lunes, 21 de marzo de 2016

¿Tú también Lula?

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Confieso que durante mucho tiempo sentí una profunda envidia de los brasileños por tener un presidente como Lula da Silva ¿alguien no? Un hombre que desde abajo y a través de la representación de los trabajadores llegó después de varios intentos a ocupar la responsabilidad más alta en su país.
Y luego, salvo algunos casos menores de corrupción que salieron a la luz durante su gestión, la admiración creció porque las buenas noticias se sucedían relativas a las decisiones sensatas y exitosas que estaba tomando el Gobierno de Brasil para sacar al país de la pobreza y, finalmente, trascender la condiciones de nación latinoamericana, no la ubicación geográfica claro está, sino de esa especie de estigma que al parecer nos mantiene inmersos en la corrupción, la pobreza, la mediocridad, la desigualdad, la injusticia, el “ya merito”, los políticos abusivos, las violaciones de derechos humanos, el narcotráfico, la violencia y realidades similares que impiden cambiar de estadio, salir del tercer mundo, del subdesarrollo o del “en vías de desarrollo”, incluso de la calidad de “naciones emergentes” para ocupar un lugar en el concierto de las naciones desarrolladas, las ricas, las más poderosas, en donde la gente tiene niveles de vida de alta calidad, no perfecta pero sí superior.
Hasta ahora, salvo las malas noticias que ahora llegan del coloso de Sudamérica —el gran país de la bandera verde y amarilla, el de la selva amazónica, el de la mayor biodiversidad del planeta y el de la gente que parece más feliz, el país del carnaval de Río, el de las próximas Olimpíadas— Brasil sigue formando parte del grupo conocido como BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y no se me olvida aquella alianza en Fortaleza para enfrentar precisamente a los mandamases de la Tierra que no han escatimado recursos y tercerías para desprestigiarlos.
Quién sabe qué pasará ahora con todo este escándalo que involucra, ni más ni menos, que al expresidente Lula, en un hecho que, pese a que las investigaciones no han concluido, me produce una gran decepción y un desaliento incontenible.
¿Cuántas veces no lo idealicé y pensé que ojalá tuviéramos en México uno como él? Lula el carismático, el mandatario preocupado y ocupado en la atención de los brasileños, el estadista, el estratega y, por todo esto, el más popular del mundo reconocido por el mismísimo Obama, no nada más porque sí, sino porque estaba haciendo una diferencia en Brasil, una gran diferencia, estaba sentando precedente y se estaba consolidando como ejemplo de eficacia y honestidad, de líder mundial promotor del buen gobierno.

Lula da Silva. Fotografía: Espectador.
Pues ya no. En lo que son peras o son manzanas, su integridad está en tela de juicio y luego de citarlo para declarar, la Fiscalía brasileña ordena su detención provisional ¡para que no se fugue! Ni intente entorpecer las investigaciones. Qué mal. Dilma Rousseff involucrada al grado de que se le cuestiona si permanecerá o no en la presidencia; varios funcionarios, la gran mayoría de ellos relacionados con la gigante Petrobras que se ha puesto de buen ejemplo en México infinidad de ocasiones, ahora de malo; y decenas de empresarios de la construcción, algunos con nexos con el Gobierno mexicano —para variar y no perder la costumbre— en un masacote descomunal de corrupción, tráfico de influencias, lavado de dinero, impunidad, privilegios, abusos y todas esas acciones con las que en México sabemos bien identificar a los políticos corruptos. Una decepción similar vivimos muchos con Carlos Salinas de Gortari.
Y podríamos decir simplemente: pobres brasileños, un pueblo especialmente querido por los mexicanos y mucho más por los tapatíos, pero resulta que al destaparse esta gran cloaca, todo parece indicar que Lula formaría parte sólo de la parte visible de una red de corrupción sólida y extendida que alcanza a funcionarios, empresarios y mandatarios de varios países de América Latina. Claro está, México no es la excepción.
La columna de Raymundo Riva Palacios del día de ayer (se puede consultar en línea) “Samba”, da cuenta detallada de las relaciones entre el Gobierno mexicano y un multimillonario empresario carioca, Marcelo Odebrecht, actualmente preso, deseoso de no pagar solo, y quien era en realidad, todo parece indicar, el jefe de Lula, por el presunto cabildeo para su beneficio, en México y antes incluso, con los hermanos Castro en la mismísima Cuba.

Así que ¿tú también Lula? ¿Los latinoamericanos estamos condenados sin remedio?

Columna publicada en El Informador el sábado 12 de marzo de 2016.