sábado, 10 de octubre de 2015

"La Estrella Polar..."

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Hace muchos años, cuando este país surgía como nación en un proceso nada terso ni sencillo en la primera mitad del siglo XIX, los ilustrados de entonces, es decir, personas que habían tenido acceso a la educación gracias a su posición social y económica, manifestaban una preocupación constante por la educación de la gente. No desaprovechaban la oportunidad de hacer llamados y tomar iniciativas para que la población saliera de la ignorancia que los había mantenido “embrutecidos” y “dominados” durante 300 años.
Y esa educación era urgente y necesaria para que los mexicanos, los habitantes de una patria recién reconquistada, la defendieran y con ella, el respeto y cumplimiento de sus derechos.
No importaba en qué bando estuvieran los ilustrados; podían ser conservadores o liberales; iturbidistas o republicanos; centralistas o federalistas… la preocupación era generalizada y se abocaban a ello a través, en gran medida, de la palabra impresa. A través de publicaciones periódicas y con motivos transparentes, expresos, manifestaban sus intenciones de contribuir a la ilustración de los lectores como herramienta contra el despotismo y las injusticias.
El contraste con lo que sucede hoy en día es extraordinario. En el discurso la educación es prioritaria y bla bla bla, pero no pasa de ahí. La situación con los maestros disidentes sigue siendo un desastre; no resuelven el problema creado por el sistema en las normales rurales; los planes de estudio están mal hechos; los esquemas de evaluación son cambiados cada tanto tiempo una vez que se dan cuenta de su ineficiencia, de manera que se reducen a la calidad de bandazos y la alteración de resultados es una constante, así que al final de cuentas todo sigue igual o peor.
En 1821 (desde antes, pero partiré de esta fecha) los ejemplos de que la educación de la gente era primordial son abundantes. La Ilustración y sus principios se había instalado en una ciudad que, pese a la guerra de 10 años (1810-1821), lejos de decaer había prosperado y disponía de planteles de alto nivel como la Universidad de Guadalajara (Real y Literaria) y el Seminario Conciliar desde donde se concebía a la educación como una herramienta básica para llevar a la nación hacia el lugar de privilegio que le correspondía en el concierto de las naciones civilizadas.
Era el discurso de entonces con las palabras y las expresiones de entonces; ideas y pretensiones que pueden sonar hoy cursis y románticas pero que tenían un sentido auténtico, una intencionalidad clara y transparente de superación. Eran los primeros años de la modernidad en un país que reiniciaba su camino después de 300 años de dominación.
Decía que los ejemplos son abundantes pero me referiré a  uno dada la escasez de espacio. En una nueva forma de organización de las élites de estudiantes, perfectamente conducidos y orientados por mentores como Francisco Severo Maldonado, un personaje que no ha sido suficientemente reconocido, por cierto, se creó la Sociedad Guadalajarés de Amigos Deseosos de la Ilustración cuyo órgano de difusión fue denominado La Estrella Polar de los Amigos Deseosos de la Ilustración, precisamente. A quienes escribían en ese papel se les conoció como los “polares” durante muchos años, reconocidos como ilustrados y liberales y denostados por el sector conservador que tenía su base en la curia tapatía. Un fragmento (prometo volver al tema) de lo que escribieron entonces:
Después de haber obtenido la América su emancipación, sólo resta a sus hijos procurar por todos los medios posibles la felicidad de la Nación, completando de esta manera la grande obra que emprendió el Héroe de Iguala. Para conseguir esto, es de absoluta necesidad que todos trabajemos incesantemente en darnos una educación, que corresponda al fin deseado, y de la que carecemos por la desidia o mejor decir por la malicia de gobierno español, empeñado siempre en mantenernos en un estado de ignorancia y barbarie, que nos hiciera incapaces de conocer los imprescriptibles derechos que a todo hombre ha concedido la naturaleza.

Cabezal del periódico. El primer número apareció el 11 de agosto de 1822.


Esto se publicó el 11 de agosto de 1822 en el primer número de La Estrella Polar... un periódico que sólo fue uno de los primeros de una larga lista de impresos que tenían el mismo objetivo: contribuir a la educación de la gente. Quizá algo así nos falta ahora, iniciativas personales, familiares, para cubrir las lagunas como mares de la instrucción pública de hoy en pleno siglo XXI, casi a 200 años de entonces; y con los mismos objetivos claro, porque de pronto hay grupos que lejos de sumar, restan; que en lugar de mejorar, empeoran y hay que tener cuidado.

Columna publicada en El Informador el sábado 10 de octubre de 2015.