Ciudad Adentro
Son tiempos
difíciles en España, complicados, complejos, vertiginosos y para muchos de una
gran tristeza, para otros de coraje y para otros de alegría. Los contrastes a
la orden del día.
Desde el 1 de
octubre, desde antes, pero especialmente a partir de esa fecha, España no ha
encontrado paz ni sosiego y el tema de la independencia de Cataluña está en
todos los cafés, en el transporte, en las calles, en las reuniones formales e
informales, en las casas, en todos lados. Hay familias divididas, los españoles
en general lo están y los catalanes también. En comentarios anteriores he
hablado sobre esto y además sobre la obnubilación que causa la radicalización
de las posturas.
A un mes casi
del primer domingo de octubre y después de una semana de mensajes
contradictorios y de silencio, sobre todo silencio, por un lado, el Parlament
de la Generalitat decide declarar la independencia de España y constituirse en
República de Cataluña; y, por otro, el Gobierno que encabeza Mariano Rajoy logra
que el Senado autorice la aplicación del artículo 155 en Cataluña.
Imposible, a
unas horas de los anuncios, saber qué va a pasar y por el momento no hay nadie
que explique cómo se aplicarán las medidas que son: disolución del Parlament de
Cataluña; cese de todo el gobierno de la Generalitat, absolutamente todos los
funcionarios y convocatoria a elecciones autonómicas para el 21 de diciembre
próximo.
Las reacciones
en la Unión Europea y en Estados Unidos particularmente, son a favor del
Gobierno español y se apela desde hace días como ahora, a la legalidad. En un
mensaje de Twitter Mariano Rajoy, quien además emitió un discurso que ojalá hubiera
pronunciado mucho antes, apelando a la generosidad y dejando de lado mezquindad
y egoísmo, pidió tranquilidad a los españoles porque “el Estado de derecho
restaurará la legalidad en Cataluña”.
Apelar a las
leyes y ensalzar el Estado de derecho siempre es políticamente correcto y estoy
de acuerdo con eso, sin embargo, también sabemos quienes vivimos en democracias
defectuosas y pervertidas, que quienes tienen el poder de hacer y aprobar y/o
rechazar leyes con frecuencia lo hacen pensando en intereses de partido y no de
los representados, no de la gente.
A lo que voy es
a que las leyes no son perfectas y que si había una determinación del gobierno
catalán de someter la independencia a votación entre los catalanes, se debió
allanar el camino y revisar las leyes correspondientes para que todo se diera
en un marco de legalidad y democracia sin desgarre de vestiduras ni
aspavientos.
No fue así y el
referéndum pronto se declaró ilegal; sobre esa base ya vulnerable siguió el
proceso, se registró la violencia lamentable que conocemos y se llevó a los
españoles a los extremos de ambas posturas y, por ende, a la radicalización, la
violencia verbal y la división.
Una diputada
catalana habló sobre el daño que se está haciendo a Cataluña en este contexto
en el que el ejercicio de la política, es decir, el diálogo, la negociación, la
búsqueda de acuerdos no han sido las herramientas preferidas de ninguno de los
dos grandes actores en este asunto.
Los siguientes
días serán decisivos para saber exactamente lo que sucederá; reitero, de
momento nadie habla de cómo será la aplicación del 155 y, ya en términos
prácticos, de las tres medidas anunciadas ayer por Rajoy.
Puedo imaginar
el temor y la incertidumbre en los catalanes, por ejemplo, en los que son
empleados de la administración pública de la Generalitat, de los burócratas
pues; y de los catalanes en general con respecto al funcionamiento de esa
administración; y también sobre la economía, las consecuencias de la salida de
más de mil 500 empresas presionadas por el Gobierno de Rajoy y sus efectos
contra los catalanes independentistas o no; la prestación de servicios, la
educación pública, la seguridad, en fin.
De verdad, ojalá
que prive la prudencia, que se privilegien los valores democráticos auténticos,
que se revise el marco legal y si es preciso que se cambie. Que los políticos,
más allá de dientes para afuera, dejen de lado el interés partidista y aporten
voluntad y talento (espero que no sea mucho pedir) en la superación de esta
crisis, una de las más profundas por las que ha atravesado España desde el fin
de la dictadura y el inicio de gobiernos democráticos.
Columna publicada en El Informador el sábado 28 de octubre de 2017.