Ciudad Adentro
Sabemos que la
democracia es el gobierno del pueblo, es el significado etimológico que ha
trascendido desde la Grecia antigua hasta nuestros días. En torno a esta idea
básica y de conocimiento generalizado, los gobiernos democráticos se construyen
y destruyen, mejoran, empeoran y tienen altibajos. En torno a esta idea también
el concepto se deforma, se tergiversa, se manipula, se usa… es pretexto,
argumento, justificación y explicación de acciones y decisiones no
necesariamente buenas o benéficas para el pueblo, de hecho, sucede casi siempre
al contrario en todo el mundo, todos los días.
Desde los
atenienses, a lo largo de los siglos, la democracia se ha interpretado y
reinterpretado. Filósofos, humanistas, historiadores y pensadores han escrito
tratados al respecto a favor y en contra; pero hasta ahora y esto en realidad
es un lugar común, es el mejor sistema que se conoce, la humanidad no ha
discurrido o inventado otro mejor.
Hace ocho años
ya escribí “La democracia contra sí misma” que se publicó en esta mi casa
editorial. Lo acabo de volver a leer y me sorprende cómo es que las cosas prácticamente
no han cambiado (nota: para el título, que ahora encuentro en miles de
resultados en una búsqueda simple en Google, me inspiré en el libro del
ministro Jesús Gudiño Pelayo, El Estado
contra sí mismo. Encontré un libro con ese título de Marcel Gauchet,
publicado en 2004).
En 2010 escribí:
“La democracia que se pondera en los discursos políticos no es tal, no es la
que queremos, a la que aspiramos, no es la posible, mucho menos la ideal. A
fuerza de corromper el concepto, la democracia de la que hablan los gobernantes
en nuestro país se ha vuelto contra sí misma; es la mínima necesaria para
mantener las cosas como están, para continuar con la simulación electoral y el
dizque fortalecimiento de las instituciones responsables”.
También escribí
lo siguiente, insisto, hace ocho años: “Vidas y tiempo ha costado el proceso de
democratización de la sociedad mexicana, de su sistema político, de su cultura;
y ha generado desgaste, desazón, apatía, incertidumbre, desesperación y
desesperanza; molestias e indignación pero también en muchos, muchos más de los
que nos imaginamos, ha despertado el sentido de urgencia y una decisión férrea
por participar contra viento y marea a favor de una transformación real y
trascendente”.
Y casi al final:
“No hay sistemas políticos nuevos a la mano. Desde el lado “democrático” del
orbe no se avizora una forma distinta de organizarnos para vivir bien, en paz y
armonía. Y ante la insuficiencia de los Estados democráticos para dar estas
respuestas a las “masas obedientes y apáticas” (Noam Chomsky, 1991) (agrego,
ignorantes) es la democracia participativa un reclamo que cunde y que en algunos
países es una realidad. Pero no es suficiente o ¿de qué sirve una iniciativa
popular resultado del esfuerzo y la gestión ciudadana para que al llegar al
Poder Legislativo sea desechada?”. Dejo aquí la liga como siempre por si
encuentran interesante leer el artículo completo ("La democracia contra sí misma").
En esta ocasión
volví a él porque desde tiempos inmemoriales, en México y el mundo, desde
Grecia por supuesto, al pueblo, a las masas, a la sociedad en su conjunto, a los
que hemos sido súbditos y ciudadanos en distintos momentos de la historia, a los
que pagamos impuestos y votamos, desde el poder se nos considera menores de
edad; el pueblo no sabe lo que quiere
(Hegel, 1770-1831) y no sabe cómo hacer lo que necesita; en la nación que se considera
como el máximo ejemplo de democracia en el mundo, se dejaron sentadas las bases
en la constitución, para limitar la participación del pueblo, del vulgo, de las
masas porque eso sólo conduciría al caos.
Fuente: ecoosfera. |
Por primera vez
en décadas, pese a la polémica que estas afirmaciones desatan, pese al riesgo
de que no se cumplan, a pesar de que podría no ser práctico ni viable; y contra
las posturas de que se deje al pueblo fuera de las decisiones públicas, en
primer lugar escucho que la sociedad mexicana es madura y no debe seguir siendo
calificada como “menor de edad” y, en segundo, que las propuestas e iniciativas
de la próxima administración federal, serán sometidas a nuestra consideración,
como está sucediendo, incluso antes de que el nuevo gobierno federal entre en
funciones, con el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. Con inteligencia y
liderazgo esto puede funcionar, se trata de apelar a la sabiduría de los
mexicanos y se trata de rescatar la esencia de un gobierno democrático.
Columna publicada en El Informador el sábado 18 de agosto de 2018.