Ciudad Adentro
Es uno de los
fenómenos más complejos y recurrentes en el planeta. Por guerras, pero también
por crisis económicas, niveles de desarrollo y violencia, oleadas de seres
humanos se trasladan de un país a otro en busca de paz y de oportunidades de
vida. Es un proceso milenario que implica conceptos e ideas —por las realidades
diversas de su entorno— de abandono,
origen, nostalgia, pérdida, dolor, muerte, separación, abusos, desarraigo,
identidad, resentimientos, crimen, desigualdad, descomposición social…
México es un
país emblemático en este ámbito: lo mismo es captador de migrantes que expulsor
o país de tránsito. Y lo es también porque somos vecinos de Estados Unidos, la
nación más atractiva para quienes desean mejorar sus condiciones de vida, a
pesar del rechazo y la discriminación generalizados.
La historia de
la migración México-Estados Unidos es larga y ha pasado por diferentes etapas;
ha cambiado también con base en las ideas personales de los gobernantes en
ambas naciones a lo largo del tiempo. Recuerdo, particularmente, cómo George W.
Bush pospuso por tiempo indefinido la reforma migratoria por la que empujó
Vicente Fox sin éxito alguno y menos con los sucesos de 9/11en 2001.
Es un pendiente
que al parecer seguirá así con obstáculos añadidos por la política migratoria
de Donald Trump que todos conocemos. Esto ha quedado en evidencia de manera
inhumana y dolorosa con la caravana migrante integrada sobre todo por
hondureños. En estos días murió un niño guatemalteco (es el segundo) de los que
están en custodia en la frontera entre México y Estados Unidos; y no se olvidan
las imágenes, de hace varios meses (entre abril y junio de 2018), de cuando
padres e hijos de migrantes centroamericanos fueron separados una vez que
llegaron a la Unión Americana.
Reitero, el
fenómeno es complejo y debería conducir a revisar las políticas sociales y
económicas de los países expulsores en América (me refiero a todo el
continente) y, en gran medida, esa es la propuesta del Gobierno de México, en
una de las primeras acciones a partir del 1 de diciembre pasado.
Decía en el
comentario anterior que era demasiada información la que se estaba difundiendo
y lo sigo creyendo. Asuntos trascendentes como este se van quedando rezagados y
resulta que México está proponiendo un nuevo modelo migratorio en el que ya
manifestó interés la Unión Europea, es decir, no es poca cosa y podría
contribuir a resolver parte de la problemática, por lo menos atenuar la
cantidad y la intensidad en diferentes puntos del mundo.
¿En qué
consiste? De entrada, el primer acuerdo que firmó como Presidente, Andrés Manuel
López Obrador, fue justo el migratorio con El Salvador, Guatemala y Honduras
enfocado en atacar las causas estructurales y, con base en ello, propiciar que
la migración sea segura, ordenada y regular desde “una perspectiva regional
integral”.
En los últimos
días se han dado a conocer detalles del modelo y si bien, como en todo, hay
escepticismo, se trata de una propuesta novedosa, hasta innovadora podría
decir, que ya es observada por otros países de diferentes regiones del mundo:
pensando en los países de origen (en este caso, los centroamericanos), México
iniciará con un paquete de obras públicas en la frontera sur en los estados de
Yucatán, Chiapas y Oaxaca, con la idea de generar empleo. Para esta iniciativa
se destinarán alrededor de 25 mil millones de dólares con la participación de
la iniciativa privada. Otra medida es, para los migrantes en tránsito, una de
las circunstancias más dolorosas y peligrosas que viven los migrantes, el
abandono de las políticas de criminalización de los migrantes así como la
proclividad a encarcelarlos. De manera por demás importante, se incluye en
estas acciones una reforma integral del Instituto Nacional de Migración que se
había convertido en una de las instituciones más odiadas y temidas por los
migrantes, por la corrupción y los abusos; se preparará, además, una
legalización masiva “sin papeles”, los centros, antes de detención, se
convertirán en espacios para descanso y apoyo a migrantes y en ciertos casos se
agilizarán los permisos de residencia. Ahora sí que los ojos del mundo están
puestos en México y si este nuevo modelo funciona, será ejemplar.
Por lo pronto, a
pesar de los nubarrones en el horizonte, deseo que pasen una muy feliz Noche
Vieja y que 2019 sea un gran año para todos: sabiduría, salud, amor, abundancia,
calma, unión y fortaleza.
Columna publicada en El Informador el sábado 29 de diciembre de 2018.