lunes, 21 de marzo de 2016

Historia y políticos

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)


Nada más el título de este texto académico es elocuente: “El estudio de la historia para el perfeccionamiento político y moral. Droysen y Nietzsche”. El autor es investigador de la UNAM, Francisco Miguel Ortiz Delgado, y en su trabajo, luego de una profunda documentación sobre sendas obras de los pensadores citados, expone cómo ambos, en el siglo XIX, creían en la conveniencia de que los gobernantes estudiaran historia, con el propósito de emular las buenas decisiones, las hazañas y los logros de sus antecesores, en sus países o en otros.
Hasta aquí, algunos podrían pensar que me paso de ingenua o soñadora o ¿utópica?
Este artículo aparece en el más reciente número de la Revista Letras Históricas de la Universidad de Guadalajara, el 14, apenas presentado en días pasados en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades. Es una edición que no tiene pierde pero comentaré sólo este texto (la revista íntegra está accesible en línea en la siguiente liga: Letras Históricas).
De entrada, el autor hace una advertencia que cala: “En la actualidad se considera que el historiador no debe elaborar sus trabajos pensando en lograr una influencia en la política” y a partir de esta afirmación, Ortiz Delgado se va directo al siglo XIX, precisamente cuando Johann G. Droysen y Friedrich Nietzsche, alemanes, pensaban diferente, sobre todo porque estaban plenamente conscientes de que las decisiones que los gobernantes tomaban afectaban a sus gobernados, súbditos, vasallos, ciudadanos o lo que fuera, a los seres humanos a su merced. 

Johann Gustav Droysen y Fiedrich Nietzsche. Imágenes: Wikipedia.
El texto tiene un sustento teórico y el investigador se remite incluso a historiadores del siglo XX para soportar su planteamiento, como el alemán Reinhart Koselleck e incluso el mexicano Luis González y González. En fin, el punto que quiero comentar va más allá de una cita académica.
El asunto es que a pesar de la advertencia inicial, no estaría de más que los políticos mexicanos de hoy le echaran un vistazo a la historia, a la nuestra y a otras, de diferentes momentos y personajes; historias abordadas con diversos marcos teóricos metodológicos y con visiones novedosas con respecto a cuestiones que se creían ya agotadas y de sobra tratadas, para tomar mejores decisiones, para recuperar fines y motivaciones, para no perder de vista cuáles son los propósitos y los objetivos del servicio público.
La historia para aprender, para hacer valer la responsabilidad social de los historiadores aun cuando el foco central no sea dedicar los trabajos a los políticos, pero sí les daría otro sentido; no la historia para manipular, para erigir personajes mesiánicos, héroes perfectos, impolutos; para omitir y maquillar, para llevar agua a sus molinos, para partidizar, esa no.
En sintonía con esta idea, a los pocos días de la presentación de la revista, y sin que fuera algo premeditado claro está, durante la apertura del V Congreso Nacional de Ciencias Sociales que tuvo como sede Guadalajara y terminó el día de ayer, varios oradores exaltaron, precisamente que si en otros tiempos los intelectuales, léase historiadores, filósofos y sociólogos, particularmente, eran los principales asesores de los políticos, hoy la realidad es muy diferente, más ad hoc con la advertencia de Ortiz Delgado.
Quizá haya historiadores que si piensen en influir en la política y están en todo su derecho, pero en estos tiempos, aunque se piense, no se puede, no-están-las-condiciones-dadas. El trabajo intelectual y de expertos se minimiza y con frecuencia, dependiendo del asunto se persigue y se criminaliza.
Los políticos del Gobierno del Estado, Miguel Castro; y del Ayuntamiento de Guadalajara, el presidente municipal Enrique Alfaro, manifestaron su interés por conocer los resultados del congreso y tomar en cuenta los señalamientos de cómo los políticos ahora se rodean de mercadólogos y tecnócratas, pero no de intelectuales que tienen una visión erudita y sin duda alguna, mucho más responsable y menos pragmática, en función de las necesidades de la sociedad, que la de profesionales inmediatistas.
Ojalá sus compromisos y las reflexiones vertidas en el congreso no caigan en saco roto. A los historiadores y periodistas nos toca insistir en que es pertinente, útil y deseable aprender del pasado. Efectivamente no están las condiciones dadas, pero estarán, ya llegará el momento mientras de manera paralela se conforma una sociedad civil cada vez más activa y despierta, aunque de pronto, no se note.


Columna publicada en El Informador el sábado 19 de marzo de 2016.