Ciudad Adentro
En agosto de
2015 escribí un artículo que titulé “Guerras” y lo encontré al buscar
información relativa a aquel hallazgo de una fosa clandestina en San Fernando,
Tamaulipas que, de hecho, fue en 2010. Lo leí de cabo a rabo y tranquilamente
pude volverlo a publicar hoy como si apenas lo hubiera escrito ayer con base en
noticias recientes.
¿Cuántos años
llevamos con esta realidad de muertos y desaparecidos? ¿Con esta realidad de
violencia descomunal e imparable? ¿Cuánto tiempo hace que hacemos la cuenta de
homicidios, feminicidios, de víctimas inocentes, de falsos positivos, de
muertos por balas perdidas, por secuestros, de fosas clandestinas? ¿Desde
cuándo las estadísticas ahora nos sirven para comparar y conocer con precisión
los datos de un sexenio y de otro, de un año a otro, sólo para constatar que
esto aumenta y aumenta y aumenta?
En el sitio de
Aristegui Noticias leí la columna de Jacobo Dayán, "Zonas y campos de exterminio en México". Él es especialista
en Derechos Humanos y sostiene que el nivel de violencia en el país ha llegado
a tales niveles y extremos, que la sociedad está anestesiada; en un no querer
saber por el dolor que causa, por la impotencia. Afirma que los mexicanos han
preferido no ver “esa violencia dura” que “en goteo permanente ha derramado
tanta sangre […]”.
Estoy de acuerdo
con esto. En 2015 y seguramente antes escribí lo mismo que Dayán, con otras
palabras: “Para muchos son noticias de nota roja y si es posible pasar la
página, se pasa, la vida cotidiana es de por sí apremiante. No son buenas
noticias, nos horrorizan, nos erizan la piel y se nos anegan los ojos. Cada vez
hay más personas que tratan de alejarse de una realidad que no por eso se
desvanece o desaparece. No basta con voltear para otro lado y todos son
importantes, las víctimas y los testigos” (El
Informador, 8 de agosto de 2015 o en este blog: "Guerras").
El punto es que
esta exposición de hechos revela que nada ha cambiado, nada se ha corregido, nada
ha mejorado, al contrario. Es peor ahora, porque además se perfeccionan las
maneras, desde el poder, de distraer, de hacer parecer como que eso no es
grave, que en otros países pasan cosas peores. Lo que tendría que hacer con el
artículo de 2015 sería, dolorosamente, actualizarlo.
Hay una
afirmación de Dayán con la que no coincido: que la sociedad ha aceptado esta
realidad como el precio que hay que pagar por “acabar” con el crimen
organizado.
No estoy de
acuerdo, en primer lugar, porque considero que no se puede generalizar y
porque, así como se juzga a las autoridades por minimizar y desdeñar estos
hechos terribles de exterminio y de lesa humanidad como el mismo Dayán los
califica (y también coincido) no se puede juzgar a toda la sociedad mexicana sometida
a abusos, carencias, violencia, injusticias, pérdidas, pobreza, desempleo… de
aceptar lo que sucede. Creo más en el predominio de la rabia y de la
impotencia, creo más en que hay miedo, pero no una aceptación sumisa y
resignada.
En todo lo demás
estoy de acuerdo, particularmente en la actitud de la autoridad al respecto,
del Gobierno federal de manera específica que se conduce como si no fuera
gravísimo lo que pasa, minimiza y desdeña.
Hace poco más de
un mes, activistas defensores de derechos humanos y académicos presentaron el
informe: “Violencia y Terror. Hallazgos sobre fosas clandestinas en México” (nota). Los
resultados son espeluznantes y reveladores de la inacción, de las omisiones del
gobierno: en once años (entre 2007 y 2016) se han hallado mil 75 fosas
clandestinas en 19 estados de la República con más de dos mil cuerpos. De las
19 entidades, las que encabezan la lista son Guerrero, Jalisco, Chihuahua,
Coahuila y Tamaulipas en donde se concentra una de cada tres fosas de las
localizadas en el territorio nacional. Jalisco, sí, en segundo lugar.
Fosas
clandestinas, seres humanos muertos, mexicanos y de otras nacionalidades, son
datos de una realidad que nos aplasta, que no es trivial, ni normal. ¿Hasta
cuándo el Gobierno federal y los locales enfrentarán esta situación para
resolverla, para atenuarla por lo menos, para impedir que siga en aumento? Es
real, es dolorosa y debe parar.
Columna publicada en El Informador el sábado 12 de agosto de 2017.