domingo, 18 de octubre de 2015

¿Por qué la resistencia?

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Desde hace tiempo he expresado que debemos, como humanidad, organizarnos de otra manera. Las fallas y las perversiones que nos afectan de manera global son resultado de creaciones del ser humano; de las estrategias que se les ocurren a los líderes mundiales y, para quienes creen en las teorías de la conspiración, de mentes enfermas que sueñan con apoderarse del mundo y exterminar por lo menos a la mitad de los habitantes de la Tierra.
Independientemente de si hay estas motivaciones de fondo o no, la verdad es que no andamos nada bien. Las desigualdades son pasmosas en todo el orbe y todo parece indicar que quienes son la minoría en estas mediciones, no están muy interesados en acortar la brecha.
Por eso sentí un poco de esperanza con la conferencia del Premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, y digo poco no por sus afirmaciones, sino porque muy probablemente quienes toman las decisiones no le hagan caso. Pero este genio de la economía estuvo en Guadalajara para decir que, efectivamente, es no sólo  necesario, sino urgente, reescribir las reglas de los sistemas económicos, educativos y financieros, nada más y nada menos.
El tema central de su alocución en el Foro Mundial de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) fue la desigualdad y la verdad es que lo que dijo no es ningún hallazgo extraordinario, algo de lo que nadie se hubiese dado cuenta: la educación de mala calidad y el desempleo son dos de los principales factores que propician la desigualdad en el mundo. Así de simple, así de sencillo. Él sabe que difícilmente lo tomarán en cuenta porque aseguró que la desigualdad es el resultado de políticas erróneas y la resistencia a corregirlas y más adelante agregó: “[…] proporcionar las mismas oportunidades para personas en diferentes circunstancias no es igualdad, la gente que empiece con una desventaja aunque se les dé la misma educación, tendrá resultados diferentes”.
Ojalá sus ideas y propuestas fueran tomadas en cuenta, pero persiste esa resistencia en las altas esferas de los gobiernos por impulsar medidas que redunden en mejores condiciones de vida para todos, se conforman, se consuelan y se escudan en mediciones engañosas cuyos métodos se acomodan a conveniencia, así tenemos por ejemplo las cuentas alegres con las que nos despertamos el jueves: “Jalisco aprueba 10 de 12 indicadores de bienestar”. Ajá ¿y la realidad cotidiana? Que dizque primer lugar en educación cuando las deficiencias en expresión oral y escrita y en pensamiento lógico-matemático son marcadas y comprobables plantel por plantel, alumno por alumno.
Bueno, ahí están los resultados de una encuesta de Parametría para todo el país, incluido Jalisco claro, que revela: “la mitad de los mexicanos no sabe que México se independizó de España”. Por supuesto esto no es culpa de los mexicanos sino de la mala educación y de la pobreza porque desde el gobierno hay una clara resistencia a cambiar esa realidad que nos aplasta. Pero como ya salió en esos indicadores que Jalisco está muy bien, pues no hay de qué preocuparse, estas cifras e indicadores sólo sirve, como dije, para que la clase gobernante tenga a la mano justificaciones avaladas por ellos mismos, por certificadores creados o patrocinados por ellos mismos, y gritar a los cuatro vientos que vivimos casi en el paraíso para no hacer nada.
El jueves también se exaltó que en México aumentó el número de pobres y que se redujo la pobreza extrema. Podría parecer una contradicción (y en realidad lo es), sin embargo, dada la complejidad de sus indicadores, una medición es para la pobreza y otra para la pobreza extrema, y luego está la pobreza alimentaria, la pobreza educativa, la de salud y la de vivienda, es decir, una por cada necesidad básica que no está cubierta. Pulverizada así la masa de personas que viven en estas condiciones, unos indicadores bajan y otros suben, pero sigue siendo más de la mitad de la población.

Si está claro y estamos de acuerdo en que la desigualdad es resultado de “políticas erróneas” y de la “resistencia a corregirlas”, la solución tendría que ser sencilla, un asunto de voluntad, de conciencia, de humanidad. Sería bueno saber el porqué de la resistencia a que la “prosperidad sea compartida por todos”.

Columna publicada en El Informador el sábado 17 de octubre de 2015.