que ajan y horadan los rostros; los surcos de la tierra en la cara.
Todos somos refugiados, todos buscamos reposo y queremos paz. Volver a la tierra que es nuestra. Levantar la casa, recoger los escombros; barrer las estancias y levantar la alfombra a ver si ahí está escondido el paraíso; o quizá en el manzano, en la hortaliza, en el pozo contaminado y casi vacío.
Volver a casa, entrar a la cocina, preparar la comida e invitar al griego y al turco, al sirio, al japonés, al africano, al mexicano, al español, al estadounidense. Sentarnos a la mesa, todos. El planeta como refugio, morada, habitación, paraíso… Pero no habrá. No hay.
Los que prefieren la guerra, los que han roto el equilibrio del odio, los que responden porque sí con una lluvia de fuego; los que despojan y matan y violan; los que usan las armas y las cuidan como tesoros aunque estén heladas; los que esperan señales para accionar gatillos o ni siquiera eso; los muertos en vida; los que no tienen conciencia ni les importa; los que no sabe qué es comerse una naranja del propio jardín; los que han sido arrancados de sus tierras desde niños; de los brazos de sus madres y sus padres… Todos ellos no lo permitirán. No habrá paraíso.
Todos somos refugiados y Kapuscinski lo sabe; él mismo lo fue. Quizá por eso recorría el mundo, quizá buscaba su propio paraíso, pero nunca lo halló.
Quedan sus historias, nos quedan sus testimonios, sus reportajes. La historia de una búsqueda: el paraíso. La lucha cotidiana de toda una vida por perder la calidad de refugiado.
Los refugiados chipriotas, los griegos, en aquel campo bañado por el Sol, son todos los refugiados del mundo. A veces con una palabra basta, aunque se pronuncie en otro idioma, no importa, es un diálogo entre refugiados buscadores perennes del paraíso.


·         Paráfrasis de Laura Castro Golarte con base en el reportaje “No habrá paraíso” de Ryszard Kapuscinski publicado en el libro “La guerra del fútbol y otros reportajes” (Anagrama. Barcelona, 2002).