sábado, 8 de abril de 2017

¿Qué sigue?

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

¿Qué sigue?

Quién sabe qué sigue, es difícil saber qué va a pasar después de los hechos violentos y demoledores de esta semana. Nuestra fragilidad, nuestra vulnerabilidad como seres humanos está al descubierto y como una losa de plomo nos aplasta el hecho de que estamos a merced de locos y enfermos, de estúpidos, fanáticos e inconscientes con poder.
No he sido capaz de ver las imágenes del presunto ataque con armas químicas en Siria. No puedo con eso. Y no sé, porque no se sabe (de ahí que se insista en usar los adjetivos “presunto” y “supuesto”) si fue eso, un ataque, o un accidente según la versión rusa, pero en cualquier caso, la conclusión es la misma: estamos mal. Mal por almacenar armas químicas, mal por fabricarlas pensando en usarlas contra la población, mal porque hay gobiernos en este mundo capaces de transgredir leyes y acuerdos que ponen en riesgo la estabilidad de esta Tierra y de sus habitantes; mal por la falta de humanidad, por la barbarie. Lo que ha pasado esta semana son metáforas de canibalismo o de cáncer, de lo que implique ir contra nosotros mismos. E importa. Aquí y en el pueblo más alejado y aislado importa y nos atañe, es nuestro planeta y son seres humanos.
De manera recurrente he pensado en la película Wag de Dog que en México se tituló “Cortina de humo”. Y no he sido la única. El analista de temas internacionales Carlos Guerra la citó en una entrevista que le hicieron en Radio Red. Si no la han visto la recomiendo porque revela de qué son capaces los gobiernos y de cómo se las ingenian para distraer a los medios de comunicación. En Estados Unidos “perro” es sinónimo de periodista y la traducción literal del título de la cinta es “Agita al perro” (distráelo). Es fácil hacer grandes producciones.
Si fue ataque o fue un accidente es claro que la tendencia es hacia el genocidio y la respuesta de Estados Unidos no es mejor. Salvo los tradicionales aliados del vecino del Norte, el ataque desmedido (59 misiles) y sorpresivo ha despertado reacciones de condena pero también de miedo: fue abrupto y es peligroso y lo que significa es una declaración de guerra a un país soberano (así lo calificó Rusia) mediante un claro atentado contra el derecho internacional y, además, sin permiso del Legislativo estadounidense.
¿Qué va a pasar? Las acusaciones y las acciones son similares a las que se emprendieron contra Irak hace algunos años, cuando se dejó en evidencia que no había tales armas químicas. Sabemos cómo se las gastan allende el río Bravo; Donald Trump no es el primero en actuar de esta forma.
¿Qué va a pasar ante la condena de Rusia y de otros países no involucrados como Bolivia al ataque estadounidense? ¿Guerra? ¿Guerra fría? Sabemos de los intereses en los conflictos y no hay que perder de vista lo que se discutía en Estados Unidos con la presunta relación con agentes rusos, de gente vinculada con Donald Trump durante la campaña.
Después del presunto ataque con armas químicas que dejó casi 90 muertos, una cuarta parte niños, Francia solicitó una reunión de emergencia de la ONU pero eso no sucedió sino hasta el día de ayer y a raíz del ataque estadounidense. Bolivia (miembro no permanente) y Rusia solicitaron la sesión y el resultado es apenas un llamado del secretario General, António Guterres, a la contención, a la solución del conflicto por la vía política y no la bélica. El representante de Bolivia ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Sacha Llorenti, no faltó al estilo diplomático para señalar con toda la claridad, que el ataque estadounidense no sólo viola el derecho internacional, sino que amenaza la seguridad y la paz mundiales, porque fue unilateral, porque no había  aún resultados de las investigaciones sobre las armas químicas y porque se dio justo cuando en la ONU se analizaba la emisión de un dictamen relativo a los hechos del martes de esta semana en Idlib.
Y el mundo, como espectador de piedra, inerme e impotente ante las decisiones viscerales, inconscientes e irresponsables de los poderosos.
¿Qué sigue? Esperar, creer que en alguien cabrá la cordura, y que efectivamente, más allá de que el llamado sea tibio y timorato, la solución política supere a la bélica, irracional e irreflexiva, siempre y cuando, en este mundo al revés, el ataque ilegal de Estados Unidos a Siria no sea considerado como triunfo político para Trump y entonces sí, ni esperanza, ni nada.

Columna publicada en El Informador el sábado 8 de abril de 2017.