Ciudad Adentro
Durante el año
que acaba de terminar las divisiones político-electorales se recrudecieron y se
polarizaron básicamente en dos grandes bandos: anti-AMLO y anti-Anaya con un
común denominador: ambos grupos eran (son) anti-PRI. No podría decir que las
posiciones eran pro uno u otro porque en términos generales prevaleció la
actitud de “estar en contra”, de oponerse, castigar y criticar al adversario y
a sus seguidores, militantes y simpatizantes; o a un tercero.
Como normalmente
sucede después de una elección, me refiero a que más o menos las aguas vuelven
a su cauce; no ha sucedido en esta ocasión. El bando contrario al grupo ganador
se mantiene en franca confrontación con quienes ahora son gobierno pero desde
un nivel irracional y contestatario que no deja nada bueno para nadie ¿así será
todo el sexenio?
A menos de un
mes de que López Obrador rindiera protesta como Presidente de México circulaba
en redes y en WhatsApp una larga lista de lo que, quien la hizo por supuesto,
consideraba errores, malas decisiones, amenazas y contradicciones. Incluyó, por
ejemplo, como parte de los desaciertos que enumeró, la frase “me canso ganso”.
Y el nivel está por el estilo en esta y otras listas o comentarios que le dan
la vuelta a las redes un día sí y otro también.
Además está la
desinformación, la tergiversación deliberada de datos (hay mucha tela de donde
cortar), las malas intenciones y la prevalencia de la ignorancia sobre la mayor
parte de los temas que se están generando cotidianamente. Todo esto se integra
en un coctel pernicioso que sólo profundiza las diferencias y sigue reduciendo
a lo más bajo, la calidad del debate.
Esto tiene que
cambiar. Es claro que libertad de expresión hay y ahora no se trata sólo de
medios de comunicación tradicionales o periodistas; la tenemos como simples
ciudadanos en medios masivos a través de internet; y la libertad de expresión
es un derecho que es preciso saber ejercer, implica responsabilidades.
Me preocupa de
verdad que si quienes se oponen a todo sin argumentos ni pruebas ni propuestas
siguen así todo el sexenio, cuando desde la sociedad civil, la academia o
cualquier otro ámbito se hagan planteamientos serios, enfocados en resolver
problemas, en superar rezagos, no van a ser atendidos. Están propiciando la
cerrazón de quienes ahora son gobierno, la descalificación automática y nadie,
ni siquiera alguien que actúe con las mejores intenciones y propuestas, será
escuchado. Esto es lo que provocarán más temprano que tarde y, de hecho, ya
está sucediendo. ¿Es lo que queremos?
¿Qué pasaría si
cerramos filas —insisto— en torno a las nuevas autoridades aquí en Jalisco y en
el contexto nacional? Urge unión, urge elevar el nivel del debate como está
planteando Rafael Barajas (“El Fisgón”) y, además de eso, de manera muy
importante, generar conciencia con la idea de materializar un cambio que
conduzca por fin, a que México aterrice en estadios superiores de desarrollo.
Es un anhelo con más de 200 años y si acaso se ha logrado en ciertos momentos
de nuestra corta historia como país, siempre ha sido efímero o ficticio o
engañoso.
Es hora de
trascender las diferencias, de trabajar todos por México. Es claro que hay
fuerzas internas y externas que presionan contra una mejor realidad para los
mexicanos; y es claro que logran manipular con éxito, sin embargo, una vez más
apelo a la madurez de la sociedad mexicana, a su grandeza, a su hambre de paz y
de progreso, a su nobleza, a su claridad de miras para exigir y aportar, a su
disposición al trabajo y al esfuerzo, para dar los pasos que de tanto
impedirnos dar, nos ha llevado a la parálisis y al egoísmo; eso es lo que hace
la diferencia ahora, que hay manera de avanzar, por nosotros y por todos,
empujando y jalando, caminando y corriendo cuando se pueda. Los pendientes y
las tareas son urgentes y ya no hay tiempo para dedicárselo a cuestionamientos
insulsos y sin sentido, criticar sí y cuestionar también, con argumentos y con
la idea de mejorar rumbos y decisiones. Es posible.
Columna publicada en El Informador el 5 de enero de 2019.