Ciudad adentro
Hace 15 años, cuando tuve la oportunidad de entrevistar para esta casa
editorial a José Woldenberg, me dijo que la confianza es algo que se construye
día con día, que no se gana de una vez y
para siempre.
He hecho referencia antes a esta afirmación de quien fuera presidente del
extinto IFE y quizá deba volver a ella muchas veces más, porque los niveles de
confianza que tenemos los mexicanos con respecto a diferentes instituciones no
preocupan ni tantito a los responsables, a quienes ahí trabajan, a los que las
integran o componen.
Los estudios de este tipo o los relativos a los índices de popularidad o
aceptación de tal o cual funcionario, hace algunos años eran tomados en cuenta
por la clase política sobre todo cuando los resultados encendían luces de alerta,
pero ahora no; evidentemente los tienen sin cuidado y, hoy por hoy, los únicos
sondeos que les importan son los electorales y no porque les interese realmente
la opinión de los votantes, sino porque se trata de una competencia y hay que
ganar a como dé lugar (prepárese porque a partir de mañana nos atiborrarán con
¡13.3 millones! de spots entre partidos políticos —11.3 millones— y autoridades
electorales —dos millones).
Ayer se publicaron aquí algunos de los resultados de los niveles de
confianza de los jaliscienses en sus instituciones como parte de los trabajos
del Observatorio Jalisco Cómo Vamos, específicamente la Encuesta de Percepción
Ciudadana 2014; y las entidades o instituciones con más altos índices de
confianza son, primero, la familia (69 %) y, segundo, las iglesias (35 %). Y si
las iglesias tienen un porcentaje tan bajo es fácil deducir cómo andan las
demás personas e instituciones. Cinco por ciento de los encuestados respondió
que tiene “mucha” confianza en los partidos políticos, es decir, entre “algo”,
“poco” y “nada” los partidos sumaron 95 por ciento. En otras palabras:
desconfianza total, porque el 5 % ni siquiera corresponde al voto duro.
Estos resultados son similares a los de otras encuestas que se enfocan en
lo mismo. Revisé la última de Parametría con un comparativo entre 2013 y 2014;
y la encuesta telefónica del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública
de la Cámara de Diputados, correspondiente también a 2014. Los rubros que
ocupan el primero y el segundo lugar son exactamente los mismos, con algunas
variaciones en porcentajes; a partir del tercer lugar está la Marina o el
Ejército o la Cruz Roja o las universidades públicas, entre otros.
En estas dos encuestas se indica que la tendencia en varios de los rubros
es a la baja, dato que revela que la confianza de los mexicanos en sus
instituciones está muy lejos de recuperarse; y si cae es porque tales
instituciones no están haciendo absolutamente nada para mejorar en la
percepción de la ciudadanía.
Aunque a la hora de interpretar este tipo de trabajo es preciso no perder
de vista que se trata de muestras, resulta interesante tener una idea de cómo
andan, más o menos, las percepciones ciudadanas; y nos ayudan a comprender
(aunque ya lo supiéramos, se confirma), por ejemplo, las decisiones de algunos
de los padres de los jóvenes desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa, en el
sentido de responder a la oferta de ayuda de un presunto delincuente y
aceptarla, para dar con el paradero de sus hijos.
Han pasado seis meses desde la desaparición de los muchachos y aunque con
toda seguridad para el Gobierno federal es un caso cerrado luego de que dieron con la “verdad histórica”, es un
pendiente que se suma a otros, añejos, que sin duda alguna han contribuido a
minar, a socavar la confianza de los mexicanos en su gobierno, en sus
instituciones.
¿Y para qué es importante la confianza en las instituciones? Una sociedad
con confianza está en paz, paga impuestos, sale a la calle sin miedo; usa las
instituciones para lo que son y recurre a ellas porque funcionan, porque
responden y resuelven; sabe que el Estado se encarga —y bien— de la seguridad,
de mantener el estado de derecho, de hacer justicia; de la educación y la
salud; de una justa distribución de la riqueza; es una sociedad que sabe que
sus decisiones electorales se respetan y que no importa quién gane porque el
sistema está diseñado para que se rindan cuentas y para que la marcha de las
administraciones no se altere.
Nada de esto es una realidad en México y desde el poder nadie, pero nadie,
está aportando ni siquiera un ladrillo al edificio de la confianza, antes bien,
parece que estamos en franca demolición.
Publicada en El Informador el sábado 4 de abril de 2015.