Ciudad Adentro
Es cierto que la
apatía juvenil en materia electoral tiene que ver con la ausencia de propuestas
para jóvenes en las campañas. Así ha sido siempre. Y a eso se suma, claro, que
no haya casi jóvenes entre los candidatos a diferentes puestos de elección
popular, sin embargo, creo que la escasa participación de este sector
mayoritario en México tiene raíces más profundas que se han ido transmitiendo
de generación en generación.
Los jóvenes
menores de 30 años en las elecciones de 2012 fueron los que menos participaron;
hoy tienen seis años más y de acuerdo a diversos estudios y encuestas, siguen
siendo “apáticos” en esta materia; los que van a votar por primera vez sí
acuden a las casillas en buen número y esto está documentado desde hace años:
el hecho de que sea la “primera vez” siempre cuenta e imprime hasta emoción en
muchachos y muchachas, pero se podría decir que esto aplica sólo para los que
tienen 18 años o están por cumplirlos.
Entre las causas
de la escasez en la participación como electores aparecen dos como las
principales: sienten que su voto no sirvió, que no fue útil (80 %); y que los
políticos no los representan (70 %).
Por lo general,
los jóvenes que no quieren o se resisten a ir a votar y que con frecuencia ni
siquiera manifiestan opiniones al respecto, al contrario de los adultos que se
explayan con expresiones viscerales, son señalados y criticados por apáticos.
El calificativo implica un juicio y, claro, una descalificación, sin embargo,
basta con hacer una revisión mental somera a la situación de los jóvenes en
México… y no es para menos.
A la falta de
oportunidades, realidad de por sí agresiva, hay que agregar la violencia real
contra los jóvenes en general y las amenazas constantes a las que están
sometidos. Están en riesgo constante y la situación empeora.
Hace casi dos
semanas de la desaparición de los tres estudiantes del CAAV. No ha habido
novedades con respecto a su paradero. Solicitudes de responsabilidad y
exhortaciones a las autoridades y a los medios de comunicación para no
criminalizar ni re victimizar a los muchachos sí, incluso por parte de la
Comisión Nacional de los Derechos Humanos, pero no hay noticias.
Y el llamado es
porque, como nos hemos convertido en una sociedad de jueces implacables, no
falta quien diga que andaban en malos pasos o la clásica de que ellos se lo
buscaron. Aun cuando así fuera, habría que preguntarse por qué y la respuesta
conduce a una clase política egoísta y corrupta que ha permitido y hasta
propiciado que el tejido social esté roto; que no haya oportunidades
suficientes ni en cantidad ni en calidad; porque campea la pobreza, porque
cuesta mucho estudiar y mantenerse estudiando, porque además los trabajos son
precarios, mal pagados y escasos, porque no se aprecia el talento, porque se
les ha dejado solos, porque se les juzga de todo… Ningún muchacho en México
tendría que pasar por ninguno de estos escenarios. No son responsables de la
descomposición social ni de la corrupción, en ningún caso.
A raíz de estos
hechos se nos vienen encima las cifras de muertos y desaparecidos en México en
los últimos años y con ellas la realidad aplastante de la cantidad de jóvenes
de los que se desconoce si están vivos o muertos o dónde están: tres de cada
diez desaparecidos son jóvenes menores de 25 años. ¿Y qué es de ellos? ¿Están
muertos? ¿O fueron reclutados para la prostitución infantil y juvenil o para engrosar
las filas del crimen organizado? ¿Qué seguridades se les pueden dar? ¿Qué
garantías de un futuro vivible con más o menos ciertas perspectivas de desarrollo?
Los jóvenes en
México, su fuerza, su talento, su valentía, su inteligencia, merecen todo el
cuidado, todo el respeto, todo el apoyo. Deben ser vistos más allá de las
próximas elecciones, deben ser más que un tema de campaña y más que un reto
para los partidos políticos que buscan sus votos ahora pero luego los olvidan y
los abandonan.
Se necesitan
políticas de largo alcance para los jóvenes, de fondo; y medidas para
garantizarles seguridad, para mejorar sus perspectivas de futuro, para ampliar
sus oportunidades, para hacer este México más vivible para ellos y los que
vienen, para todos. Como en otros asuntos, quienes están en el poder reaccionan
y se inventan paliativos, pero nos estamos quedando por encimita. Se necesitan
cambios radicales, profundos, duraderos. La realidad de los jóvenes es, debe
ser más que un tema de campaña.
Columna publicada en El Informador el sábado 31 de marzo de 2018.