sábado, 23 de septiembre de 2017

La independencia de Hidalgo



Ciudad Adentro 

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Sólo hasta hace unos pocos lustros se incrementaron las discusiones en torno a si los movimientos revolucionarios del siglo XIX en Hispanoamérica tuvieron un origen de independencia entendida como separación de España, o fueron de autonomía para, de este lado del Atlántico, quedar a salvo de la invasión napoleónica.
Para algunos, la polémica es ociosa y se consideran temas de sobra abordados y estudiados como para volver a ellos; sin embargo, los trabajos revisionistas que han surgido en los últimos años, producto de nuevas visiones, nuevos marcos teórico-metodológicos y acceso a archivos otrora restringidos, están arrojando información que nos puede conducir a repensar nuestro pasado en otros términos mucho más favorables para nuestra autoestima como nación que los que han prevalecido como resultado de una historia maniquea, manipulada y manipuladora.
Claro que estos trabajos recientes en realidad no tienen una amplia difusión como deberían pero es cuestión de buscar en librerías, bibliotecas, internet y hasta en los puestos de periódicos y revistas para tener un panorama no sólo más amplio sino más cercano y preciso. ¿A dónde voy? Efectivamente, el movimiento que inició Miguel Hidalgo no tenía el propósito de separarse de España, sin embargo, dado el manejo del concepto de independencia en la época, fue fácil acomodarlo a conveniencia por los gobiernos que buscaban legitimidad y sobre todo, marcar una clara distancia con respecto a la dependencia de España. Esto por un lado, y por otro, el conocimiento de estos hechos no le resta mérito ni grandeza a quien consideramos Padre de la Patria, particularmente si tomamos en cuenta el alto contenido social de su movimiento, su relación con el pueblo y, entre otras decisiones de vanguardia para la época, la abolición de la esclavitud en diciembre de 1810 aquí en Guadalajara.

Foto: El Informador.

Miguel Hidalgo sí gritó “mueran los gachupines” pero también “viva Fernando VII”. Hace poco compartí una serie de artículos sobre lo mal que nos han enseñado la historia, pero así como creo que la pobreza en México se mantiene deliberadamente, así lo creo también con respecto a la educación en general y a la enseñanza de la historia en particular; es como si desde el poder se impidiera que tengamos acceso a la historia que da cuenta de nuestra grandeza.
La independencia por la que proclamaba Hidalgo sí tenía que ver con separarse de las autoridades virreinales por varias razones, entre otras, el desdén de los españoles peninsulares a la disposición de los criollos de navegar hacia la Metrópoli para defender al rey, es decir, despreciaron la voluntad de entregar la vida por el monarca si era preciso; y la resistencia a otorgar representación a los criollos en las juntas que se crearon en el reino para gobernarse mientras Fernando VII estuviera preso y España bajo el dominio de los franceses.
El descubrimiento de la conspiración de Querétaro detonó los preparativos de levantamiento y entre el 15 y el 16 de Septiembre en Dolores, el cura Hidalgo tomó las riendas de un movimiento que durante 10 largos años se transformó y transitó de pretensiones autonomistas a claras intenciones separatistas más o menos hacia la mitad del periodo ya con Morelos a la cabeza.
Varios historiadores sostienen que en México no había conciencia de nación al iniciar el movimiento porque no era de independencia; que surgió hasta que se enfrentó a los estadunidenses como extranjeros invasores; sin embargo, los agravios a la población desde la administración virreinal (léase reformas borbónicas) se habían acumulado por décadas y afectaban los intereses creados en estas tierras; las ofensas europeas de mediados y fines del XVIII habían despertado y alentado el patriotismo criollo y cuando la crisis de 1808 los gachupines, considerados advenedizos desde siempre (durante la Colonia), se convirtieron en enemigos percibidos ya extranjeros. El surgimiento de la conciencia de nación fue temprano, incluso antes de la consumación, y saber esto hoy puede favorecer que nos revaloremos y dejemos atrás complejos y el peso de una historia negativa que esa sí desde el poder se preocupan y ocupan por difundir.
Más allá de festejos y algarabías que no están mal, hoy puede ser ocasión para volver sobre nuestros pasos y reencontrarnos con nuestro pasado de grandeza, con esa independencia por la que luchó Hidalgo aun sin llamarla así, para hacer valer derechos y detener abusos.



Columna publicada en El Informador el sábado 16 de Septiembre de 2017.