Ciudad Adentro
Desde 2012,
cuando se aprobó la dizque reforma educativa de la administración peñista,
hasta el día de hoy, le he dedicado al asunto una veintena de columnas en este
espacio. El tema es urgente y estoy convencida de la necesidad de darle
seguimiento desde la trinchera que sea: como estudiantes, como padres de
familia, como empresarios, como autoridades, como académicos…
La reforma
educativa de la que se anuncia su próxima cancelación se aprobó con una rapidez
inusitada: el 20 de diciembre de 2012 en la Cámara de Diputados, es decir, a 19
días de que Peña Nieto rindiera protesta como Presidente de la República; y al
día siguiente, en el Senado. Dejaron pasar las vacaciones y poco más, y en
febrero de 2013 el Ejecutivo federal ya estaba promulgando la reforma
constitucional; para septiembre se anunciaban los cambios en las leyes
derivadas.
¿Es posible
emprender una reforma constitucional en 19 días sin que nadie se moleste ni se
incomode? En su momento y hasta el día
de hoy, de esta reforma de Peña se dijo que era más una reforma laboral que
educativa porque los cambios implicaban sobre todo una nueva relación con los
maestros, pero efectivamente con toda la intención de dejarlos fuera, de ahí
las marchas, plantones y todo lo que conocemos.
Cero gestión,
cero socialización y sí una manipulación descarada a través de las grandes
televisoras que llevaron a buena parte de la sociedad mexicana a aborrecer a
los docentes, señalados por resistirse a la evaluación y por ser perezosos,
cuando la OCDE, por ejemplo, tiene estudios en donde queda claro que los
profesores mexicanos están ávidos de preparación y evaluaciones; aunque no, si
a los procesos se les mete mano para que el sindicato y el gobierno pudieran
deshacerse de docentes críticos y dejar entrar a profesores que se quedan
callados y están cómodos en un sistema podrido, corrupto y corrompido por el
mismo Estado desde hace décadas.
Además de estos
cuestionamientos que no se hicieron esperar y que se estuvieron repitiendo a lo
largo del sexenio, de la dizque reforma educativa también cuestionamos muchos
que no incluyera cambios de fondo en los programas de estudio y en la
currícula. De último momento empezaron a trabajar en un modelo educativo que
hicieron en modo fast track como la
reforma de diciembre de 2012 y aplicaron a rajatabla, igual, dejando fuera a
los verdaderos interesados; también pasó con la integración del Instituto de
Nacional de Evaluación y con todo lo demás, específicamente con la
implementación de la primera etapa del nuevo modelo educativo a partir del
lunes pasado.
Esta reforma
tuvo críticos durante todo el sexenio, de adentro y de afuera del sindicato, de
adentro y de afuera del magisterio; la cuestionaron políticos y hasta organismos
internacionales manifestaron posturas y los opinólogos profesionales no se
quedaron atrás. Algunas de las críticas fueron tipo “opositodo” y hubo otras
constructivas con el ánimo de que una reforma constitucional como la que se
planteaba fuera completa y de una vez resolviera rezagos añejos.
Andrés Manuel
López Obrador, como candidato presidencial, prometió que la “mal llamada”
reforma educativa sería cancelada. La promesa, pronunciada en un ambiente de
campañas muy sucias, además, fue pasto para los candidatos opositores y, una
vez más, se intentó manipular con frases y spots que decían, más menos: “no
quiere que tus hijos aprendan inglés”, “no quiere que los profesores sean
evaluados” y así por el estilo.
Ahora, en su
calidad de Presidente electo, la promesa se reitera como una acción de gobierno
y también se interpreta con juicios similares a los de la campaña. Escuché en
radio la siguiente pregunta: “¿Si AMLO le da marcha atrás a la reforma
educativa, entonces se seguirán vendiendo plazas?”; otra: “¿Tendrá que hacer
otra reforma educativa?”; “¿Los maestros ya no serán evaluados?”…
Hasta donde
entiendo y más vale que así sea, se trata de mejorar el marco legal no de
empeorarlo; la idea es empezar a atender, de fondo y con una mejor gestión, los
rezagos educativos que enfrentamos desde hace décadas; y si se requiere otra
reforma constitucional en la materia ¿cuál es el problema? Se han hecho tantas
y no decimos nada… y ahora resulta que es algo así como extraordinario o
imposible. El propósito tampoco es dejar de evaluar si ese ejercicio tiene como
objetivo mejorar la calidad de la enseñanza; si en cambio, si el móvil es
deshacerse de profesores.
¿Otra reforma
educativa? Sí, adelante, hasta dar con el esquema ideal para México, tomando en
cuenta los rezagos, las diferencias regionales, las necesidades, las
realidades, las urgencias… Y si no es así, toca demandar, justo como nos
faculta a todos la constitución.
Columna publicada en El Informador el sábado 25 de agosto de 2018.