sábado, 2 de septiembre de 2017

Buenas, malas y peores

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Esta semana fue muy intensa y ojalá las repercusiones, los efectos y las consecuencias, para bien o para mal, se sostengan hasta que lo bueno adquiera carta de residencia y lo malo  y lo peor se acabe o se castigue o se corrija. Rara vez es así. Por lo general, la vida de los acontecimientos en México y el mundo es proporcional al tiempo y los espacios que ocupan en los medios de comunicación y ahora en las redes sociales.
Deseo que las repercusiones de la Ley Kumamoto cundan y persistan, que sea ejemplo. Es un primer gran éxito de un joven y su equipo que han apostado no sólo por llevar adelante iniciativas y temas opuestos a las agendas de los partidos, sino por la participación ciudadana; y no quitan el dedo del renglón.
No hay manera de desdeñar los requerimientos de Pedro Kumamoto (a través de redes sociales  y de todos los medios posibles para hacernos participar) quien además forma parte del grupo que recién convocó a #LaOcupación, otro ejercicio alentador y que, yo creo, marca tendencia con respecto a la forma en la que las generaciones que vienen empujando fuerte, se enfrentarán a la clase política, desde el gobierno o desde la sociedad civil, para hacerla trabajar.
Es fundamental sumarse a estas iniciativas y creo que no será muy difícil convencer dados los resultados, con todo y que llegaron al órgano máximo en materia de justicia, la Suprema Corte: siete de once ministros declararon como constitucional la ley conocida más popularmente como #SinVotoNoHayDinero y que representa en términos llanos y prácticos, un ahorro superior a los 550 millones de pesos.


Este es un ejemplo, el del triunfo parlamentario de Kumamoto por un lado y, por otro, el de su humildad y sencillez, dos características que lo acercan a la gente y por las que la gente se acerca a él; lejos de perder apoyo, lo gana. Esta conducta debería ser emulada por otros, por los viejos y anquilosados, muy difícilmente; pero por los “nuevos” aun cuando provengan de los partidos corruptos, con  mayor razón. Lamentablemente no es así y, como se dice en el rancho, la cabra siempre tira al monte. Me refiero específicamente a Enrique Alfaro aun cuando corro el riesgo de ser juzgada y condenada de inmediato. Los niveles de intolerancia para quien manifiesta una opinión distinta a lo que se hace en Guadalajara son altísimos: soberbia vil y vulgar, aires de grandeza y estas ideas autoritarias (ya parece enfermedad de políticos) de que la gente votó por ellos (Emilio González dixit) y saben cómo hacerlo (Ernesto Zedillo dixit).
La ratificación de mandato, en los términos que se dio, resulta increíble. Un efecto positivo sería actuar como si la mayoría de tapatíos hubiera votado por el NO, pero por lo general se actúa en términos de “sobradismo” y prepotencia. Qué lástima. Se pierden las oportunidades y los beneficios de la duda se agotan, se dilapidan.
Y las perores, por un lado, los spots presidenciales que son, otra vez, una burla para todos los mexicanos. Una actriz y activista, Karina Gidi, lo expresó perfecto en su columna “Luces ciudadanas” que se difunde a través de redes; persiste la simulación, la negligencia y la negación de los problemas más dolorosos de México.
Y el asesinato de un joven de 17 años de edad que a mi aún me tiene consternada. Fue para robarle el celular; y el muchacho, quien era un estudiante ejemplar y vivía gracias a becas y otros apoyos, defendió su posesión con la vida. ¿Cuándo va a parar? ¿Cómo o cuándo cambiará el orden de cosas? Y mientras en las calles la inseguridad campea, los políticos se disfrazan de demócratas tratan de justificar sus malas decisiones y sus omisiones; presumen que son progresistas, pero si hay oposición ciudadana la intolerancia —reitero— es inconmensurable, desproporcionada y feroz, el juicio inmediato; y la oposición política real aprovecha y lleva agua a su molino. Unos y otros celebran los errores de unos y otros porque significan posibilidades de ganar las próximas elecciones y seguir viviendo, por nada (salvo Kumamoto), del erario público. ¿Y nosotros qué? No servimos más que de parapeto y somos buenos como paganos de todo, de sus carreras políticas, de su corrupción, de sus ineficiencias y aires de grandeza… la clase política mexicana corrupta, hipócrita y manipuladora nos tiene sumidos en una crisis sin precedente. Y luego nos dicen que nosotros tenemos la culpa, encima de todo tenemos que cargar con eso, cuando la participación ciudadana se desdeña y el activismo se criminaliza; cuando voces activas, conscientes, críticas y constantes son desoídas y acalladas.
Más peores que buenas, pero algo es algo y, como Kumamoto, hay que insistir.

Columna publicada en El Informador el sábado 2 de septiembre de 2017.



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