Ciudad Adentro
Ahora resulta
que la discusión de los bajos salarios en México dentro de las negociaciones
del TLC es un asunto de soberanía y que ni Estados Unidos ni Canadá,
independientemente de sus razones, explícitas o no, auténticas o no, pueden
meterse ni opinar porque México no lo hace. Aquí sí les preocupa la soberanía y
no en otras áreas como la energética y la alimenticia por mencionar sólo dos (muy
importantes siempre, en crisis ahora, particularmente la energética, dicho sea
de paso).
Según Gerardo
Gutiérrez Candiani, empresario y ahora funcionario responsable de las Zonas
Económicas Especiales, México no puede ir más allá de su Constitución ni de sus
leyes laborales en materia de salarios a propósito de las posturas de los
socios del Norte; para Bosco de la Vega, presidente del Consejo Nacional
Agropecuario, los negociadores estadounidenses y canadienses se están
inmiscuyendo en temas que sólo competen a México. Por supuesto, la línea viene
de arriba: Ildefonso Guajardo, secretario de Economía, ya dijo que ese punto no
forma parte de las negociaciones porque es política interna.
El martes
concluyó la segunda ronda y realmente no hubo novedades con respecto a la
cuestión laboral, nada que haya salido a
la luz pública porque, es cierto y lo sabemos por el presidente del Consejo
Coordinador Empresarial, muchos asuntos se están manejando en secreto, hasta
ofreció disculpas a la sociedad por esa “secrecía”:
es-que-las-cosas-así-tienen-que-ser- y bla
bla bla.
No puede ni debe
ser un tema de política interna en el marco de un tratado comercial trilateral
en este caso y las razones de los representantes de Estados Unidos y Canadá son
una muestra clara de ello, nos gusten o no las motivaciones de cada parte; en
ambos casos la vinculación con cuestiones comerciales, de competitividad y
productividad es indiscutible.
Estados Unidos
insiste en una revisión de los salarios en México porque, afirma, nuestro país
tiene más competitividad por esa vía y su intención es reducirla; es una
amenaza para los empleos en la Unión Americana, de manera que anuncia que
presionará para que se incrementen los ingresos de los trabajadores mexicanos.
Las razones de esta postura son que las empresas estadounidenses se queden en
su país. Los salarios en México, nada más para tenerlo presente (digo, por si
acaso no estábamos enterados o no nos habíamos dado cuenta en este país de sueños y fantasías en el que vivimos), son de los más bajos en el mundo.
El argumento del
Gobierno mexicano, además del riesgo de atentar contra nuestra soberanía por
supuesto, es que nuestro país perdería competitividad y en este punto es en el
que quiero destacar las declaraciones del líder del sindicato más importantes
de ese país, Jerry Dias, quien no es negociador pero sí alguien muy cercano a
Justin Trudeau, el primer ministro canadiense.
Claro que la
difusión de sus consideraciones es escasa. Cuando las leí por primera vez me
nació un “gracias” desde el fondo de mi corazón, porque con esa afirmación de
que México deliberadamente mantiene a su población en la pobreza confirmé lo
que, por otras razones, he señalado varias veces en este espacio: Jerry Dias
sostiene que es deliberado para que (con otras palabras claro) el gobierno
mexicano grite a los cuatro vientos que genera miles y miles de empleos. De
pésima calidad y para mantener a toda costa una competitividad que va en
detrimento de la calidad de vida de los mexicanos (yo he dicho que, además,
para tener a quién comprar votos fácilmente, pobreza y mala educación
intencionales).
El líder
sindical de Canadá también dijo que los salarios tan bajos en México favorecen
la pobreza y no la productividad (¿están oyendo?), su argumento coincide con la
postura estadounidense (ejemplificó con este dato: México tiene 8 % del mercado
automotriz y 45 % de los empleos del sector, pero los trabajadores de esa
industria ganan nueve veces menos que lo que ganan empleados por un trabajo
igual en EEUU y Canadá) pero aparte fue capaz de decir sin ambages que no tiene
con quién hablar en México porque los sindicatos son débiles, sin legitimidad y
trabajan a la par del gobierno, no de sus representados; y que esta política
laboral de México no tiene sentido y es indignante.
Esto es cierto
pero en nuestro país, ni por los empresarios ni por el gobierno es posible
hablar de un incremento salarial sustancial (el de la CTM dijo que era “un
sueño guajiro”) porque se desgarran las vestiduras. No quieren aceptar que
mejoraría la calidad de vida de la población y que se reactivaría el mercado
interno: estas deberían ser las razones en México y de paso mejoraría la
relación con los socios comerciales. A ver qué pasa en la tercera ronda, esto
no termina aún.
Columna publicada en El Informador el sábado 9 de septiembre de 2017.