Ciudad Adentro
En general, las
expectativas de los mexicanos en y fuera de México, con respecto a las
elecciones presidenciales en Estados Unidos han ido creciendo con los años. De
ser un evento que pasaba como cualquier cosa, desconocido y complejo para la
mayoría, desde que apareció en la contienda Barack Obama han despertado más
interés en la población abierta, por así decirlo, y no se diga en quienes
tienen cierto nivel de experiencia o información o son estudiosos de la
política y las elecciones estadounidenses.
El asunto es que
este proceso electoral en particular, que tiene su fecha culmen el próximo
martes 8 de noviembre, ha generado todavía más atención por todo lo que
conocemos: de entrada, las ofensas de Trump, el candidato republicano, a los
mexicanos, antes de que fuera candidato; la visita que causó tan adversas
reacciones dentro y fuera del país (amén de problemas diplomáticos muy
específicos entre el Gobierno mexicano y el de Estados Unidos); el rechazo de
Hillary Clinton a tan “atenta” invitación; y lo de siempre: conocer cuál será
su política migratoria (ya en el terreno de los hechos, no lo que se diga en
campaña), la postura y las decisiones con relación al Tratado de Libre
Comercio; el tráfico de armas, el de drogas y claro, asuntos de seguridad
nacional.
Desde los
debates, sobre todo, he notado un incremento notable en los “opinólogos” sobre
las elecciones en el vecino país del Norte y caigo en la cuenta de que el
análisis se elabora a partir de nuestras propias experiencias electorales. Este
es un error muy común entre historiadores, ahora lo sé. Me explico: hay una
tendencia o una predisposición a juzgar hechos del pasado con criterios y
concepciones del presente. Eso no es posible. Hay que ponerse en el lugar de
los hechos, la imaginación ayuda, pero los documentos que se consulten son
determinantes, no obstante, es frecuente encontrarse con eso en artículos y
libros. Cada vez menos por fortuna, pero sucede aún.
Algo así ocurre
con los expertos locales o regionales cuando de abordar las elecciones en
Estados Unidos se trata. Un periodicazo como el del FBI y los correos de
Hillary Clinton se ha sobredimensionado, aun cuando no se puede desdeñar del
todo, sin embargo, en la Unión Americana el sistema electoral es muy diferente
al nuestro y si bien los ciudadanos estadounidenses son sensibles a la
información que se difunde en medios de comunicación, muy sensibles, las
votaciones son diferentes.
Fuente: CNN. |
Ya se ha dicho
en muchos espacios pero de pronto se olvida. Roy Campos, de Consulta Mitofsky
no pudo haberlo explicado mejor en un video que circula en redes (igualito que
la cadena): los candidatos deben ganar la mayor cantidad de votos electorales
(o puntos) de un total de 538. Esos puntos varían de un estado a otro de la
Unión Americana. Son 51 entidades y cada una tiene sus votos electorales
vinculados al número de senadores y de representantes (o diputados) y hay tres
votos que se asignan a la capital del país (DC).
Hay una página
en español, del Gobierno estadounidense en donde se explica paso por paso en
qué consiste el proceso electoral: Proceso electoral EEUU 2016. Es del
gobierno pero no hay información que pretenda orientar el voto en ningún
sentido, ya de eso se encarga Barack Obama sin que la democracia (imperfecta y
barroca) de Estados Unidos corra el riesgo de sufrir un colapso.
En este momento,
porque son datos que se conocen, Hillary supera con creces a Trump, sin
embargo, los analistas en México casi afirman que Clinton va a perder. Claro
que es posible. Y en materia electoral ya no se sabe en ninguna parte del
mundo. Hay diversos factores que intervienen, incluyendo fraudes por compra de
votos y por sobornar a funcionarios electorales. Pero al 28 de octubre Hillary
tenía 252 puntos de 270 necesarios (la mitad más uno de los 538) y Trump 126.
Es grande la diferencia. Hay 160 votos electorales de varios estados ubicados
en la torre de indecisos. En resumen, Hillary no ha perdido tanto terreno como
se cree y, si gana es, en todo caso, menos peor (queremos creer) en un
escenario de relaciones bilaterales.
Ahora, por
seguir lo que sucederá el 8 de noviembre no vamos a olvidar el caso de Veracruz
(espeluznante) ni el de Ricardo Anaya del PAN (¿fuego amigo?); o los sueldazos de los gobernadores (el de Jalisco
es de los que más ganan) y, entre muchos otros, algunos prietitos en el arroz
sin duda alguna, la aprobación del presupuesto de egresos de la Federación para
2017.
Columna publicada en El Informador el sábado 5 de noviembre de 2016.