Ciudad Adentro
Cuando las
posturas llegan a los extremos y se arraigan, lo que sigue es un efecto de
obnubilación de quienes se ubican de uno y de otro lado. No hay margen para el
diálogo, no hay manera. Quienes están así, instalados en sus “convicciones” o
en sus “ideas” no escuchan y/o escuchan lo que quieren; no leen o no leen bien,
o entienden lo que quieren, lo que las trampas del cerebro los lleva a entender
que muchas veces, casi siempre, en realidad es tergiversar lo que sea que haya
querido decir el que escribió.
Viví en carne
propia algo así hace algunos años. Seguramente el lector recordará la “visita”
de las reliquias de Juan Pablo II y las declaraciones previas del vocero de la
Arquidiócesis primada de México, Hugo Valdemar, quien “celebró” la llegada de
las reliquias y el recorrido que haría por el territorio nacional porque eso
“fortalecerá la fe” de los católicos mexicanos.
Me acuerdo como
si hubiera sido ayer. Estas declaraciones que relato y no otra cosa, las
critiqué en radio, dije que dar tal valor a las reliquias era similar a
fomentar la idolatría. Bueno, las llamadas llovieron para preguntarme que si
qué tenía contra Juan Pablo II, que si no era católica, que me creían buena,
que se habían equivocado conmigo… Las llamadas se sucedieron por varios días
aun cuando repetí una y otra vez lo que había dicho para que cesara la mala
interpretación y tergiversación de mi comentario, bueno, pues fue peor, de
plano fue necesario no mencionar más el asunto para que bajara la intensidad de
las reacciones en una buena parte de los radioescuchas en aquel momento.
Aunque ya había
tenido sospechas de esto, con este incidente lo comprobé ampliamente: cuando
alguien se instala en una posición extrema, radical, ya no escucha, ni entiende
razones como dice la canción. La cerrazón es total, falla el entendimiento y se
altera la realidad en niveles alarmantes.
Bueno, pues algo
así sucede en España. La población está dividida en el país, está dividida en
Cataluña y, aunque no se puede hablar de cuántos están de un lado y cuántos del
otro (la impresión es de que son todos o casi todos) por lo pronto es posible
--y alentador-- encontrar españoles, de diferentes grupos de edad, que ni de
uno ni de otro, que hacen una lectura clara, sin juicios ni prejuicios, sin
señalamientos brutales, sin agresión verbal, que analizan las posturas
extremas, las decisiones del Gobierno español y las de la Generalitat y que son
capaces no sólo de criticar a ambos por la manipulación, la marrullería, la
violencia y las malas y pésimas acciones y omisiones, sino que además están
convocando a los que no están en los polos del conflicto político, a
manifestarse por la paz a partir de hoy sábado en todos los ayuntamientos de
España. Vestidos de blanco marcharán por la paz con la esperanza de encontrar a
alguien con un poco de cordura que promueva el abordaje del asunto en términos
de respeto. Otra manifestación en Cataluña que no está cargada del lado del
Gobierno de Rajoy pero que tampoco está a favor de la separación se anuncia
para el domingo.
Otras ideas y
otras posturas son posibles, existen y reclaman, desde la madurez y la
responsabilidad en las expresiones, ser escuchadas. Sin desgarre de vestiduras,
sin acusaciones, sin utilizar a los niños, sin provocar con acciones ni
omisiones.
Así como las
posturas extremosas dificultan los acuerdos, en la misma medida, quienes se
ubican de un lado y del otro, empezarán a pagar los costos correspondientes.
Tanto a Rajoy como a Puigdemont, Junquera y el llamado “estado mayor” que
coordina las estrategias y decisiones separatistas, se les va a revertir, más
tarde o más temprano, usar a la gente para sus fines.
En todo lo que
he escuchado y leído en las últimas semanas sobre este tema, de lo que menos se
habla es de los beneficios para la gente. Cálculos políticos, las críticas a
los partidos de izquierda, el discurso del rey; el éxito que de cada lado se
dice haber alcanzado… y mientras tanto, la ofuscación a la que han llevado a la
población persiste con todos los daños que, sabemos, puede causar.
Ojalá las
manifestaciones de blanco despierten de la hipnosis que causa la ofuscación a
todos los que se encuentran en ese estado, porque será la única manera de
empezar a querer resolver una de las mayores crisis políticas que ha vivido
España en los últimos años.
Columna publicada en El Informador el sábado 7 de octubre de 2017.