Ciudad Adentro
Por primera vez
escuché que alguien públicamente afirmó que la sociedad mexicana ha hecho su
tarea y que es el gobierno el que no se esfuerza por combatir la corrupción con
medidas de fondo y no paliativos o remedios demagógicos y efímeros,
insustanciales en verdad, desde aquellos tiempos de la “renovación moral” y de
“la corrupción somos todos” hasta la muy reciente de que es una cuestión cultural.
Eduardo
Bohórquez, director ejecutivo de Transparencia Mexicana es a quien me refiero y
lo hizo al hablar en una entrevista sobre el Índice de Percepción de la Corrupción
2017 que ese organismo acaba de publicar junto con Transparencia Internacional.
Más allá de los datos duros que son demoledores, me llamó la atención que
manifestara una postura opuesta a la del Presidente de México, por ejemplo,
quien minimiza la corrupción en el país y se lava las manos al echarnos la
culpa a todos.
Al aludir a las
declaraciones de Peña Nieto, Bohórquez dijo que si es un asunto cultural,
entonces otros países de la región deberían estar en la misma situación como
Uruguay, Chile o Costa Rica, los países mejor evaluados de América Latina; y a
la pregunta de si la sociedad en México no había hechos su tarea al respecto,
él respondió que sí la ha hecho y habló de los ejemplos de sociedad civil
organizada o no que se manifiesta y lucha desde diversos frentes para
denunciarla y combatirla. No es culpa de la sociedad, es más bien el gobierno
en sus diferentes órdenes y niveles el que no está haciendo lo suficiente para
atenuarla primero y luego para erradicarla con todo y que hay una clara conciencia
de que no hay naciones cien por ciento “limpias”.
Claro que este
dato no es para que sirva de consuelo, pero qué mal estar en la posición 135 de
un total de 180 países, con 29 puntos de calificación cuando el puntaje más
alto es de 89, sesenta más, y corresponde a Nueva Zelanda. México está en el
mismo nivel que República Dominicana, Paraguay y Honduras entre los países de
América Latina, y en el contexto de las 180 naciones, coincide con Rusia,
Kyrgyzstan, Laos, Papúa Nueva Guinea y Rusia, sí, nada menos y nada más.
El Sistema
Anticorrupción, que ha generado tantas resistencias entre la clase gobernante,
es una de las razones a que atribuye Transparencia Mexicana el hecho de que
México perdiera un punto en la calificación (tenía 30 en 2016) y por supuesto
que este Índice de Percepción, que se construye vía encuestas sólo a expertos y
líderes de opinión de todo el mundo, es reflejo de una realidad y no sólo de
una idea, no son “afiguraciones” pues.
Transparencia
emitió cuatro recomendaciones específicas a México en las que es preciso
insistir, con más razón ahora que están por empezar las campañas e iniciará un
nuevo gobierno a partir de diciembre, a saber: 1. Asegurar la correcta implementación del Sistema Nacional Anticorrupción en todo el país; 2. Incorporar a la Unidad de Inteligencia
Financiera y al Servicio de Administración Tributaria en el Sistema para fortalecer las investigaciones de
lavado de dinero; 3. Crear una
Fiscalía General de la República capaz, autónoma e independiente para asegurar
que la política anticorrupción del país no dependa ni de la política ni de
intereses privados y 4. Avanzar hacia
sistemas de información interoperable y automatizada de todas las instituciones
públicas, incluyendo la máxima publicidad y formatos abiertos respecto del
financiamiento a partidos políticos y sus proveedores (IPC 2017).
Ahí está el
trabajo hecho sólo para aplicarlo e idear otras medidas para blindarnos lo más
posible contra la corrupción y todas sus bifurcaciones.
Quiero volver a
la postura de Bohórquez en cuanto a que la sociedad ha hecho su tarea. Lo creo
y en otros momentos lo he escrito y defendido. Es fácil echarle la culpa de
todo a la sociedad, a una masa informe e impredecible, diversa y desigual, a
cualquiera le puede quedar el saco o no. Qué fácil decir que la gente no
participa cuando, cuando lo hace, es criminalizada y reprimida; qué fácil
asegurar que las masas son las responsables cuando desde el gobierno se
mantiene pobreza e ignorancia deliberadamente para garantizar la compra/venta
de votos; qué fácil decir que la sociedad es parte de la corrupción cuando las
instituciones del Estado no funcionan y orillan a eso para que las cosas,
muchas cosas caminen, qué fácil.
Nosotros no
tenemos la culpa. México requiere con urgencia una purga de su sistema de
gobierno, de la burocracia, del sistema electoral y de partidos, incluso de
algunas cúpulas empresariales; y necesita líderes que pongan el ejemplo y
conduzcan a esta sociedad a otros niveles de convivencia, de una mejor y más
sana y más limpia convivencia.
Columna publicada en El Informador el sábado 24 de febrero de 2018.