Ciudad Adentro
Sólo hasta hace
unos pocos lustros se incrementaron las discusiones en torno a si los
movimientos revolucionarios del siglo XIX en Hispanoamérica tuvieron un origen
de independencia entendida como separación de España, o fueron de autonomía para,
de este lado del Atlántico, quedar a salvo de la invasión napoleónica.
Para algunos, la
polémica es ociosa y se consideran temas de sobra abordados y estudiados como
para volver a ellos; sin embargo, los trabajos revisionistas que han surgido en
los últimos años, producto de nuevas visiones, nuevos marcos
teórico-metodológicos y acceso a archivos otrora restringidos, están arrojando
información que nos puede conducir a repensar nuestro pasado en otros términos
mucho más favorables para nuestra autoestima como nación que los que han
prevalecido como resultado de una historia maniquea, manipulada y manipuladora.
Claro que estos
trabajos recientes en realidad no tienen una amplia difusión como deberían pero
es cuestión de buscar en librerías, bibliotecas, internet y hasta en los
puestos de periódicos y revistas para tener un panorama no sólo más amplio sino
más cercano y preciso. ¿A dónde voy? Efectivamente, el movimiento que inició
Miguel Hidalgo no tenía el propósito de separarse de España, sin embargo, dado
el manejo del concepto de independencia en la época, fue fácil acomodarlo a
conveniencia por los gobiernos que buscaban legitimidad y sobre todo, marcar
una clara distancia con respecto a la dependencia de España. Esto por un lado,
y por otro, el conocimiento de estos hechos no le resta mérito ni grandeza a
quien consideramos Padre de la Patria, particularmente si tomamos en cuenta el
alto contenido social de su movimiento, su relación con el pueblo y, entre
otras decisiones de vanguardia para la época, la abolición de la esclavitud en
diciembre de 1810 aquí en Guadalajara.
Foto: El Informador. |
Miguel Hidalgo
sí gritó “mueran los gachupines” pero también “viva Fernando VII”. Hace poco
compartí una serie de artículos sobre lo mal que nos han enseñado la historia,
pero así como creo que la pobreza en México se mantiene deliberadamente, así lo
creo también con respecto a la educación en general y a la enseñanza de la
historia en particular; es como si desde el poder se impidiera que tengamos
acceso a la historia que da cuenta de nuestra grandeza.
La independencia
por la que proclamaba Hidalgo sí tenía que ver con separarse de las autoridades
virreinales por varias razones, entre otras, el desdén de los españoles peninsulares
a la disposición de los criollos de navegar hacia la Metrópoli para defender al
rey, es decir, despreciaron la voluntad de entregar la vida por el monarca si
era preciso; y la resistencia a otorgar representación a los criollos en las
juntas que se crearon en el reino para gobernarse mientras Fernando VII
estuviera preso y España bajo el dominio de los franceses.
El
descubrimiento de la conspiración de Querétaro detonó los preparativos de
levantamiento y entre el 15 y el 16 de Septiembre en Dolores, el cura Hidalgo
tomó las riendas de un movimiento que durante 10 largos años se transformó y
transitó de pretensiones autonomistas a claras intenciones separatistas más o
menos hacia la mitad del periodo ya con Morelos a la cabeza.
Varios
historiadores sostienen que en México no había conciencia de nación al iniciar
el movimiento porque no era de independencia; que surgió hasta que se enfrentó
a los estadunidenses como extranjeros invasores; sin embargo, los agravios a la
población desde la administración virreinal (léase reformas borbónicas) se
habían acumulado por décadas y afectaban los intereses creados en estas
tierras; las ofensas europeas de mediados y fines del XVIII habían despertado y
alentado el patriotismo criollo y cuando la crisis de 1808 los gachupines,
considerados advenedizos desde siempre (durante la Colonia), se convirtieron en
enemigos percibidos ya extranjeros. El surgimiento de la conciencia de nación
fue temprano, incluso antes de la consumación, y saber esto hoy puede favorecer
que nos revaloremos y dejemos atrás complejos y el peso de una historia negativa
que esa sí desde el poder se preocupan y ocupan por difundir.
Más allá de
festejos y algarabías que no están mal, hoy puede ser ocasión para volver sobre
nuestros pasos y reencontrarnos con nuestro pasado de grandeza, con esa
independencia por la que luchó Hidalgo aun sin llamarla así, para hacer valer
derechos y detener abusos.
Columna publicada en El Informador el sábado 16 de Septiembre de 2017.