Ciudad Adentro
LAURA CASTRO
GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
¿Qué sigue?
Quién sabe qué
sigue, es difícil saber qué va a pasar después de los hechos violentos y
demoledores de esta semana. Nuestra fragilidad, nuestra vulnerabilidad como
seres humanos está al descubierto y como una losa de plomo nos aplasta el hecho
de que estamos a merced de locos y enfermos, de estúpidos, fanáticos e
inconscientes con poder.
No he sido capaz
de ver las imágenes del presunto ataque con armas químicas en Siria. No puedo
con eso. Y no sé, porque no se sabe (de ahí que se insista en usar los
adjetivos “presunto” y “supuesto”) si fue eso, un ataque, o un accidente según
la versión rusa, pero en cualquier caso, la conclusión es la misma: estamos
mal. Mal por almacenar armas químicas, mal por fabricarlas pensando en usarlas
contra la población, mal porque hay gobiernos en este mundo capaces de
transgredir leyes y acuerdos que ponen en riesgo la estabilidad de esta Tierra
y de sus habitantes; mal por la falta de humanidad, por la barbarie. Lo que ha
pasado esta semana son metáforas de canibalismo o de cáncer, de lo que implique
ir contra nosotros mismos. E importa. Aquí y en el pueblo más alejado y aislado
importa y nos atañe, es nuestro planeta y son seres humanos.
De manera
recurrente he pensado en la película Wag
de Dog que en México se tituló “Cortina de humo”. Y no he sido la única. El
analista de temas internacionales Carlos Guerra la citó en una entrevista que
le hicieron en Radio Red. Si no la han visto la recomiendo porque revela de qué
son capaces los gobiernos y de cómo se las ingenian para distraer a los medios
de comunicación. En Estados Unidos “perro” es sinónimo de periodista y la
traducción literal del título de la cinta es “Agita al perro” (distráelo). Es
fácil hacer grandes producciones.
Si fue ataque o
fue un accidente es claro que la tendencia es hacia el genocidio y la respuesta
de Estados Unidos no es mejor. Salvo los tradicionales aliados del vecino del
Norte, el ataque desmedido (59 misiles) y sorpresivo ha despertado reacciones
de condena pero también de miedo: fue abrupto y es peligroso y lo que significa
es una declaración de guerra a un país soberano (así lo calificó Rusia)
mediante un claro atentado contra el derecho internacional y, además, sin
permiso del Legislativo estadounidense.
¿Qué va a pasar?
Las acusaciones y las acciones son similares a las que se emprendieron contra
Irak hace algunos años, cuando se dejó en evidencia que no había tales armas
químicas. Sabemos cómo se las gastan allende el río Bravo; Donald Trump no es
el primero en actuar de esta forma.
¿Qué va a pasar
ante la condena de Rusia y de otros países no involucrados como Bolivia al
ataque estadounidense? ¿Guerra? ¿Guerra fría? Sabemos de los intereses en los
conflictos y no hay que perder de vista lo que se discutía en Estados Unidos
con la presunta relación con agentes rusos, de gente vinculada con Donald Trump
durante la campaña.
Después
del presunto ataque con armas químicas que dejó casi 90 muertos, una cuarta
parte niños, Francia solicitó una reunión de emergencia de la ONU pero eso no
sucedió sino hasta el día de ayer y a raíz del ataque estadounidense. Bolivia
(miembro no permanente) y Rusia solicitaron la sesión y el resultado es apenas
un llamado del secretario General, António
Guterres, a la contención, a la solución del conflicto por la vía política y no
la bélica. El representante de Bolivia ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Sacha
Llorenti, no faltó al estilo diplomático para señalar con toda la claridad, que
el ataque estadounidense no sólo viola el derecho internacional, sino que
amenaza la seguridad y la paz mundiales, porque fue unilateral, porque no había
aún resultados de las investigaciones
sobre las armas químicas y porque se dio justo cuando en la ONU se analizaba la
emisión de un dictamen relativo a los hechos del martes de esta semana en Idlib.
Y el mundo, como
espectador de piedra, inerme e impotente ante las decisiones viscerales,
inconscientes e irresponsables de los poderosos.
¿Qué sigue?
Esperar, creer que en alguien cabrá la cordura, y que efectivamente, más allá
de que el llamado sea tibio y timorato, la solución política supere a la
bélica, irracional e irreflexiva, siempre y cuando, en este mundo al revés, el
ataque ilegal de Estados Unidos a Siria no sea considerado como triunfo
político para Trump y entonces sí, ni esperanza, ni nada.
Columna publicada en El Informador el sábado 8 de abril de 2017.