Ciudad adentro
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
Prácticamente en la víspera de la llegada del Papa
Francisco, dos hechos violentos, reprobables e indignantes tienen como
escenario ese México perfecto que desde la Presidencia quieren imponer, como si
fuera posible ocultar una realidad lacerante y dolorosa para todos los
mexicanos.
El secuestro y asesinato de Anabel Flores, periodista
joven veracruzana se suma a la cada vez más larga lista de colegas que no sólo
han perdido la vida como resultado de la corrupción que campea en el país, sino
que además es criminalizada, su honestidad se pone en duda para justificar su
homicidio. No es la primera vez. En los últimos tiempos, particularmente desde
el sexenio de Felipe Calderón, se infiere que muchas víctimas del narcotráfico
y periodistas específicamente “andaban en malos pasos” y que por eso.
El dolor de las pérdidas se agudiza con las mentiras, las
sospechas que se vierten sobre los cuerpos aún tibios de tantos muertos que no
sabemos si son falsos positivos, crímenes de Estado y/o francos ataques a la
libertad de expresión.
Y otra vez Veracruz, la entidad, hoy por hoy, más
peligrosa para ejercer el periodismo en México y, por extensión, en el mundo.
Ese Estado cuyo gobernador, en tono amenazante, advierte a los reporteros que
se porten bien, o si no ¿qué?
Después del asesinato de Anabel Flores, una cruz más en
el cementerio de las voces y las palabras, muy temprano el jueves nos
despertamos con la noticia del motín en el reclusorio de Topo Chico en
Monterrey, Nuevo León. Casi 50 muertos en uno de los hechos más violentos en
décadas.
La información inicial era imprecisa y hasta el momento
no se puede saber de bien a bien qué pasó. Como no se reclama a otros
gobernadores en el mismo tono, ahora el Senado exige a quien llegó como
candidato independiente al Gobierno del Estado, Jaime Rodríguez Calderón “el
Bronco” que explique los hechos en la cárcel. Así se le debería exigir a todos,
pero bueno, ese es otro asunto y en todo caso habría que llamar a cuentas al ex
gobernador.
El caso es que primero se dijo que un grupo de reos
provocó un incendio para distraer a las autoridades y escapar; y después que
todo empezó por una riña entre los grupos de reos que controlan la prisión.
Independientemente de las causas, queda en evidencia, una
vez más, la pudrición del sistema mexicano ¿de justicia? Las cárceles, la
corrupción interna, las injusticias, el hacinamiento, las condiciones inhumanas,
los reos sin sentencia, los inocentes privados de su libertad, el tráfico de
drogas, las extorsiones vía celular, el ingreso de mujeres, los presos con
privilegios y más de esto, no es sino reflejo de la descomposición de la clase
gobernante.
No es la primera vez que se tiene noticia de la situación
en la que están los reclusorios en el país y justo el jueves se publicó en este
diario la realidad de la cárcel de Puente Grande en Jalisco; recuerdo también
el documental “Presunto culpable”, películas, reportajes e historias que
reporteros investigadores han dejado en evidencia para que se haga algo, pero
la clase gobernante sigue desdeñando las denuncias y los reclamos ciudadanos.
Qué vergüenza.
¿Cómo podrían los diplomáticos de Peña Nieto callar al
Papa Francisco? ¿Cómo podrían con una realidad que se nos viene encima y nos
aplasta? ¿Cómo, ante las dolorosas, lacerantes y terribles evidencias y tan
cercanas? ¿Por qué mejor no se comprometen a trabajar por México en serio? ¿Por
qué ese México perfecto que pregonan y quieren imponer no se convierte en su
aspiración, en su meta y objetivo?
No hay tal México perfecto y feliz de los videos y
canciones oficiales para la recepción del Papa Francisco, que se ha convertido
para las televisoras en un asunto mediático y de un negocio más, otra forma de
esquilmar a los mexicanos.
Francisco tiene preparados por lo menos 12 discursos en
los que, hasta donde se ha difundido, criticará la violencia y la desigualdad
en nuestro país. A ver si al Papa si le creen, le hacen caso y terminan de una
vez por cumplir con las altas responsabilidades que se les han confiado. Y si no
ellos, los mexicanos.
Columna publicada en El Informador el sábado 13 de febrero de 2016.